Esta mañana me he acordado de las salas de espera.
Siempre que quedo con alguien y se retrasa, lo cual sucede el 100% de los
casos, no conozco a nadie puntual, hago lo mismo, saco mi móvil y para entretenerme
mientras llega y de paso aprovechar el tiempo, miro la BBC o cualquier canal de
noticias. Entonces es cuando me ha venido a la cabeza las salas de espera. Hace
mucho que no estoy en una, y no es que las eche de menos, en realidad son un
coñazo, pero tienen algo que hace que las recuerde sin odio a pesar de que por
su propia naturaleza implican algo que detesto: esperar.
Antes de quedarme mondo acudía con irregular
frecuencia a la peluquería y como es natural coincidía con otros paisanos que
habían tenido la misma idea de modo que siempre tenía que esperar, nunca más de
15 minutos, a ser atendido. Aquella sala de espera la nutríamos vecinos del
barrio que ya nos conocíamos de vista y por supuesto, todos éramos conocidos
por los dos peluqueros que tanto se ocupaban de las barbas y melenas de sus
clientes como de mantener un debate vivo entre todos ellos. Estaba prohibido
hablar de política y meterse con el Real Madrid, todo lo demás era tratado con
sesuda filosofía y profundo conocimiento. Para mi asombro uno de los peluqueros
era un entusiasta de la escultura y podía darte una conferencia mientras te
recortaba las patillas, sobre los misterios paganos del renacimiento o la
exploración del espacio a través de la desmaterialización en la escultura
moderna. Es que uno de mis clientes, me dijo un día, es nada menos que Manuel
Valdés. Yo no tenía ni idea de quién era el buen señor hasta que me lo explicó
mi peluquero. Cuando me enteré de que Valdés era el autor de las Meninas, una
obra monumental de siete metros de altura que han colocado alevosamente en una plaza
de Alcobendas, dejé de ir a cortarme el pelo. No soporto nada que reproduzca o
haga alusión a las meninas, menos si tiene siete metros de altura y ocupa toda
una rotonda.
Como castigo me quedé calvo a los pocos días.
En los dentistas también hay salas de espera, pero
son completamente diferentes, no tiene nada que ver el ambiente desenfadado que
hay en una peluquería con el tétrico esperar a un sacamuelas. Allí nadie habla,
si siquiera nos miramos unos a otros, cada cual trata de desaparecer del mundo
sin conseguirlo ninguno.
Un punto intermedio está en las consultas de los médicos,
donde aunque no se produzcan conversaciones espontáneas, al menos se escucha un
cruzar de piernas, un carraspeo… hay vivos esperando. Pero en todos los casos, y
este es el punto al que quería llegar, ya nadie hace caso de las revistas,
siempre del corazón, que aún se pueden ver medio deshojadas sobre las mesitas
de las salas de espera. De hecho, todos los ejemplares que se mantienen son
antiquísimos, algunos en portada muestran la boda de gente que lleva años
divorciada. Ahora, todo el mundo nada más llegar al médico, dentista, peluquero
o notario, hace lo mismo: se sienta, se cruza de piernas y saca su teléfono
móvil, algunos para consultar las noticias, pero la mayoría
para atender los cientos de guasaps atrasados de los últimos veinte minutos.
Las salas de espera ya no son lo que eran, ahora nadie las distinguiría del salón de su propia casa, ni del autóbús, ni de un vagón del metro, ni de un restaurante, ni de una bar...
Por cierto, si estás leyendo este artiblog mientras estás esperando lo que sea, cuentas con mi amor eterno, mi amistad incondicional y mi sincera gratitud.
Por cierto, si estás leyendo este artiblog mientras estás esperando lo que sea, cuentas con mi amor eterno, mi amistad incondicional y mi sincera gratitud.
Pues yo espero que sigas escribiendo tus "artiblogs" . gracias y quedo a la espera del siguiente.
ResponderEliminarmuchas gracias. Yo espero que no esperes mucho
EliminarMagnificas reflexiones. En las salas de espera de los médicos conviven las revistas más portadoras de enfermedades del mundo. Cuando las recogen los expertos en epidemias las mandan a ultracongelar y las reexpiden a un archivo mundial en el desierto de Utah donde se guardan para que no se pierdan sus letales hojas.
ResponderEliminarcaramba no me había fijado pero tienes toda la razón. Lo que no sabía era lo del desierto de Utah. Menos mal. No quiero pensar qué sería de nosotros si no hubiera alguien encargado de deshacerse de todas las revistas de todas las salas de espera de consultas médicas del mundo. ;-))
Eliminar¿Sabes que posiblemente hayas abierto un nuevo camino en el marco publicitario? Porque, ¿qué aportan esas revistas y esos móviles en una sala de espera? Distracción y entretenimiento. Justamente igual que tu blog. Así que deberías ir por esas salas de espera y colgar carteles con su enlace a internet. Sería una promoción estupenda y todos lo agradeceríamos.
ResponderEliminarpues es una buena idea. Lo podemos hacer extensivo a paradas de autobús, estaciones, aeropuertos, .... mola. Grcs.
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