Imaginaos la siguiente escena: llega una mujer a su
casa y pilla a su marido en la cama con una vecina. El marido, al verse
descubierto, se levanta con agilidad, imperturbable, sin que el mínimo gesto de
consternación o vergüenza asome a su rostro que permanece inmutable y con
expresivos movimientos de las
manos urge a la vecina a que recoja su ropa y se marche. A continuación, con
toda la calma del mundo, se viste, primero los calzoncillos, calcetines, luego
los pantalones, la camisa… hasta ponerse la corbata y la chaqueta.
La mujer, muda, con la boca abierta hasta el
amanecer, apoyada en el dintel de la puerta del dormitorio, asiste a la escena
sin llegar a entender del todo qué está pasando. Después, el hombre, con la
máxima atención en cada detalle, hace la cama, coloca bien el despertador que
había quedado tendido sobre la mesilla de noche como una tortuga con las patas
hacia arriba, sacude el polvo (es un decir) de las mangas de su chaqueta, y
sale del dormitorio sin mirar siquiera a su mujer que sigue ahí plantada y
petrificada. Coge el periódico y se sienta en el salón, en su sillón habitual a
leerlo. Entonces la mujer le sigue y le pregunta, entre indignada y atónita,
qué está pasando. Él baja el periódico, y con la sonrisa más encantadora del mundo
le saluda como si tal cosa:
-Hola querida, ¿ya has vuelto? ¿Qué tal has tenido el día?
A continuación, la mujer señala horrorizada el
dormitorio al tiempo que reclama explicaciones, pero el marido pone cara de no
entender de qué le está hablando, ni a qué vecina se refiere ni de qué coito se
le acusa. Simplemente niega cada una de las cosas que han sucedido y que la
mujer ha visto con toda claridad. El
marido continua leyendo el periódico y de vez en cuando comenta alguna noticia
en voz alta para compartirla con su mujer.
Esta escena pertenece a Guía Para el Hombre Casado,
una película protagonizada por Walter Matthau y que actualmente podemos ver
reproducida en casi todos los medios de comunicación. Eso sí, en una versión
superada por la calidad artística de la protagonista. La actuación de María
Dolores de Cospedal deja a la del bueno de Matthau al nivel de aficionado. Su
interpretación ante las nuevas pruebas que evidencian lo que todos tenemos
clarísimo, es digna de Oscar.
Qué tía, qué buena es en su papel.
JAJAJA, me parto contigo, porque con los políticos me desternillo, ¡qué grandes comediantes ha perdido el 7º arte!
ResponderEliminarAunque también la tragedia griega (y española), y sobre todo, sobre todo, el circo:
¡qué sarta de payasos!
Un abrazo, chaval. Cuídate mucho
Pues sí, así es. Pero cuando se salen del papel y se ponen a improvisar, se demuestra que en el fondo son unos actores bastante malos. Otro abrazote chavalón.
EliminarLo peor de todo sería que esa mujer creyese a su marido, pensara que todo había sido imaginación suya, y le hiciera la cena por la noche. Porque hablamos de malos actores, pero también deberíamos hablar de lo malo que es el público.
ResponderEliminarSí, es verdad, y me temo que hay mucho público entregado dispuesto a creerse toda la representación. Esa es la parte más dolorosa.
EliminarEs cierto, actúan como nadie. Y no sé si soy el único pero, actúe quien actúe, me parece estar viendo siempre la misma película. Aunque son consecuentes con su público. ¿Cuando ha sido castigado o condenado un político/a por sus errores o delitos? Y si, por algún equívoco, acaban en la cárcel, ya se preocuparán de absolverlo o indultarlo.
ResponderEliminarAsí que no me extraña que hagan o digan barbaridades. Si no hay consecuencias... ¿Por qué ha de haber culpables?
sí, la película cambia muy poco, se repite constantemente y no paran de hacer "remakes". Todo un exitazo, por lo que se ve.
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