martes, 9 de agosto de 2016

La abuela Dora. Último capítulo



Hoy termina la azarosa historia de Evaristo, qué le vamos a hacer. No ha sido nada sencillo pues como me temía he sufrido todo tipo de ataques y sortilegios por parte de las brujas que querían evitar su publicación. De hecho estoy escribiendo esto gracias al sistema de escritura por voz, pues me han convertido en pomelo. Espero que el hechizo pierda efecto antes del desayuno.














RESUMEN DE LO ANTERIOR: EVARISTO, EL BEBÉ LOBEZNO, TRAS DESTROZAR LA CASA DE OLIVIA Y ALLISON DICK, SE HA ESCAPADO POR LA CHIMENEA. LAS HERMANAS PAJARITO HAN HUIDO ESPANTADAS ANTE LO QUE HAN VISTO.


 Al día siguiente, bajaba yo del monte de haber estado hablando con mi amigo el cabrero Rufus, cuando vi a las hermanas pajarito que salían de su casa con aspecto de no haber pasado muy  buena noche. Me pareció bastante extraño el nuevo color de pelo que se había puesto Flora aunque tuve que reconocer que el blanco le favorecía mucho. Ellas ni me saludaron. Yo creo que estaban sufriendo mucho por algo y que ese sufrimiento las proporcionaba una fuerza irresistible, pues dentro de su expresión de profundo disgusto se percibía el brillo de la determinación. En esta ocasión decidí no perderlas de vista.

*
Es cierto que algunas personas se crecen ante la adversidad y no se amilanan si el reto que creían ya alcanzado las sorprende con nuevas pruebas de difícil solución, bien porque necesitan el fustazo del infortunio para alcanzar el pleno rendimiento de sus facultades, o sencillamente, como en el caso de las pajarito, porque temen por su vida si no consiguen lo que se habían propuesto. Las hermanas Pajarito sabían lo que las podía pasar. Wanda las había pagado por adelantado y no era de esas personas que te dicen “oh, vamos, no te preocupes, en serio, qué más da que te hayas quedado con toda la pasta que te di por hacer un trabajo que no has hecho. Además, tampoco me importa tanto presentarme al Rito de Iniciación Núbil, por mí lo puede ganar Janet, que en el fondo es una buena amiga”. No, Wanda, más bien, pertenecía al grupo de brujas que te miran fijamente, luego te dicen lo que piensan de ti de tal manera que helaría la médula de los huesos a un toro, y a continuación observas que te has convertido en sandia.
    -El Gran Aquelarre es el día 12, teniendo en cuenta que estamos a 9, aún nos quedan tres días para conseguir un nuevo niño –Flora trataba de ser positiva hasta en la expresión de su cara que la mantenía con una sonrisa forzada que la daba cierto aspecto de estúpida-. Es muy sencillo, ¿no te parece?
    -Ya lo creo, no hay nada de lo que preocuparse. Por cierto, ¿por qué no evitas sonreír de esa forma? das un poco de pena.
    -¿En serio? pensé que resultaba irresistible.
    En ese momento pasó mi madre que iba con un capazo lleno de plastas de vaca para echarlas en el laurel.
    -Buenos días vecina –saludó Flora de lo más cortés-. Tienes muy buena cara.
    -Muchas gracias, tú también –mintió mi madre-. Bueno, quizá sin esa sonrisa tal vez estuvieras mejor, claro que con ese nuevo color de pelo tampoco queda tan mal.
    -¿Te has fijado? es de lo más fashion, ¿no crees?
    -Me lo has quitado de la boca. Bueno os dejo –mi madre cambiaba de tema de conversación con agilidad de barbero- que tengo que abonar el laurel y después le voy a dar la teta a Evaristo.
    -¿Le vas a dar la teta a Evaristo, tu hijo? –preguntaron en sincronizada coreografía las pajarito.
    -Claro que le voy a dar la teta a Evaristo, mi hijo, no se la voy a dar a Evaristo mi suegro, ¿no os parece? que además lleva cuatro años muerto.
    -Qué tontería, por supuesto, lo que pasa es que pensábamos que le dabas otras cosas, no sé...
    -Acaba de cumplir casi un mes, qué queréis que le dé para comer, ¿berzas con chorizo?
    -Ja, ja, no, claro,... –Flora trataba sin ningún éxito aparentar que la conversación se desarrollaba dentro de los términos habituales de naturalidad- ¿y qué tal está? el niño, quiero decir.
    -¿No os habéis enterado? se escapó hace tres días de casa, pero ya ha vuelto. Esa sonrisa Flora, te está cambiando –mi madre, además de ser una maestra en pasar de un tema de conversación a otro, de la misma forma dominaba el cambio de tono en acotaciones que hacía dentro de sus monólogos-. Llegó esta madrugada y él solito se metió en su cuna a dormir. Me pregunto qué habrá estado haciendo toda la noche por ahí,...en fin, estos hijos, en cuanto crecen un poquito no dejan de dar disgustos. Os dejo que tengo tajo.
    Una vez que se hubo marchado mi madre, a las pajarito sólo les faltó dar un salto y chocar las manos en el aire. Habían pasado de verse convertidas en calabacín o algo peor, a notar el sabor dulce del éxito con sólo sacar la lengua. Rápidamente tramaron un plan para volver a secuestrar a mi hermano que lo llevaron a cabo esa misma noche, ante mis vigilantes ojos. Lo hicieron de la misma forma que la vez anterior, entrando por la ventana a la habitación de mis padres y volviendo a salir por el mismo sitio con el monstruo debajo del brazo. Yo no di la alarma, pues como ya he dicho, por lo que a mí concernía se lo podían quedar para siempre, pero eso no era óbice, cortapisa ni valladar para que no estuviera interesado en ver a qué se debía todo este trasiego de niño para arriba, niño para abajo, que tengo al niño, que dejo de tenerlo,... en fin, que tenía el gusanillo por saber a qué se debía todo este lío. Y también tenía mis planes, claro.
   
*

   -¡Mi higo se ha vuelto a escapar de casa! ¿Os lo podéis creer? ¡La tercera vez en un mes!
   -¡Tabernero, cómo van esas pintas que te pedimos hace veinte segundos, vienen o qué!

*

Yo no perdía de vista a las pajarito ni un solo momento del día. Bueno, en realidad, lo que no perdía de vista era su casa pues desde que volvieron a secuestrar a Evaristo no salieron de ella hasta que por fin, pasados tres días, vi que salían vestidas con sus mejores galas y con un fardo bajo el brazo, que evidentemente contenía a mi  hermano. Olía a distancia. Con paso presuroso enfilaron por el viejo camino del chorrillo, llamado así, por lo caudaloso del río que discurría en paralelo por uno de sus lados y rápidamente se internaron en el bosque. Las seguí por sitios en los que no había estado en mi vida, por desfiladeros, cañadas, hoces,... fue un repaso por todos los accidentes geográficos posibles que me dejó exhausto en los primeros diez kilómetros, pero que una fuerza de voluntad impropia para mi edad me mantuvo con las energías suficientes para seguir tras ellas por aquellos lugares ominosos. Finalmente, con mis piernas azotadas por miles de arbustos, algunos de ellos urticantes, y la fatiga oprimiendo mis pulmones, llegamos a un calvero al fondo de un valle en el que ya había reunidas unas veinte personas, brujas todas, vestidas de forma bastante estrafalaria, aunque estoy convencido de que ellas pensaban para sus adentros que iban de lo más elegantes. Habían formado un círculo perfecto y, de forma destacada, estaba la Gran Bruja Maestre Comendadora de Hechizos bajo un enorme chincapín dorado, de hojas, algunas oblongas y otras lanceoladas. Llevaba su ridícula máscara, para mi gusto bastante mal hecha, tan grande que no se le distinguían ni brazos ni piernas ni nada. Era pura máscara. Cuando llegaron las hermanas pajarito fueron directamente al círculo y se pusieron en un hueco que había claramente reservado para ellas. Yo me oculté detrás de una roca rarísima que parecía una mesa de granito y que sin duda era el escondite perfecto, pues podía ver y oír todo lo que pasaba sin ser descubierto. De repente me llevé un gran sobresalto cuando de forma inesperada se puso a mi lado una lechuza desplumada de mirada aviesa que me resultaba de lo más familiar. Me tranquilizó el hecho de que me mirara con gesto de complicidad, si eso es posible en una lechuza con piel de pollo. Al poco tiempo la máscara levantó los brazos para acallar los típicos comentarios de la gente que se vuelve a encontrar después de haber pasado una buena temporada sin verse, y con solemne autoridad empezó a hablar con una voz de pito que no le pegaba nada:
    -Brujas y hechiceras de todos los confines del valle, y de más allá de las montañas heladas –un silencio que se podía apartar con las manos siguió a estas primeras palabras-. Una vez más estamos convocadas por el poder de la noche para poner a prueba nuestras más siniestras habilidades en el arte de la taumaturgia, la nigromancia y demás conocimientos arcanos que no voy a enumerar pues no estoy de humor, para ver quien es la más poderosa y temible de todas las brujas presentes.
    Un ligero revuelo se levantó entre las participantes mirándose unas a otras como galgos antes de empezar la carrera.
    -Este año, como todos los anteriores, a parte de ver quién prepara la mejor sopa de alas de murciélago y mongoladas por el estilo, la gran expectación está centrada en el Rito de Iniciación Núbil –en este momento todas las brujas se removieron inquietas en sus asientos murmurando entre ellas vete a saber qué-. Espero que como novedad sobre años anteriores en esta ocasión haya alguna de vosotras capaz, no ya de hacerlo mejor que sus competidoras, sino simplemente capaz de hacerlo –aquí fijó su mirada sobre el grupo donde estaban sentadas las hermanas pajarito-. Porque a muchas de nosotras nos gusta mucho presumir, y luego nada de nada, ¿verdad Wanda, Janet y compañía?
    Hay momentos en que la intuición ayudada por ligerísimos indicios juega un papel muy importante en tu forma de interpretar la realidad que te rodea. Sin darte cuenta llegas a unas conclusiones que una vez que las haces pasar por el tamiz de la razón, siguen siendo perfectamente válidas y encajan dentro de la lógica más aplastante. Para mí, éste fue uno de esos momentos de iluminación subliminal. Inmediatamente me di cuenta del papel que jugaban las hermanas Pajarito en toda la farsa, pero sobre todo percibí que el papel protagonista corría a cargo del monstruo. Mi hermano Evaristo iba a formar parte de ese rito que decía la máscara. Miré a la lechuza y de la forma en que me devolvió la mirada, supe que ella pensaba exactamente igual que yo, lo cual es muy meritorio por mi parte, y de estar en lo cierto, más aún por la suya.
    -Así pues –la máscara hizo un pequeño gallo con la voz de lo más ridículo-, ¿alguna de vosotras es lo suficientemente bruja para participar en el Rito de Iniciación Núbil, o pasamos directamente al concurso de tartas y ese tipo de sandeces con las que nos amuermamos cada año?
    Tal como me imaginaba, las hermanas pajarito y Wanda  se levantaron orgullosas de sus asientos y ante las miradas de admiración y envidia de todas se dirigieron hacia el centro del círculo.
    -Gran Bruja Maestre Comendadora de Hechizos, compañeras asistentes al Gran Aquelarre Interprovincial –Wanda hablaba con pompa y solemnidad sabedora de que era el foco de la admiración y envidia, sobre todo envidia, de todas las participantes, y en particular de Janet-. Mis dos colaboradoras, y  sobre todo yo, Wanda de Ojoseco, estamos en condiciones, por conocimientos, entrega y amor a nuestra profesión, de practicar el Rito de Iniciación Núbil, por primera vez en la historia de la brujería de nuestro gran país para mayor gloria de nuestra hermandad y para que sirva de ejemplo a futuras brujas que ya tienen en quién fijarse para alcanzar cualquier meta que se propongan -Wanda hizo una pausa en su perorata que aprovechó para lanzar una mirada de suficiencia a Janet que estaba de un preocupante color verde bilis-. Ya sé que todas os alegráis por nuestro inminente éxito, pues aunque el mérito sea exclusivamente mío, y algo de estas dos, supone un nuevo logro en la práctica de nuestro arte que a todas nos beneficia, pues de todas...
    -Por el amor de Lucifer, Wanda –interrumpió la máscara para satisfacción de todas las asistentes-, deja la retórica autocomplaciente para cuando hayas terminado la prueba. Pasemos a la ara de los sacrificios, a ver si la estrenamos de una vez, maldita sea.
    Dicho esto, todas las brujas se levantaron del círculo y en disciplinada formación se pusieron en marcha, con la máscara en cabeza para dirigirse, oh cielos, hacia donde estábamos la lechuza y yo. No había escapatoria posible, así que me arrebujé todo lo que pude detrás de la roca. Se detuvieron a unos tres metros por el otro lado, de forma que no podían verme, pero que si afinaban el oído podrían oír cómo mi corazón trataba de salirse de su sitio. Afortunadamente iban murmurando extrañas salmodias que ocultaban el batuqueo cardiaco que casi hacía mover la roca.
    -Manu, manis, manere volutum ergo pifia tania –decía Wanda.
    -Ya, ya, venga –apremió la máscara, que por lo que se ve no era tan ritualista.
    A continuación pude oír que se acercaba una de las hermanas pajarito hasta la roca y se tendía cuan larga era sobre ella.
    -¿Que Flora es virgen? –preguntó alguien con cierto pitorreo.
    Después, Wanda desenvolvió a Evaristo y lo puso sobre la pajarito, y aquí vino lo bueno. La máscara al ver a mi hermano clamó como una posesa con un tono de voz que para nada era la ridícula vocecilla de antes. Se ve que había impostado una voz de pito para ocultar su potente vozarrón con el que podría poner en espantada a una manada de búfalos.
    -¡Pero que carajo hace aquí mi nieto!
    Wanda casi se cae del susto ante el bramido que aún vibraba por todo el valle.
    -¿Este crío tan pestilente es tu,... su nieto, oh Gran Bruja Maestre...?
    -¡Si, maldita sea, ese niño cagado es mi nieto y nadie va a degollarlo, especie de Circe con cara de mono!
    -Pero,... ¿y el Rito de Iniciación Núbil?
    -A la mierda con el Rito de Iniciación Núbil. Me llevo al crío y tú estás despedida de nuestra organización, privilegio que hago extensible a esas dos pajarracas, que sois más feas que una lechuza desplumada.
    Mi compañera de escondite no recibió de muy buen agrado este último comentario y protestó con unos estridentes graznidos que nos delató a los dos. Todas se asomaron a ver qué era aquello y de repente me convertí en el ser más observado por un tropel de brujas,  bastante sorprendidas de antemano, pero mucho más ahora.
    -¿Y eso?
    -¡Por todos los diablos! ¡Ese es mi otro nieto!
    -¿Pero esto qué es, un aquelarre o la visita a la abuela?
    Mi abuela Dora fulminó con la mirada a la autora del comentario, la despidió también de la organización, y sin hacerme el menor caso cogió a Evaristo y se marchó todo lo dignamente que le permitía la máscara que aún llevaba, seguida por la lechuza que por fin parecía algo más contenta. Yo la seguí a cierta distancia pensando que aunque mi hermanito me había robado mi puesto y que no me apetecía nada compartir las atenciones de tía Flavia y del resto de la familia con él, tampoco se merecía lo que habían estado a punto de hacerle. Además, yo tenía mis propios planes para deshacerme del intruso. Mi amigo el cabrero Rufus necesitaba un buen perro lobo para guardar su rebaño y pronto iba a tener el mejor cachorro. Exactamente dentro de 24 días.





F i n 






2 comentarios:

  1. Supongo que el mundo es un pañuelo. Y no lo digo porque esté lleno de mocos, sino porque es fácil coincidir cuando se tienen aficiones tan peculiares. Pero si encima viven en lo que sospecho era una pequeña aldea, pues aún más. Este cuento me ha divertido un montón, además de dejarme una gran sonrisa incrustada en la cara. Y lo mejor de todo es que, en momentos puntuales, incluso ha conseguido arrancarme hasta alguna carcajada. Gracias por deleitarnos con este cuento, con esta clase de regalos da gusto asomarse por aquí.

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    1. Mazcota, muchas gracias por tu apreciación. El cuento está escrito para divertir, pero si consigue que alguien se ría, es lo mejor que le puede pasar al autor.

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