viernes, 5 de agosto de 2022

Asociaciones indebidas




Hay un bar estupendo en Madrid, especializado en fina coctelería, dónde el otro día, sin saber por qué,  me encontraba yo sentado a su barra. No tenía nada claro la opción por la que decidirme, todas las combinaciones que venían en la carta merecían ser la ganadora y todas deseaba. Un martirio. Como estímulo adicional, en una vitrina detrás del barman (en esos sitios no hay camareros, hay bármanes) estaban colocados diferentes vasos y copas conteniendo atractivos bebedizos con unos colores difusos, transparentes, a veces en degradado, que los hacían irresistibles. Serían de cera, pero qué más da. Como acicate complementario a su degustación, casi todos tenían un rizo de cáscara de limón, naranja o mandarina que caía con desgana por el costado. Ni rastro de sombrillitas caribeñas, lo que era prueba evidente del buen gusto del local.

Al poco tiempo llegó un parroquiano que  se puso a mi lado e inmediatamente apareció el barman que se apresuró a recomendarle una de sus especialidades. "zumo de toronja con ron tostado reserva treinta y cinco años, unas gotas de tabasco, otras de angostura, caldo de carne, hojas de no sé qué maceradas en qué sé yo, hielo frapé y una guinda del Rosellón francés recogida al alba y conservada en la cripta de la capilla Rosslyn durante cuarenta días y cuarenta noches", dijo sin despeinarse. El paisano lo miró y con la frialdad que caracteriza a los héroes, dijo sin titubear, así, de seguido: "un botellín Mahou, y unas peladillas".

Ante la contemplación de los molinos de viento en Campo de Criptana, pensar en el Quijote, es una relación que establecemos de inmediato, y no hacerlo casi resulta imposible. Sin embargo, no siempre  el poder de asociación que tiene la mente humana  es tan evidente, a veces sigue unos caminos que vete a saber tú cómo le ha dado por ahí. Yo, testigo directo del episodio que acabo de contar, enseguida lo asocié, mejor dicho, mi mente lo asoció, con otra escena, que es el punto a dónde quería yo llegar, y es la siguiente: me llama mi amigo A para decirme que se casa su hijo. Lo felicito y me pide el teléfono de mi amigo B. "lo tengo", le digo, "te lo mando por whatsapp porque no sé dónde lo tengo, pero lo tengo". "Vale, gracias". 

Fin de la conversación que ha durado menos de tres minutos. Nos despedimos como personas educadas y a continuación busco el teléfono de nuestro amigo B, de la manera convenida, y se lo envío por Watsapp. En seguida recibo su mensaje.

-Gracias, ahora lo llamo para invitarle también a la boda de Albertito.

-Ya me he imaginado que querías su teléfono para eso.

- Por cierto, no te he preguntado antes, ¿tú qué tal estás? Hace siglos que no nos vemos.

- Fenomenal, ¿y tú?

-De maravilla. Cambié de trabajo, ¿no te lo había dicho?

-No, no lo sabía. Me alegro por ti. ¿Y Natalia cómo va, sigue en Ibería?

-Síiii, le encanta lo que hace.

- La das un beso enorme de mi parte.

(...)

Total: después de ponernos al tanto de nuestras vidas con pelos, señales y emoticonos, seguimos guasapeando cerca de treinta minutos largos. Al final nos despedimos con el consabido "bueno tío, nos llamamos y hablamos" "Claro, macho, un abrazote".

Y hasta hoy.


Leoncio López Álvarez

4 comentarios:

  1. ¡Cómo se nota el toque local de tu experiencia!
    Madrid
    En el sur, habría pedido una Cruzcampo.
    Y en Galicia una Estrella de ídem
    No tengo tanta cultura patria como para identificar otras regiones.
    En Euskadi, quizás un Kas…
    🤷🏻‍♂️🤷🏻‍♂️🤷🏻‍♂️

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. es verdad, todos pensamos que Mahou es la única cerveza que existe. Todos los madrileños, claro. Vale, hay más, pero... ¿merecen la pena? : - )))

      Eliminar
  2. Soy tu cuñao cántabro

    ResponderEliminar