lunes, 24 de septiembre de 2012

Mensajes







La mente humana, simbólica y todo eso, se anticipa a la realidad y representa por su cuenta escenas que luego pueden ser así o no. En este proceso, no es necesario decirlo, la imaginación tiene un papel protagonista. Esta mañana he leído el siguiente titular:

UN MENSAJE EN UNA BOTELLA… DE HACE 98 AÑOS.

Tienes que ser de otro planeta para no lanzarte en picado sobre la noticia y descubrir qué ponía en el mensaje. Pero, y aquí está lo más interesante,  antes de hacerlo tu mente ya se ha imaginado uno por su cuenta. Uno o varios. En mi caso, antes de leer la primera línea yo ya había supuesto tres posibles escenarios: 

1.- Que se trataba (lo obvio) de un náufrago que desesperadamente lanza la botella con su mensaje de auxilio indicando su situación, probablemente una pequeña isla rodeada de tiburones. 
2.- Un individuo secuestrado a bordo de un barco pirata rumbo a la Conchinchina. 
3.- Una carta de amor imposible, arrojada desde lo alto de un acantilado segundos antes de hacerlo el propio amante cuyo corazón dejó de latir antes de escribir su legajo.

Un mensaje de hace 98 años puede incluso revelar secretos históricos, confesiones de asesinos que nunca fueron descubiertos, proyectos de alguna invasión (alemana) que no llegó a producirse,… mil cosas diferentes y sugestivas,  pero la realidad, una vez más, decepciona.

La botella de hace 98 años, encontrada por un pescador escocés, después de estar casi un siglo a la deriva recorriendo los mares (la botella, no el pescador), resulta que forma parte de un lote de otras dos mil botellas diseñadas para hacer un estudio de las corrientes marinas. ¿Dónde está el romanticismo en intentar averiguar si el flujo de agua alrededor de una isla escocesa gira así, o lo hace asao? Y el mensaje que aparecía en el interior de la botella no podía tener menos encanto: por favor, indique dónde y cuándo encontró esta carta y llévela a la oficina de correos más cercana. Luego los agradecimientos de la Escuela Escocesa de Navegación y ahí se acabó todo el misterio y la magia. Pues vaya. Y para quitarle todo el valor que pudiera quedarle, la botella estaba numerada.

Pero ahí no ha acabado todo. A continuación puse en la tele el canal Al Jazeera buscando noticias remotas (dentro de lo que cabe, pues con la globalización todos hablamos de lo mismo), y me encuentro con Artur Mas españoleando (muy a su pesar) desde los confines de Catar. ¿Por qué una emisora de Oriente Medio, tan lejos, incluye entre sus noticias a este señor exponiendo sus razones independentistas y la serie innumerable de problemas que ha planteado, principalmente a los propios catalanes?

Pues eso, otra vez la realidad decepcionando. La segunda vez en el día. Si lo se ni me levanto.





8 comentarios:

  1. Me identifico plenamente con las decepciones generadas por las expectativas de nuestra mente, simbólica y todo eso, que se anticipa a lo que podría ser realidad pero luego, en mi caso, nunca lo es. Mente cabrona!
    piet

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    1. Algunas veces acierta. Pocas, es cierto, pero cuando lo hace es un gustazo que dura un teimpecillo. Y así, poco a poco, vamos haciéndonos ilusiones. C'est la vie. Peor sería no poder siquiera soñar.

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  2. Si yo pusiera un mensaje en una botella, sería el siguiente: "Este mensaje no es para ti. Devuélvelo inmediatamente al mar".

    En cuanto a la realidad, alguien dijo: "La realidad es lo que inventa la gente que tiene poca imaginación". Pues eso.

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    1. Churchill dijo algo a cerca de la imaginación que tiene mucho sentido del humor (y viceversa): la imaginación nos consuela de lo que no somos y el sentido del humor nos consuela de lo que sí somos.

      Si yo me encontrara tu botella con su mensaje dentro sabría que es tuya, no te haría caso y te la llevaría a tu casa, y de paso me comería unos huevos duros.

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  3. Has eliminado el comprobador de identidad humana. ¡Bravo! Lo detestaba.

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    1. ya lo dijo Asimov: dejad que los robots se acerquen a mí.

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    2. Me encanta como lo pasáis los dos, mensajeándoos (palabreja). No sabéis lo que me gustaría encontrarme una botella con un mensaje dentro. Para mí que no existe eso, es pura ficción. Para que vosotros, los que escribís, podáis fantasear con ello. Sois muy majos...

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    3. Muchas gracias querido anónimo. Has acertado con que nos gusta mensajearnos (palabreja, que casi seguro ya está aceptada). Lo hacemos incluso desde antes de que existiera la tecnología apropiada para hacerlo.
      En los restaurantes chinos, en el postre dan un sucedáneo de botella con mensaje, los famosos pastelitos de la suerte, que siempre son favorecedores. Yo voy exclusivamente por leer el mensaje final.

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