A cualquiera que se le pregunte por el sentido de la
vida, pensará inmediatamente en el sentido de SU vida, no de la vida en general. No es nada reprochable, es más,
es lo normal. Ya los filósofos clásicos a la hora de responder a esta pregunta
pensaban solo en la vida humana, y cada cual lo hacía a su manera. Platón
fijaba el sentido de la vida en alcanzar una forma superior de conocimiento.
Aristóteles, aprendiz de Platón, iba un pelín más lejos y ponía como propósito
de la vida alcanzar el Bien Supremo
que como todo el mundo sabe es equivalente a conseguir la Eudaemonia. En otras palabras, la felicidad, bienestar y excelencia
(para los estudiosos, consultar Diccionario de filosofía de Ferrater Mora, pag.
1.153 –Tomo II). Más recientemente,
el psicoanalista Erich Fromm, nos ha sacado a todos de dudas diciendo que el
sentido de la vida no es más que el acto de vivir en uno mismo. Pues eso.
Además de la filosofía, también las religiones han
buscado respuesta a esta pregunta eterna. La Biblia viene a decir que el único
sentido de la vida es adorar a
Dios. Pues vaya, no parece una respuesta muy convincente, y como razón para
seguir vivo... la verdad es que no entusiasma nada, sobre todo teniendo en
cuenta que adorar a Dios significa temerlo y guardar sus mandamientos (para los
estudiosos ver Eclesiastés 12:13, justo en el epílogo, el último
versículo). Me quedo con la
respuesta de los filósofos, en todo caso.
Yo nunca me había preguntado cuál es el sentido de la
vida por miedo a no encontrarle ninguno, pero el otro día, y ahora explicaré
cómo fue, me vino inmediatamente la pregunta a las mientes. Y no solo el
sentido de mi vida o de la vida de los humanos, sino de la vida en general. La
epifanía me llegó cuando estaba leyendo un libro sobre los insectos.
En seguida me di cuenta de que tenemos mucho que aprender de ellos.
Estos animales tienen clarísimo cuál es el propósito de
la vida, y por tanto, saben cómo aprovecharla mejor. La mayoría de ellos pasan por
diferentes estadios antes de llegar a la edad adulta: huevo, larva, pupa y adulto,
lo cual ya es indicativo de que saben cómo evitar la monotonía.
Casi todos los
insectos tienen algo extraordinario que decir sobre sus vidas pero encontré uno
en particular que me reveló la respuesta a la gran pregunta. Se trata de un
bichejo parecido a la libélula, se llama efímera,
y es toda una lección de vitalidad. Los que tienen más confianza, a este
insecto lo llaman cachipolla, sin que
nadie aclare la elección del
nombre, que la verdad se las trae.
Pues bien, resulta que la vida adulta de la ephemeroptera o efímera, se reduce a solo 24 horas. Solo cuenta con un día de vida
y lejos de desanimarse a mantenerse sobre el planeta, lleva habitándolo 300
millones de años. Cuando lo leí me dije: ya está, el sentido de la vida es
estar vivo, ni más ni menos. No hay que darle más vueltas. La vida aunque solo
sean 24 horas merece la pena porque es algo grande, maravilloso, único; es
portentoso, y si no, miremos a las efímeras que salen del agua dejando atrás su
pasado de ninfas, sabiendo que van a estar revoloteando por el paisaje escasas
horas antes de caer desfallecidas de nuevo sobre la cristalina superficie del
agua, y aún así lo hacen entusiasmadas.
Ah, se me olvidaba comentar que las 24 horas que vive
la éfimera adulta las dedica
exclusivamente al sexo. Ni siquiera se entretiene en comer ya que no tiene boca
con qué hacerlo.
Hay que decir que la efímera dura poco, pero qué bien aprovecha el tiempo. Esa es la
respuesta.
¡Que nuestra efímera vida se prolongue tanto como ella nos permita y en las mismas condiciones que el bichito!
ResponderEliminarAmén.
Eliminargracias por tu amable y aprovechable comentario Joaquín y perdona por no haber dicho ni mú hasta este momento, que es cuando lo he visto. La respuesta de Bohler a la pregunta es para pensársela, supongo que se referirá al constante cambio y que lo que somos, lo somos durante fracciones de segundo. La éfimera vuelve a demostrar que así es. ;-)) gracias again.
ResponderEliminarComparto lo que dice Joaquín: nadie aguanta 24 horas seguidas follando y sin comer nada, ni siquiera el coño.
ResponderEliminarHabla de 60 años, ¡quién los pillara!, los que ya estamos en los 70 sabemos la diferencia que aportan esos 10 años más: incontinencia urinaria.
El mito de Sísifo, de Camus, no ayuda a entender la vida, pero es entretenido.
Aunque creo que es más divertido Astérix o Tintín.
Saludos cántabros
Félix, siempre tan explícito, no dejas nada a la interpretación;-)))) Un abrazo enorme querido amigo.
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