Yo no soy una persona orgullosa (me parece) pero
comprendo que haya personas que lo sean cuando hay un motivo. Estoy orgulloso de mi hijo que ha superado
las pruebas para ser astronauta, por ejemplo. Sin embargo me parece una
enorme estupidez sentirse orgulloso de una circunstancia. Cada vez que llega la primavera siento un gran orgullo, también
como ejemplo. Pues bien, de todas las circunstancias que rodean al ser humano,
las más aleatorias son la fecha y el lugar dónde ha nacido, y de la misma forma
que nos parecería una gilipollez sentirse orgulloso por haber nacido el dos de
enero, debería parecernos sentir orgullo porque su madre lo trajo al mundo en
Tordesillas. Otra cosa muy distinta es que su madre sea un gran motivo de
orgullo, y que también lo sea su padre y su abuela,... pero ¿el pueblo dónde
nació? ¿Por qué? Pues en esto consisten los nacionalismos, en sentirse seres
especiales por haber nacido en tal valle en lugar de en tal llanura, que como
todo el mundo sabe, son mucho más feos.
No voy a sacar conclusiones sobre el tipo de límites
que tiene un cerebro nacionalista, pero invito a que cada cual lo haga.
Los nacionalismos son los causantes de las mortíferas
guerras que asolaron Europa el siglo pasado. El romanticismo decimonónico creó
el caldo de cultivo, un romanticismo burgués, exagerado con todo lo que oliera
a gesta.
Los nacionalismos son incompatibles con el
pensamiento de izquierdas, que es internacionalista, salvo en España, que
curiosamente son los mayores defensores. Pensemos que precisamente es La
Internacional, el concepto de unión de los socialistas, pero aquí, ni caso.
El nacionalismo es la excusa para sentirse superior a
los demás, prueba de ello es que crea mitos, héroes y superhéroes para demostrar
que han nacido en tierra de titanes. No entiendo que haya personas dispuestas a
armar la marimorena a causa de sentirse superior a los demás, y en el fondo me
asquean hasta la nausea. Orgullo de pertenecer a una etnia o de hablar una
lengua o de tener a Noé entre los antepasados, significa sentirse superior a
los que no son de esa etnia ni hablan esa lengua ni cuentan con Noé entre sus
ancestros.
Jamás compartiré la emoción ante una bandera y mucho
menos prometeré defenderla hasta la muerte. “Patria o muerte”, es para mí, la
frase más imbécil de todas las que pueda pronunciar un ser humano.
Últimamente estoy escuchando otras frases que si las
destiláramos, al final saldría un asolador “patria o muerte”.
Esto solo son las primeras reflexiones sobre el
nacionalismo que me han venido a la cabeza. Ahora, cada cual que amplíe la
lista con las que se le ocurran.
mi reflexión: nazionalismo
ResponderEliminargracias por tu sintética aportación, anónimo.
ResponderEliminarNo creo que "patria o muerte" sea la frase más imbécil que hayas oído. La frase más imbécil es una sola palabra: "patria".
ResponderEliminaraceptado, ya que has aclarado que solo es una palabra.
EliminarTengo la sensación de que tanto al anónimo anterior como a ti, os gusta poco enrrollaros, ¿eh? ;-))
Quizá.
ResponderEliminarsí
EliminarUnas reflexiones muy certeras. Sin embargo, y por llevarte un poco la contraria, añadiré que, según mi opinión, existe una pequeña patria dentro de nosotros mismos identificada como "cuerpo humano". Aunque no va más allá de mis pestañas ni estoy siempre orgulloso de pertenecer a ella.
ResponderEliminarsi, esa es la única patria posible, la única que existe y al final... te acaba fallando.
EliminarMuchas gracias Joaquín por tu comentario (aunque hay veces que me equivoco en las tildes ;-)))
ResponderEliminar