Una vez más me llega una encuesta para elegir la palabra que a mí me parezca que es la más bonita que existe. Supongo que se referirán a palabras en español, porque si vale cualquier idioma, directamente me la invento.
No pienso votar, pero si lo hiciera se me abriría un interrogante, porque una palabra no sólo es un sonido, también es la idea que representa. Fraternidad alberga un concepto hermoso pero musicalmente, pues ni fu ni fa, demasiadas erres, mientras que bragueta, por ejemplo, suena francamente bien, tiene ritmo, pero lo que te imaginas al escucharla no es precisamente algo bello.
El año pasado todo el mundo que participó en la encuesta entendió que se referían al concepto, porque ganó amor por goleada. La victoria de amor significa muchas cosas, la primera, que la mayoría de los votantes eran unos mentirosos por no haber dicho sexo, que era realmente en lo que estaban pensando. Unos mentirosos cursis. También significa que se curraron muy poco la respuesta, es como decir pera cuando te preguntan por una fruta.
Lo de votar la palabra más bonita, ya es en sí mismo una cursilada de narices, incluso una horterada. Salen cosas como alba, amanecer, amistad, infancia... es para potar, en serio.
Yo, si votara, elegiría la palabra limerencia, me parece preciosa aunque no estoy seguro de lo que significa. O quizá, mentira. Ésta si que es una palabra digna de figurar en un ranking. Vale, no es la más bonita, pero es la más utilizada y eso ya le da derecho a estar en el top de las palabras.
Mentimos desde que aprendemos a hablar y desde entonces no dejamos de hacerlo. De hecho, hay quién dice que el ser humano inventó el lenguaje para poder mentir. Un perro nunca miente, ni un caballo, ni siquiera mi gato que es un ser taimado, pero si supieran hablar, estoy convencido de que mentirían sin parar, tal como hacemos los humanos.
La mentira es consustancial a la palabra, y tan consustancial a nosotros, que mentimos hasta cuando estamos dormidos, incluso mentimos sin querer. Se nos escapan las mentiras como si fueran pedos, aunque algunas huelen incluso peor. Mentimos a nuestros padres, al médico, que hay que ser tonto, al abogado, a nuestra pareja a pesar de que siempre nos pilla... mentimos a troche y moche. Troche y moche, son dos palabras que también deberían ser elegidas para algo.
Esto de hacer encuestas tan tontas como elegir la palabra más bonita, o la película que más te gustó, o el libro que mas te ha marcado, también es consustancial al ser humano.
La conclusión es que nos gusta mentir y hacer encuestas tontas, aunque no es esto a donde yo quería llegar. La verdad es que no estoy seguro de a dónde quería llegar, quizá de forma inconsciente deseaba hablar de la palabra limerencia. No lo sé, pero eso ya lo dejo para otro día.
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