Imaginemos un sistema en equilibrio sometido a tres
fuerzas. En el momento en que una de esas fuerzas sea predominante sobre las
otras dos, el equilibrio queda roto y el sistema se desplaza en el sentido de
la fuerza que actúa con mayor intensidad.
Pongamos que las tres fuerzas son: espiritualidad, mental y física y que
el sistema es mi vecino. Hasta ahora, el hombre estaba estupendo, en perfecta
armonía y equilibrio. Daba gusto hablar con él, pero últimamente, yo no sé si
es que tiene más tiempo o qué, el caso es que le ha dado por ir todos los días
al gimnasio y se ha apuntado a un curso de culturismo. El resultado es que se
ha convertido en un monstruo y solo vive par alimentar sus músculos. Está claro
que ha roto el equilibrio de las tres fuerzas y ha tomado demasiada importancia
la física con el resultado de que da risa verlo, siempre con los brazos
abiertos en la espalda, la piernas ligeramente flexionadas y con una sonrisa
forzada para acentuar los músculos del cuello. Claro que peor es lo de su hijo Paco,
que se ha hecho Hare Krishna obsesionado por una espiritualidad insana, lo que
le ha llevado a perder totalmente el juicio, y físicamente a parecerse a una
zanahoria vieja, con lo buen mozo que siempre ha sido el muchacho. Otro caso en
que una de las fueras ha tomado demasiado predomino y ha roto el equilibrio.
Pues así con todo. Lo peor es que nadie se da cuenta
de que no existe nada que no esté sometido a diferentes fuerzas y que si se
mantienen las cosas es porque se ha alcanzado un equilibrio entre todas
ellas. Son leyes de la mecánica
racional que se pueden aplicar a mi vecino, a su familia al completo y también a la sociedad.
Lo de Gamonal estaba cantado y ya hubo unos cuantos
que avisaron de que lo que se estaba cociendo en la calle Vitoria era mucho más
importante que una simple protesta de barrio. Y así ha sido. Ayer se extendió
el conflicto y hubo también manifestaciones, en Madrid, Barcelona (donde la
policía utilizó los cañones de sonido, la última gran idea para garantizar no
sé qué), Zaragoza, Valencia, Alicante, Granada, San Sebastián y por supuesto
Burgos.
Se ha roto el equilibrio, además se ha roto el
equilibrio haciendo el idiota. Al final se ha enterado toda España de los
tejemanejes que hay detrás de todo el asunto, no solo los vecinos afectados.
Resulta que hay un exconvicto que se llama Méndez Pozo, que era el
adjudicatario de la obra, vamos, el que se iba a llevar la pasta. Este señor ya
fue condenado por corrupción en 1992 a siete años y tres meses de prisión, de
los que solo cumplió nueve meses, antes de salir de la cárcel en tercer grado.
El alcalde de Burgos implicado, José María Peña fue condenado por prevaricación
a doce años de inhabilitación para cargo público, pero el gobierno de José
María Aznar le indultó (faltaría más) y Peña volvió a presentarse a las
municipales y salió elegido concejal. Pues bien, todas estas cositas, han sido
suficientes para romper un equilibrio que ya empezaba a ser bastante inestable,
que se diferencia de los estables, en que basta muy poquito esfuerzo para
romperlo.
Espero de corazón que las cosas se calmen y que quien
tiene que tomar nota la tome y se vigile de verdad que no surja una fuerza
predominante que ponga en peligro la estabilidad del sistema. Bueno, la fuerza esa ya está aquí, pero o la modulan para que no actúe con demasiada intensidad, o nos damos todos el morrón. Si es que la física es muy sabia.
efectivamente, la paciencia se agota y cuando se agota pasan estas cosas. Y la fuerza imperante actua en el sentido de agotar la paciencia. poquito a poco.
ResponderEliminares el efecto de la gota de agua
EliminarSupongo que es así. Un buen sistema necesita equilibrio para que todo el mundo viva más o menos conforme con él. Pero la historia nos demuestra que el ser humano es capaz de pervertir cualquier equilibrio, por bueno que este sea. Aunque no sé hasta qué punto son buenos los sistemas, imperios o civilizaciones, ya que ninguno ha subsistido demasiado tiempo y todos han acabado disolviéndose.
ResponderEliminarEntonces, lo que acabo preguntándome es: ¿qué falla, el sistema o las personas que lo manejan?
Yo creo que, sin duda, las personas. Primero porque esos sistemas tan poco eficientes han sido creados por ellas. Y segundo porque da exactamente igual quien los creara, siempre consiguen corromperlos.
Así que, ¿vale la pena intentar implantar otro sistema o nos conformamos con el que tenemos porque dará igual el sistema utilizado y aceptamos que siempre se utilizarán para beneficiar a los mismos?
bajo mi punto de vista, más que cambiar, hay que adaptar. No podemos aplicar criterios de hace cuarenta años hoy, ni los de hoy dentro de otros cuarenta. Si hacemos eso, siempre iremos a la cola, siempre estaremos atrasados y eso es algo que se nota y la imagen que das, en el mejor de los casos, es que eres un retardado. O evolucionas o en algún momento estarás acabado pues no se puede sobrevivir sin evolucionar. Esto no es física pero es biología, que también enseña lo suyo y sus leyes también se pueden aplicar en sociología.
ResponderEliminarFíjate la imagen que estamos dando en Europa con la Ley Gallardón. La marca España tan cacareada se ve como una marca obsoleta y los que nos dedicamos a la publicidad sabemos que si quieres seguir compitiendo tienes que rejuvenecer constantemente la imagen, como regla general.
Vaya rollo que he soltado.