La dama del lienzo ya está disponible en Amazon. Por supuesto también en la editorial (sin
gastos de envío. Pinchando en la portada del libro que hay a la derecha, podrás
comprobarlo), en varias librerías y en otras más que aún no lo tienen pero lo
tendrán.
Pero… comprendo que uno de
los placeres de comprarse un libro es poder abrirlo y hojear algunas de sus
páginas. Al buen tuntún. Nos fijamos en el estilo, nos imaginamos lejanamente
la trama y buscamos indicios de que nos va a apetecer leer la novela en su
totalidad, o todo lo contrario, de repente encontramos algo que nos produce el
rechazo definitivo que nos lleva a dejar de nuevo el libro donde estaba. Ese
inmenso placer que vivimos cuando estamos en una libraría buscando una buena
novela que llevarnos a los ojos, es irreemplazable por las compras en Internet.
Para tratar de suplir ese momento de gozo, he elegido algunos pasajes del libro
que no revelan más de aquello que buscamos cuando lo tenemos tangiblemente en
la mano.
Así pues, aquí os dejo
unos fragmentos escogidos a azar.
(...)
Llamó a Elena, no porque
estuviera interesado en ella, mucho menos en sus cuadros eléctricos, sino como
parte del plan para entrar en contacto con Lucía, la melliza que realmente le
atraía. Llegar al lago a través del volcán, más que un plan, parecía una
expedición.
—¿Cómo has conseguido mi teléfono? —Fue el saludo de Elena cuando
cogió el móvil después de no haberlo atendido en tres ocasiones anteriores.
—A los jóvenes artistas os pierden los detalles. Lo importante es
que estamos hablando, ¿puedo pasar por tu estudio para ver tu obra?
—Tienes Internet, supongo, ahí encontrarás mi web. Basta con poner
en el buscador: Elena Ríos.
—Ya, pero me gusta sentir el olor a pintura. Cada estudio tiene su
aroma y ese olor particular dice mucho del pintor. Al menos, yo con esa
información ya empiezo a valorar la obra de un artista. Reconozco un trabajo
bien hecho solo por el olor.
—En mí caso, encontrarás rastros de pimientos fritos. Es lo que he
comido esta mañana y mi estudio es francamente pequeño.
(…)
(...)
Todo, absolutamente todo
lo que uno pretende tiene un precio y Álvaro sabía que el que tenía que pagar
para ver a Elena, y por tanto, tener un acercamiento a su hermana Lucía, era a
base de darle la razón en todo lo que le contara; si empezaba discutiendo,
jamás lograría su propósito.
—¿Estás de acuerdo con la amorfonikilazión?
—preguntó con suspicacia Elena.
—El arte es mi vida y ya que, según tú, me queda poca, me
interesa conocer qué es lo que va a acabar con ella.
—Vente a las ocho. Y no te olvides de traer una botella del mejor
vino que puedas comprar, me gusta beber mientras doy lecciones de actualidad.
—Ahí estaré puntualmente, ¿dónde vives?
—Si has sido capaz de dar con mi teléfono, no creo que te sea mucho
más difícil hacer lo mismo con mi dirección.
Si esta conversación
hubiera tenido lugar unos años atrás, se habría oído el ruido inconfundible de
colgar el auricular del teléfono, en su lugar, simplemente llegó un ominoso
silencio seguido de un pitido incisivo. Álvaro miró con desconcierto su móvil.
Luego llamó a Juana y después bajó a su bodega a buscar un par de botellas de
Teso de la Monja, el mejor vino que había probado en su vida, al menos el más
caro.
(…)
LA PESADILLA (HEINRICH
FÜSSLI)
Lucía sabía, por lo que le
había contado Álvaro, que en la Habitación de los Cuadros Muertos, además de
todos los cuadros que nunca llegó a firmar por considerarlos fallidos, guardaba
otros objetos que por alguna razón consideraba despreciables o, según sus
propias palabras, obras de antiarte para el antimuseo. Lo que no podía imaginar
es que entre esas obras de antiarte hubiera lo que a todas luces parecía un
cuerpo humano, sin cabeza y desprovisto de piel. Un torso amputado con los
músculos hinchados y encarnados, dispuesto sobre un pedestal de madera del que
surgía un hierro en el que estaba clavado, sin ninguna concesión al buen gusto.
Contuvo un grito de horror al verlo, y luego otro más al descubrir que no era
lo único que había allí de aspecto horrible, o directamente repugnante. Había
pinturas con el estilo reconocible de Álvaro y otras que no tenían nada que ver
con él, que pertenecían a otros artistas afectados, sin ningún género de duda,
de algún tipo de trastorno mental.
(...)
Pues eso. Si no ha despertado vuestro interés, siempre podéis pasar al siguiente artiblog que habla de golondrinas que ya no volverán. No diréis que no os malcrío.
yo ya lo he encargado y veo que he hecho muy bien. Como me alegro
ResponderEliminar¿Has pensado en que sería un bonito regalo para todos tus amigos? (para cada uno de ellos). Es una broma... Muchas gracias por leerlo, espero que no te decepciones. Abrazo
ResponderEliminarPues sí que pone los dientes largos, sí... y más cuando todavía ando esperando que llegue el libro. Y no sabes cuanto siento ser siempre el que trae malas noticias. Lo encargué por Amazon, pero no sé qué clase de problema tienen que incluso me mandaron un e-mail para darme la opción de anular el pedido porque no sabían cuándo lo podrían servir. Pero no tienen ni idea de con quién se han topado; tengo la misma cabezonería que paciencia, y ya te digo yo que es mucha. Sólo espero que me lo manden antes de que escribas una segunda parte...
ResponderEliminares verdad, Mazcota, es que hubo un problema de suministro, pero ya está disponible. No creo que tengas ya problema y si lo sigues teniendo, dímelo que lo soluciono yo aunque sea a hostias.
EliminarGracias por tus denodados esfuerzos y seguir porfiando. Y ya te digo que si no lo recibes en un plazo razonable, por favor, házmelo saber. Se van a enterar. Grcs.