viernes, 5 de noviembre de 2021

El cuento de empezar y nunca acabar

 




Noto que me estoy haciendo mayor, incluso muy mayor, porque me da por pensar en lo que ha pasado en lugar de pensar en lo que va a pasar. También es por comodidad, pues pensar en el pasado es como leer, mientras que pensar en el futuro es como escribir, que cuesta mucho más trabajo. El hecho de que sea por comodidad refuerza que me estoy haciendo mayor, incluso muy mayor; ya sabemos que las personas mayores tienden a realizar el mínimo esfuerzo, como si quisieran ahorrar energías y tanto ahorran que terminan por no consumir ninguna y es cuando mueren. Aunque nadie lo diría, esto está muy relacionado con el segundo principio de la termodinámica, pero sí: si no hay aumento de entropía te mueres, así de claro.

Cada cual al mirar al pasado ve distintas cosas, y más vale que vea muchas porque si ve pocas,  significa que ha tenido una vida de mierda. Curiosamente, al echar la mirada hacia atrás, llaman más la atención las cosas que no se han hecho que las que sí. La incompletitud sobresale clamorosamente en nuestras vidas como un personaje mutilado en dura batalla.

En el taller de escultura de un gran amigo mío, me quedé embelesado contemplando los moldes de cera, atravesados por extraños hierros, que anteceden a la fase de la fundición del bronce para llenar el vaciado de esos moldes. Esas figuras me parecían unos objetos maravillosos con mucho más misterio que la escultura totalmente terminada; contenían incertidumbre, mucho más emocionante que la certeza que siempre acompaña a la culminación.

Hay especialistas en empezar muchas cosas y dejarlas a mitad en un constante coitus interruptusSon personas que ante un reto, les excita más aceptarlo que ganarlo, lo que en cierto modo me parece mucho más admirable. Ya lo dije en otra ocasión en La tertulia perezosa, hay algo en las personas tenaces que me produce pánico, y puse como ejemplo a Hitler. Lo bueno que tiene Hitler es que es un estupendo ejemplo para todas las cosas malas que se nos ocurran.

Comprendo perfectamente a estos amantes de lo inacabado, porque es lo mismo que decir amantes de acumular el mayor número posible de experiencias; si culmináramos todas, tendríamos que vivir cinco veces lo que vivimos y ya sabemos que eso no es posible. 

Hay muchas cosas que el mejor final que pueden tener es que no se acaben nunca. Sin ir más lejos, un bolero, y yendo más lejos, un viaje sin última parada. Recuerdo el efecto que me producía cuando iba a no sé dónde en un tren de cercanías, escuchar por megafonía fin de trayecto. Es una expresión que tiene algo de terrorífico, es mucho mejor oír, próxima parada Robledillo, dónde va a ir a parar.

Álvaro Pombo cuando recibió el Premio Planeta por su novela La fortuna de Martina Turpin, en una entrevista declaró: "no temo a la crítica porque he escrito mi mejor novela". Demasiado definitivo. Para un escritor joven decir eso tiene que ser terrible, y aunque Pombo ya contaba con 69 tacos Myrga en sus espaldas, sabemos que cualquier escritor imperecedero es joven tenga la edad que tenga. Esa es una buena razón para hacerse escritor imperecedero. 

Si un día me decido jamás empezaré a escribir mi mejor novela. Aunque gane el Premio Planeta.



Leoncio López Álvarez

6 comentarios:

  1. Esta vez te has salido amigo, muuuuuy bueno.

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  2. Me encanta lo de los ‘tacos Myrga’, jajaja

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    1. sí, ese es el origen de "cuántos tacos tienes". Mola

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  3. Y todo lo demás.
    Lo suscribo, que ya es el extremo de mi incapacidad congénita, de nacimiento, valga la rebuznancia, de acabar nada. Últimamente ni siquiera de empezarlo.

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