Hoy termina la azarosa historia de Evaristo, qué le vamos a hacer. No ha sido nada sencillo pues como me temía he sufrido todo tipo de ataques y sortilegios por parte de las brujas que querían evitar su publicación. De hecho estoy escribiendo esto gracias al sistema de escritura por voz, pues me han convertido en pomelo. Espero que el hechizo pierda efecto antes del desayuno.
RESUMEN DE LO
ANTERIOR: EVARISTO, EL BEBÉ LOBEZNO, TRAS DESTROZAR LA CASA DE OLIVIA Y ALLISON
DICK, SE HA ESCAPADO POR LA CHIMENEA. LAS HERMANAS PAJARITO HAN HUIDO
ESPANTADAS ANTE LO QUE HAN VISTO.
Al día siguiente, bajaba yo del monte de
haber estado hablando con mi amigo el cabrero Rufus, cuando vi a las hermanas
pajarito que salían de su casa con aspecto de no haber pasado muy buena noche. Me pareció bastante
extraño el nuevo color de pelo que se había puesto Flora aunque tuve que
reconocer que el blanco le favorecía mucho. Ellas ni me saludaron. Yo creo que
estaban sufriendo mucho por algo y que ese sufrimiento las proporcionaba una
fuerza irresistible, pues dentro de su expresión de profundo disgusto se
percibía el brillo de la determinación. En esta ocasión decidí no perderlas de
vista.
*
Es cierto que
algunas personas se crecen ante la adversidad y no se amilanan si el reto que
creían ya alcanzado las sorprende con nuevas pruebas de difícil solución, bien
porque necesitan el fustazo del infortunio para alcanzar el pleno rendimiento
de sus facultades, o sencillamente, como en el caso de las pajarito, porque
temen por su vida si no consiguen lo que se habían propuesto. Las hermanas
Pajarito sabían lo que las podía pasar. Wanda las había pagado por adelantado y
no era de esas personas que te dicen “oh, vamos, no te preocupes, en serio, qué
más da que te hayas quedado con toda la pasta que te di por hacer un trabajo
que no has hecho. Además, tampoco me importa tanto presentarme al Rito de
Iniciación Núbil, por mí lo puede ganar Janet, que en el fondo es una buena
amiga”. No, Wanda, más bien, pertenecía al grupo de brujas que te miran
fijamente, luego te dicen lo que piensan de ti de tal manera que helaría la
médula de los huesos a un toro, y a continuación observas que te has convertido
en sandia.
-El Gran Aquelarre es el
día 12, teniendo en cuenta que estamos a 9, aún nos quedan tres días para
conseguir un nuevo niño –Flora trataba de ser positiva hasta en la expresión de
su cara que la mantenía con una sonrisa forzada que la daba cierto aspecto de
estúpida-. Es muy sencillo, ¿no te parece?
-Ya lo creo, no hay nada de
lo que preocuparse. Por cierto, ¿por qué no evitas sonreír de esa forma? das un
poco de pena.
-¿En serio? pensé que
resultaba irresistible.
En ese momento pasó mi
madre que iba con un capazo lleno de plastas de vaca para echarlas en el
laurel.
-Buenos días vecina –saludó
Flora de lo más cortés-. Tienes muy buena cara.
-Muchas gracias, tú también
–mintió mi madre-. Bueno, quizá sin esa sonrisa tal vez estuvieras mejor, claro
que con ese nuevo color de pelo tampoco queda tan mal.
-¿Te has fijado? es de lo
más fashion, ¿no crees?
-Me lo has quitado de la
boca. Bueno os dejo –mi madre cambiaba de tema de conversación con agilidad de
barbero- que tengo que abonar el laurel y después le voy a dar la teta a
Evaristo.
-¿Le vas a dar la teta a
Evaristo, tu hijo? –preguntaron en sincronizada coreografía las pajarito.
-Claro que le voy a dar la
teta a Evaristo, mi hijo, no se la voy a dar a Evaristo mi suegro, ¿no os
parece? que además lleva cuatro años muerto.
-Qué tontería, por
supuesto, lo que pasa es que pensábamos que le dabas otras cosas, no sé...
-Acaba de cumplir casi un
mes, qué queréis que le dé para comer, ¿berzas con chorizo?
-Ja, ja, no, claro,...
–Flora trataba sin ningún éxito aparentar que la conversación se desarrollaba
dentro de los términos habituales de naturalidad- ¿y qué tal está? el niño,
quiero decir.
-¿No os habéis enterado? se
escapó hace tres días de casa, pero ya ha vuelto. Esa sonrisa Flora, te está
cambiando –mi madre, además de ser una maestra en pasar de un tema de
conversación a otro, de la misma forma dominaba el cambio de tono en
acotaciones que hacía dentro de sus monólogos-. Llegó esta madrugada y él
solito se metió en su cuna a dormir. Me pregunto qué habrá estado haciendo toda
la noche por ahí,...en fin, estos hijos, en cuanto crecen un poquito no dejan
de dar disgustos. Os dejo que tengo tajo.
Una vez que se hubo marchado
mi madre, a las pajarito sólo les faltó dar un salto y chocar las manos en el
aire. Habían pasado de verse convertidas en calabacín o algo peor, a notar el
sabor dulce del éxito con sólo sacar la lengua. Rápidamente tramaron un plan
para volver a secuestrar a mi hermano que lo llevaron a cabo esa misma noche,
ante mis vigilantes ojos. Lo hicieron de la misma forma que la vez anterior,
entrando por la ventana a la habitación de mis padres y volviendo a salir por
el mismo sitio con el monstruo debajo del brazo. Yo no di la alarma, pues como
ya he dicho, por lo que a mí concernía se lo podían quedar para siempre, pero
eso no era óbice, cortapisa ni valladar para que no estuviera interesado en ver
a qué se debía todo este trasiego de niño para arriba, niño para abajo, que
tengo al niño, que dejo de tenerlo,... en fin, que tenía el gusanillo por saber
a qué se debía todo este lío. Y también tenía mis planes, claro.
*
-¡Mi higo se ha vuelto a escapar
de casa! ¿Os lo podéis creer? ¡La tercera vez en un mes!
-¡Tabernero, cómo van esas pintas
que te pedimos hace veinte segundos, vienen o qué!
*
Yo no perdía de
vista a las pajarito ni un solo momento del día. Bueno, en realidad, lo que no
perdía de vista era su casa pues desde que volvieron a secuestrar a Evaristo no
salieron de ella hasta que por fin, pasados tres días, vi que salían vestidas
con sus mejores galas y con un fardo bajo el brazo, que evidentemente contenía
a mi hermano. Olía a distancia. Con
paso presuroso enfilaron por el viejo camino del chorrillo, llamado así, por lo
caudaloso del río que discurría en paralelo por uno de sus lados y rápidamente
se internaron en el bosque. Las seguí por sitios en los que no había estado en
mi vida, por desfiladeros, cañadas, hoces,... fue un repaso por todos los
accidentes geográficos posibles que me dejó exhausto en los primeros diez
kilómetros, pero que una fuerza de voluntad impropia para mi edad me mantuvo
con las energías suficientes para seguir tras ellas por aquellos lugares
ominosos. Finalmente, con mis piernas azotadas por miles de arbustos, algunos
de ellos urticantes, y la fatiga oprimiendo mis pulmones, llegamos a un calvero
al fondo de un valle en el que ya había reunidas unas veinte personas, brujas
todas, vestidas de forma bastante estrafalaria, aunque estoy convencido de que
ellas pensaban para sus adentros que iban de lo más elegantes. Habían formado
un círculo perfecto y, de forma destacada, estaba la Gran Bruja Maestre
Comendadora de Hechizos bajo un enorme chincapín dorado, de hojas, algunas
oblongas y otras lanceoladas. Llevaba su ridícula máscara, para mi gusto
bastante mal hecha, tan grande que no se le distinguían ni brazos ni piernas ni
nada. Era pura máscara. Cuando llegaron las hermanas pajarito fueron
directamente al círculo y se pusieron en un hueco que había claramente
reservado para ellas. Yo me oculté detrás de una roca rarísima que parecía una
mesa de granito y que sin duda era el escondite perfecto, pues podía ver y oír
todo lo que pasaba sin ser descubierto. De repente me llevé un gran sobresalto
cuando de forma inesperada se puso a mi lado una lechuza desplumada de mirada
aviesa que me resultaba de lo más familiar. Me tranquilizó el hecho de que me
mirara con gesto de complicidad, si eso es posible en una lechuza con piel de
pollo. Al poco tiempo la máscara levantó los brazos para acallar los típicos
comentarios de la gente que se vuelve a encontrar después de haber pasado una
buena temporada sin verse, y con solemne autoridad empezó a hablar con una voz
de pito que no le pegaba nada:
-Brujas y hechiceras de
todos los confines del valle, y de más allá de las montañas heladas –un
silencio que se podía apartar con las manos siguió a estas primeras palabras-.
Una vez más estamos convocadas por el poder de la noche para poner a prueba
nuestras más siniestras habilidades en el arte de la taumaturgia, la
nigromancia y demás conocimientos arcanos que no voy a enumerar pues no estoy
de humor, para ver quien es la más poderosa y temible de todas las brujas
presentes.
Un ligero revuelo se
levantó entre las participantes mirándose unas a otras como galgos antes de
empezar la carrera.
-Este año, como todos los
anteriores, a parte de ver quién prepara la mejor sopa de alas de murciélago y
mongoladas por el estilo, la gran expectación está centrada en el Rito de
Iniciación Núbil –en este momento todas las brujas se removieron inquietas en
sus asientos murmurando entre ellas vete a saber qué-. Espero que como novedad
sobre años anteriores en esta ocasión haya alguna de vosotras capaz, no ya de
hacerlo mejor que sus competidoras, sino simplemente capaz de hacerlo –aquí
fijó su mirada sobre el grupo donde estaban sentadas las hermanas pajarito-.
Porque a muchas de nosotras nos gusta mucho presumir, y luego nada de nada,
¿verdad Wanda, Janet y compañía?
Hay momentos en que la
intuición ayudada por ligerísimos indicios juega un papel muy importante en tu
forma de interpretar la realidad que te rodea. Sin darte cuenta llegas a unas
conclusiones que una vez que las haces pasar por el tamiz de la razón, siguen
siendo perfectamente válidas y encajan dentro de la lógica más aplastante. Para
mí, éste fue uno de esos momentos de iluminación subliminal. Inmediatamente me
di cuenta del papel que jugaban las hermanas Pajarito en toda la farsa, pero
sobre todo percibí que el papel protagonista corría a cargo del monstruo. Mi
hermano Evaristo iba a formar parte de ese rito que decía la máscara. Miré a la
lechuza y de la forma en que me devolvió la mirada, supe que ella pensaba
exactamente igual que yo, lo cual es muy meritorio por mi parte, y de estar en
lo cierto, más aún por la suya.
-Así pues –la máscara hizo
un pequeño gallo con la voz de lo más ridículo-, ¿alguna de vosotras es lo
suficientemente bruja para participar en el Rito de Iniciación Núbil, o pasamos
directamente al concurso de tartas y ese tipo de sandeces con las que nos
amuermamos cada año?
Tal como me imaginaba, las
hermanas pajarito y Wanda se
levantaron orgullosas de sus asientos y ante las miradas de admiración y envidia
de todas se dirigieron hacia el centro del círculo.
-Gran Bruja Maestre
Comendadora de Hechizos, compañeras asistentes al Gran Aquelarre
Interprovincial –Wanda hablaba con pompa y solemnidad sabedora de que era el
foco de la admiración y envidia, sobre todo envidia, de todas las
participantes, y en particular de Janet-. Mis dos colaboradoras, y sobre todo yo, Wanda de Ojoseco,
estamos en condiciones, por conocimientos, entrega y amor a nuestra profesión,
de practicar el Rito de Iniciación Núbil, por primera vez en la historia de la
brujería de nuestro gran país para mayor gloria de nuestra hermandad y para que
sirva de ejemplo a futuras brujas que ya tienen en quién fijarse para alcanzar
cualquier meta que se propongan -Wanda hizo una pausa en su perorata que
aprovechó para lanzar una mirada de suficiencia a Janet que estaba de un
preocupante color verde bilis-. Ya sé que todas os alegráis por nuestro
inminente éxito, pues aunque el mérito sea exclusivamente mío, y algo de estas
dos, supone un nuevo logro en la práctica de nuestro arte que a todas nos
beneficia, pues de todas...
-Por el amor de Lucifer,
Wanda –interrumpió la máscara para satisfacción de todas las asistentes-, deja
la retórica autocomplaciente para cuando hayas terminado la prueba. Pasemos a
la ara de los sacrificios, a ver si la estrenamos de una vez, maldita sea.
Dicho esto, todas las
brujas se levantaron del círculo y en disciplinada formación se pusieron en
marcha, con la máscara en cabeza para dirigirse, oh cielos, hacia donde
estábamos la lechuza y yo. No había escapatoria posible, así que me arrebujé
todo lo que pude detrás de la roca. Se detuvieron a unos tres metros por el
otro lado, de forma que no podían verme, pero que si afinaban el oído podrían
oír cómo mi corazón trataba de salirse de su sitio. Afortunadamente iban
murmurando extrañas salmodias que ocultaban el batuqueo cardiaco que casi hacía
mover la roca.
-Manu, manis, manere
volutum ergo pifia tania –decía Wanda.
-Ya, ya, venga –apremió la
máscara, que por lo que se ve no era tan ritualista.
A continuación pude oír que
se acercaba una de las hermanas pajarito hasta la roca y se tendía cuan larga
era sobre ella.
-¿Que Flora es virgen?
–preguntó alguien con cierto pitorreo.
Después, Wanda desenvolvió
a Evaristo y lo puso sobre la pajarito, y aquí vino lo bueno. La máscara al ver
a mi hermano clamó como una posesa con un tono de voz que para nada era la
ridícula vocecilla de antes. Se ve que había impostado una voz de pito para
ocultar su potente vozarrón con el que podría poner en espantada a una manada
de búfalos.
-¡Pero que carajo hace aquí
mi nieto!
Wanda casi se cae del susto
ante el bramido que aún vibraba por todo el valle.
-¿Este crío tan pestilente
es tu,... su nieto, oh Gran Bruja Maestre...?
-¡Si, maldita sea, ese niño
cagado es mi nieto y nadie va a degollarlo, especie de Circe con cara de mono!
-Pero,... ¿y el Rito de
Iniciación Núbil?
-A la mierda con el Rito de
Iniciación Núbil. Me llevo al crío y tú estás despedida de nuestra
organización, privilegio que hago extensible a esas dos pajarracas, que sois
más feas que una lechuza desplumada.
Mi compañera de escondite
no recibió de muy buen agrado este último comentario y protestó con unos
estridentes graznidos que nos delató a los dos. Todas se asomaron a ver qué era
aquello y de repente me convertí en el ser más observado por un tropel de
brujas, bastante sorprendidas de
antemano, pero mucho más ahora.
-¿Y eso?
-¡Por todos los diablos!
¡Ese es mi otro nieto!
-¿Pero esto qué es, un
aquelarre o la visita a la abuela?
Mi abuela Dora fulminó con
la mirada a la autora del comentario, la despidió también de la organización, y
sin hacerme el menor caso cogió a Evaristo y se marchó todo lo dignamente que
le permitía la máscara que aún llevaba, seguida por la lechuza que por fin
parecía algo más contenta. Yo la seguí a cierta distancia pensando que aunque
mi hermanito me había robado mi puesto y que no me apetecía nada compartir las
atenciones de tía Flavia y del resto de la familia con él, tampoco se merecía
lo que habían estado a punto de hacerle. Además, yo tenía mis propios planes
para deshacerme del intruso. Mi amigo el cabrero Rufus necesitaba un buen perro
lobo para guardar su rebaño y pronto iba a tener el mejor cachorro. Exactamente
dentro de 24 días.
Supongo que el mundo es un pañuelo. Y no lo digo porque esté lleno de mocos, sino porque es fácil coincidir cuando se tienen aficiones tan peculiares. Pero si encima viven en lo que sospecho era una pequeña aldea, pues aún más. Este cuento me ha divertido un montón, además de dejarme una gran sonrisa incrustada en la cara. Y lo mejor de todo es que, en momentos puntuales, incluso ha conseguido arrancarme hasta alguna carcajada. Gracias por deleitarnos con este cuento, con esta clase de regalos da gusto asomarse por aquí.
ResponderEliminarMazcota, muchas gracias por tu apreciación. El cuento está escrito para divertir, pero si consigue que alguien se ría, es lo mejor que le puede pasar al autor.
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