domingo, 11 de febrero de 2018

El sentido de la vida








A cualquiera que se le pregunte por el sentido de la vida, pensará inmediatamente en el sentido de SU vida, no de la vida en general. No es nada reprochable, es más, es lo normal. Ya los filósofos clásicos a la hora de responder a esta pregunta pensaban solo en la vida humana, y cada cual lo hacía a su manera. Platón fijaba el sentido de la vida en alcanzar una forma superior de conocimiento. Aristóteles, aprendiz de Platón, iba un pelín más lejos y ponía como propósito de la vida alcanzar el Bien Supremo que como todo el mundo sabe es equivalente a conseguir la Eudaemonia. En otras palabras, la felicidad, bienestar y excelencia (para los estudiosos, consultar Diccionario de filosofía de Ferrater Mora, pag. 1.153 –Tomo II).  Más recientemente, el psicoanalista Erich Fromm, nos ha sacado a todos de dudas diciendo que el sentido de la vida no es más que el acto de vivir en uno mismo. Pues eso.
Además de la filosofía, también las religiones han buscado respuesta a esta pregunta eterna. La Biblia viene a decir que el único sentido de la vida es  adorar a Dios. Pues vaya, no parece una respuesta muy convincente, y como razón para seguir vivo... la verdad es que no entusiasma nada, sobre todo teniendo en cuenta que adorar a Dios significa temerlo y guardar sus mandamientos (para los estudiosos ver Eclesiastés 12:13, justo en el epílogo, el último versículo).  Me quedo con la respuesta de los filósofos, en todo caso.


Yo nunca me había preguntado cuál es el sentido de la vida por miedo a no encontrarle ninguno, pero el otro día, y ahora explicaré cómo fue, me vino inmediatamente la pregunta a las mientes. Y no solo el sentido de mi vida o de la vida de los humanos, sino de la vida en general. La epifanía me llegó cuando estaba leyendo un libro sobre los insectos. En seguida me di cuenta de que tenemos mucho que aprender de ellos.

Estos animales tienen clarísimo cuál es el propósito de la vida, y por tanto, saben cómo aprovecharla mejor. La mayoría de ellos pasan por diferentes estadios antes de llegar a la edad adulta: huevo, larva, pupa y adulto, lo cual ya es indicativo de que saben cómo evitar la monotonía. 
Casi todos los insectos tienen algo extraordinario que decir sobre sus vidas pero encontré uno en particular que me reveló la respuesta a la gran pregunta. Se trata de un bichejo parecido a la libélula, se llama efímera, y es toda una lección de vitalidad. Los que tienen más confianza, a este insecto lo llaman cachipolla, sin que nadie aclare  la elección del nombre, que la verdad se las trae.

Pues bien, resulta que la vida adulta de la ephemeroptera o efímera, se reduce a solo 24 horas. Solo cuenta con un día de vida y lejos de desanimarse a mantenerse sobre el planeta, lleva habitándolo 300 millones de años. Cuando lo leí me dije: ya está, el sentido de la vida es estar vivo, ni más ni menos. No hay que darle más vueltas. La vida aunque solo sean 24 horas merece la pena porque es algo grande, maravilloso, único; es portentoso, y si no, miremos a las efímeras que salen del agua dejando atrás su pasado de ninfas, sabiendo que van a estar revoloteando por el paisaje escasas horas antes de caer desfallecidas de nuevo sobre la cristalina superficie del agua, y aún así lo hacen entusiasmadas.

Ah, se me olvidaba comentar que las 24 horas que vive la éfimera adulta las dedica exclusivamente al sexo. Ni siquiera se entretiene en comer ya que no tiene boca con qué hacerlo.

Hay que decir que la efímera dura poco, pero qué bien aprovecha el tiempo. Esa es la respuesta.













5 comentarios:

  1. ¡Que nuestra efímera vida se prolongue tanto como ella nos permita y en las mismas condiciones que el bichito!

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  2. gracias por tu amable y aprovechable comentario Joaquín y perdona por no haber dicho ni mú hasta este momento, que es cuando lo he visto. La respuesta de Bohler a la pregunta es para pensársela, supongo que se referirá al constante cambio y que lo que somos, lo somos durante fracciones de segundo. La éfimera vuelve a demostrar que así es. ;-)) gracias again.

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  3. Comparto lo que dice Joaquín: nadie aguanta 24 horas seguidas follando y sin comer nada, ni siquiera el coño.
    Habla de 60 años, ¡quién los pillara!, los que ya estamos en los 70 sabemos la diferencia que aportan esos 10 años más: incontinencia urinaria.
    El mito de Sísifo, de Camus, no ayuda a entender la vida, pero es entretenido.
    Aunque creo que es más divertido Astérix o Tintín.
    Saludos cántabros

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    1. Félix, siempre tan explícito, no dejas nada a la interpretación;-)))) Un abrazo enorme querido amigo.

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