martes, 30 de junio de 2015

La singana








El presente artiblog trata de una experiencia personal, prescindible, sin ningún interés ni gracia, en absoluto recomendable y por supuesto muy superficial, pero es lo que hay. Si lo he escrito se debe exclusivamente a la vagancia que me caracteriza, pues si no lo estuviera escribiendo, tendría que estar haciendo otras cosas más importantes, de esas que sí cuestan esfuerzo, pero es que cuando la temperatura sobrepasa cierto límite me veo incapaz.
He de confesar que yo en mi casa no paso calor, pero vengo de fuera y traigo la inapetencia y la singana que me da cuando me meten en un horno de fabricar cemento, que es así como me siento. Además, a mí el calor excesivo me produce terribles migrañas; se ve que se me dilatan los sesos y como mi cráneo carece de junta de dilatación, se apelotonan de alguna manera insana oprimiendo algo que no debería oprimirse, probablemente un nervio que siempre es lo que más duele, con la consecuencia del confesado dolor de cabeza. En los casos extremos, el cerebro me rezuma por las orejas, como melaza. Por cierto, ¿alguien ha visto alguna vez en su vida melaza? Yo he de confesar que con la melaza me pasa lo mismo que con la mirra, que he oído hablar muchísimo de ella, pero no sé ni cómo es.
Las olas de calor producen en las ciudades efectos colectivos y muchos se ven afectados sin saber qué les pasa. Yo por ejemplo: he escrito la anterior frase sin pensarla demasiado y sé que no suena del todo bien, pero me da igual, así se va a quedar. Si no fuera un afectado, la cambiaría por otra que me gustara más.
Otro ejemplo clarísimo son las broncas entre parejas, que se hacen más frecuentes. Se pegan, claro. El anterior chiste, malísimo, es otra prueba fehaciente de lo que digo.
Entre las diez máquinas de tortura más dolorosas de la historia de la humanidad figura el toro de Faralis, que consiste en meter a un paisano dentro de un toro de bronce (hueco, claro, a ver si no cómo lo metemos dentro). A continuación se hace una hoguera debajo del toro y el sujeto que está en su interior se va haciendo poco a poco. Sus alaridos salen por unos orificios situados en el morro, de modo que parece que sea el propio toro de bronce el que muge de agonía. Una risa, por lo visto.
Prefiero mi horno de cemento, que es el punto al que quería llegar, pero es que con este calor, me he liado.
Que sea leve.









11 comentarios:

  1. Me estoy descuajeringando (o desencuadernando)

    ¿De calor? No, de risa. Jaaaaaaaaaaaaaaaaa!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. te puedes descuajaringar de risa y desencuadernar de calor, así te quedas repartido, en el sentido literal ;.))))

      Eliminar
  2. Con la melaza y la mirra sucede lo mismo que con los arándanos: que nadie los ha visto. Y eso que en todas las series, películas y libros americanos no dejan de preparar tarta de arándanos, pero para mí que no existen. Sospecho que se lo inventaron para no mencionar a las ciruelas, nísperos o melocotones. No sabes lo que llegan a cobrar por derechos de autor esas dichosas frutas.

    ResponderEliminar
  3. Yo no solo he visto arándanos, sino que los he comprado y comido. Existen, doy fe. En cuanto a la melaza y la mirra, sólo son leyendas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. los arándanos son esas bolitas moradas, del tamaño de un arándano, ¿no? Yo también los conozco, lo que ya tengo mis dudas es con las grosellas. ¿Existen las grosellas? ¿no estará confundiendo Mazcota los arándanos con las grosellas? Mmmm, espinoso asunto.

      Eliminar
  4. Exacto, las bolitas moradas. Para tu sorpresa, también he visto, comprado y deglutido grosellas. Existen, pero son una mierda, así que como si no existieran.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Grosellas una mierda? pues eso es la caída de un mito, ya ves.

      Eliminar
  5. No, no, yo hablaba de los arándanos que, al igual que los unicornios, sólo los he visto por internet. Y ahora espero que César no diga que también se ha comido un unicornio, porque a mi prima de doce años le puede dar un síncope.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, mejor no se lo digas, porque lo más probable es que se haya zampado alguno (¿tienen panceta los unicornios?)

      Eliminar
    2. Ah, el solomillo de unicornio... Exquisito.

      Eliminar