sábado, 6 de agosto de 2016

La abuela Dora. Segunda parte




RESUMEN DEL CAPÍTULO ANTERIOR:


El Rito de Iniciación Nubil, el gran jolgorio de las brujas de la comarca, se va a celebrar en un fecha próxima aunque aún no determinada. Wanda y su equipo, fomado por las hermanas Pajarito (Flora y Fina), compite con su archienemiga Janet y sus dos brujas, Olivia y Alison Dick. Ambos equipos necesitan un bebé para ser sacrificado sobre los pechos de una virgen el día del Rito de Iniciación Nubil.




Ahora os dejo en el último párrafo de la entrega anterior.

     Yo me seguía meciendo empujado por la suave brisa del atardecer sin hacer ningún movimiento que delatara mi presencia, pues aunque no entendía nada, mi intuición, una vez más, me decía que se trataba de algo que ellas preferían mantener en secreto.

*

     -Chicas, el mes que viene es la gran competición, ¿cómo va lo del niño? Creo que Fina y Flora ya tienen uno para la asquerosa de Wanda.
     -¿El niño? Ou,... esto...
    -Por favor Olivia, no agaches el sombrero,... quiero decir que no agaches la cabeza. ¿Qué me decías del niño?
    -¿Sabemos ya qué día será la celebración?
    -No, Alison Dick, no,... sabes perfectamente que de la fecha exacta no nos enteramos hasta unos días antes, vía lechuza mensajera. Así han sido todos los años y no existe ningún motivo para suponer que este año sea de forma diferente. ¿Lo del niño cómo va?
    -Pues no estaría de más que La Gran Bruja Maestre Comendadora de Hechizos se enrollara y nos dijera cuando es el gran aquelarre con tiempo suficiente par prepararnos, hummm, y tener todo listo.
    -Claro, claro,... el caso es que no se enrolla nada. ¿Y lo del niño, me cisco en todo lo que vuela, cómo va lo del maldito niño?
    -El año pasado fue a finales de mes, con lo cual nos da un margen de tiempo que se puede aprovechar para rematar los últimos detallitos, esas pequeñas cositas que sin ser fundamentales siempre se dejan para el final.
    -Olivia, Alison Dick, me estáis hinchando las narices –Janet hablaba ahora con los dientes apretados, sin separar las dos mandíbulas-, habíamos quedado en llevarnos bien. Yo estoy cumpliendo con mi parte pero exijo que también cumpláis vosotras con la vuestra –repentinamente, Janet cambió el tono, impostando otro de exagerada dulzura-. ¿Seríais tan amables de ponerme al corriente sobre vuestras, sin duda merecedoras de homéricos elogios, gestiones para conseguir el material imprescindible que nos llevará a vivir momentos de gloria imposibles de olvidar?
     -Ah, sí, claro, ¿con lo del material imprescindible te refieres a lo que comentamos un día sobre un niño que teníamos que robar o no sé qué?
    -Exacto. Contadme, contadme, ¿cómo va todo? ¡Y haced el favor de no bajar las cabezas, maldita sea!

*

 Yo seguía penduleante, colgado de mi árbol, dándole vueltas a lo que había oído a las hermanas pajarito a cerca de matar a un mono, o no sé qué otro animal pero que finalmente era un niño y estaba realmente intrigado, pues no podía imaginar a ninguna de las dos matando a nadie. El caso es que esa misma noche cambié de opinión.
    Aunque parezca mentira, llevaba cerca de cinco horas colgando del árbol sin que nadie me echara de menos. Estaba claro que Evaristo me había destronado. Cansado y humillado, a las once de la noche decidí pedir auxilio, pues hasta entonces había esperado en silencio la reacción de mi familia ante mi desaparición. Suponía que estarían algo preocupados, intranquilos,... no sé,
tampoco es que esperara que de repente se organizaran multitud de grupos de búsqueda con toda la población de la comarca haciendo cola para alistarse, pero al menos que alguien saliera al jardín llamándome con cierta insistencia y cierto disgustillo. El caso es que nada. Así, que como digo, empecé a llamar a gritos a la tía Flavia sin obtener ninguna respuesta. Tampoco mi madre se dio por enterada, ni nadie de la casa, en vista de lo cual, decidí bajar del árbol por mis propios medios, tarea nada sencilla, pues me desollé enterito con el tronco según caía abrazado a él, hasta que una rama con multitud de protuberancias se interpuso en mi entrepierna y me paró de una forma que jamás pude imaginar tan dolorosa. Cuando recuperé la respiración, que no entiendo como se me cortó si el impacto fue donde fue, seguí destrozándome de otras fantásticas maneras. Finalmente aterricé en el suelo y medio arrastrándome me dirigí hacia mi casa con un tobillo dislocado, las meaderas tumefactas, y probablemente con la mitad de la sangre necesaria para mantener las constantes vitales constantes. Quizá por eso perdí el conocimiento a escasos metros de la puerta de entrada al lado de un arbusto de laurel que mi madre abonaba rodos los días con plastas de la vaca. Lo recuperé ya muy avanzada la noche, serían las dos o tres de la madrugada, y ¡oh, sorpresa! Semiconsciente vi que las hermanas pajarito salían de la habitación de mis padres con un extraño bulto en las manos saltando por la ventana. Luego, con pasos rápidos desaparecieron en la oscuridad de la noche camino de su casa, pero aún pude ver como se metían en un cobertizo donde guardaban todo tipo de archiperres inverosímiles que usaban para curtir pieles y hacer todo tipo de prendas con variable resultado estético. Después volví a perder el conocimiento.

*

    -Bueno, entonces nos lo cargamos ya, ¿no?
    Flora hizo la pregunta mientras afilaba con movimientos mecánicos y precisos un cuchillo curvo y pequeñajo, como una gumia rechoncha.
    -Ya sabes cuál es mi opinión. Yo creo que deberíamos dejarlo con vida y confiar en que la celebración no sea en noche de luna llena, pero si crees que es demasiado arriesgado, entonces, cuanto antes lo hagamos, mejor, pues antes se le pasará la rabieta a Wanda y nosotras tendremos más tiempo de buscar un sustituto.
    -Pues hala, ponme al gazapín encima de la mesa que lo voy a pelar.
    -Pero mira que eres bruta, hija. Se trata de que Wanda crea que el crío  ha amanecido muerto y si se lo llevamos hecho unos zorros, ¿qué la decimos?: “mira, no tenemos ni idea de lo que le ha pasado, suponemos que habrá sido una cagalera,... ya sabes lo que pasa con los bebés cuando te salen delicaditos”, ¿no?, y mientras, la enseñamos el niño sin piel, como un tomate escalfado.
    -Uy, sí, qué tonta, tienes razón pero es que ya sabes lo que me gusta a mí desollar. Amor al trabajo, ya me conoces.
    -Anda, anda, acércame ese trapo que voy a hacer las cosas profesionalmente: tratamiento por asfixia, ya verás.
    -Ya, pero donde esté un buen desollamiento...
    Fina cogió el trapo que le dio su hermana y cuando  lo puso sobre la cara del pobre Evaristo, algo chocó violentamente contra el ventanuco del cobertizo. El golpe se volvió a oír y  las dos hermanas se miraron perplejas tratando de adivinar qué podía ser lo que seguía aporreando de forma insistente, y por tanto molesta, en su tejado. Abrieron el ventanuco y una lechuza con cara de corazón partido por la mitad, y blanca como un queso de oveja, es decir, no demasiado blanca, se coló rápidamente dentro del taller y fue a posarse precisamente al lado del bebé. Estaba algo magullada y probablemente mareada de los trastazos contra el ventanuco pero sabía mantener el tipo con dignidad.
    -¡La lechuza mensajera, La lechuza mensajera! –gritaron las dos al mismo tiempo.
    Rápidamente se lanzaron sobre ella y levantándola por el pescuezo cogieron el mensaje que llevaba enrollado en una de sus patas. Según lo iban leyendo sus caras se abrían en una amplia sonrisa cada vez más llena de dientes hasta que finalmente empezaron a bailar una especie de polca improvisada,  presas de un júbilo sin precedentes en su habitual forma de recibir mensajes. La noticia que las había puesto de tan sandunguero humor venía de la Gran Bruja Maestre Comendadora de Hechizos, comunicando la fecha de la celebración del aquelarre, el doce de octubre que, según sus precisos cálculos, caía cuatro días más tarde de luna llena, es decir, en luna menguante, es decir, que mi hermano había salvado el pellejo de momento.
    -Bien, querida hermanita, somos muy afortunadas. Tenemos al candidato ideal para el Rito de Iniciación Núbil, y Wanda encantada con nuestro trabajo. Todo lo que tenemos que hacer es esconder al interfecto hasta el doce de octubre que lo llevaremos al gran aquelarre para que con su colaboración involuntaria ganemos la competición y por tanto, el prestigio y reconocimiento de toda nuestra alegre comunidad de brujas colegiadas.
    -¿Puedo desollar  la lechuza para celebrarlo?

*

 Al día siguiente, mientras Fina y Flora celebraban su fortuna, Alison Dick y Olivia  languidecían por el peso del fracaso. También ellas habían recibido el mensaje con la fecha de la celebración y, dado que ya estaban a seis de octubre, las quedaba menos de una semana para conseguir el niño que necesitaba Janet, su jefa, para poder optar al codiciado premio. Después de recorrer toda su comarca en busca del anhelado bebé decidieron bajar al valle vecino, donde estaba mi aldea, para ver si en esos nuevos pagos tenían más suerte. Antes de empezar el trabajo, para aliviar sus penas y de paso darle un gusto al cuerpo, pensaron que sería una buena idea  visitar la taberna y beberse un barril de cerveza entre las dos. Allí se encontraron con mi padre y sus amigotes que también estaban empeñados en la tarea de aliviar penas vía cerveza. Y las penas de unos supusieron la esperanza de otras.
    -Mi higo, ¿te lo puedes creer? ... hips... se ha vuelto a escapar de casa.
    -Y volverá a hacerlo si no tienes mano dura, amigo.
    -¿Mano dura? pero si nació hace veintiséis días...
    No lo he mencionado hasta ahora, pero Alison Dick, la bruja más vieja del país, tenía tres largos pelos en la punta de la nariz que cuando escuchaba algo de su interés se ponían tiesos como el rabo de un perdiguero oliendo su presa. En este momento, al escuchar a mi padre, se le estiraron hasta tal punto que tuvo que hacerse una trenza para no llamar demasiado la atención. Dio un manotazo a Olivia que seguía empinando el codo y se acercaron un poquito más a la mesa donde estaba mi padre con sus amigotes.
     -¿Veintiséis días y ya se ha fugado dos veces?... lo que te decía, ¡mano dura!
    Alison Dick apuró lo que quedaba del barril de un trago y tras soltar un eructo que casi levanta el entarimado del suelo, cogió a Olivia en volandas y juntas salieron de la taberna.
    -Vamos a buscar a ese pequeño aventurero antes de que lo haga el borracho de su padre. Esta aldea sólo tiene cuatro casuchas y no será difícil encontrarlo.
    -¿Y luego volvemos a por un poco más de cerveza?

*

La nariz de Alison Dick, la bruja más vieja del país, además de tener tres insurrectos pelos, estaba dotada de uno de los olfatos más finos del reino animal. Guiándose de tan excelente sistema de detección, y dado que Evaristo llevaba una buena temporada sin que nadie le cambiara los pañales, pronto llegaron al cobertizo donde Fina y Flora, las hermanas pajarito, lo tenían secuestrado. Entraron sin ninguna dificultad por el ventanuco del tejado que tenía las contraventanas totalmente astilladas, y rápidamente se encontraron en el interior del taller, donde una lechuza completamente desplumada las miraba con expresión de profundo malestar. El azar quiso que en ese momento yo estuviera sentado a la puerta de mi casa recuperándome de los quebrantos sufridos el día anterior, y vi perfectamente como las dos brujas salían del cobertizo llevándose a mi hermano debajo del brazo. Detrás las seguía, dando pequeños saltitos, lo que parecía una lechuza sin plumas visiblemente malhumorada. Era la segunda vez que alguien estaba interesado en llevarse a mi hermano y aunque yo veía con satisfacción que desapareciera, no dejaba de intrigarme que tanta gente quisiera hacerme el favor. Si no fuera porque había quedado con Rufus, el pastor más animal de todo el valle, las hubiera seguido para enterarme de qué iba todo el misterio, pero una cita es una cita.

*

 Ni que decir tiene que el disgusto que se llevaron las hermanas pajarito cuando se dieron cuenta de que les habían robado el niño, fue colosal. Del cobertizo llegaban, arrastradas por el viento, terribles maldiciones que proferían entre sollozos y lamentaciones. Estaba claro que querían muchísimo a mi hermano y que lo echaban de menos, pero, la pregunta que yo me hacía es, si tanto lo querían, ¿por qué lo habían robado también ellas?. No sé, el caso es que después de estar toda la noche encerradas en su taller, al día siguiente desaparecieron sin dejar ningún rastro. Partieron hacia lo que ellas llamaban “territorio enemigo”, al otro lado del valle, donde vivían Janet, Olivia y Alison Dick, la bruja más vieja del país. Lo supe porque me lo dijo mi amigo Rufus, el pastor.

*

Como cualquier otro gremio, el de brujas y hechiceros tiene su código ontológico que como en cualquier otro gremio no sirve nada más que para decir que lo tienen. Que se sepa ninguna bruja lo ha aplicado a lo largo de toda la historia de la hechicería y las probabilidades de que aparezca de repente alguna, dispuesta a guiarse por él son remotas, pero si además está de por medio la gran competición del aquelarre interprovincial que se celebra todos los años en las inmediaciones de mi aldea natal, el que alguien piense que puede haber una bruja que se comporte deportivamente está tan fuera de lugar que a los niños cuando se caen y se hacen daño les cuentan algo relacionado con esta improbabilidad para que se rían. Tanto como se estaban riendo ahora Alison Dick, la bruja más vieja del país, y su colega Olivia, mientras desenvolvían a Evaristo sobre el fogón de la cocina ante la mirada circunspecta de la lechuza que seguía la acción con el entrecejo fruncido en una clara mueca de desaprobación.  A la euforia por el éxito de su operación, se unían los efluvios de la cerveza, como combustible para alimentar las carcajadas, con el resultado de una mandíbula desencajada para Olivia, y la pérdida de parte de la dentadura para Alison Dick. Cuando finalmente recuperaron la estabilidad emocional y pudieron controlar su desbordante alegría, mi hermano empezó a berrear, quizá para dejar claro, que ahí, no todos compartían los mismos intereses.
    -Demonio de crío, con esos pulmones hubiera sido un monstruo de la canción.
    -O pregonero.
    Las dos brujas volvieron a estallar en sobrecogedoras carcajadas hasta que Alison Dick, guiada por la responsabilidad de ser la bruja más vieja del país, paró en seco sus desbordantes risotadas y levantando una mano como si quisiera detener el mundo, exclamó tan seria como nunca antes había estado:
    -Mañana haremos venir a Janet para que cubra de oro las palmas de nuestras manos.
    -Se va a poner tan contenta que podremos pincharla con nuestros gorros sin que diga nada, ya verás.
    -Sí... de la misma forma que para ella la gran noche será la del doce de octubre, para nosotras será mañana –de repente el tono de Alison Dick cambió por otro de gran autoridad-. Por cierto, antes de irnos a la cama, limpia las cacas a este mocoso porque tengo las narices que me van a estallar.
    Si de repente hiciéramos avanzar el tiempo y nos pusiéramos veinticuatro horas más tarde en el mismo sitio, veríamos exactamente la misma escena pero con más gente. Podríamos ver que Evaristo, flanqueado por Olivia y Alison Dick seguía  en el fogón de la cocina (aún con los pañales repletos de lo más pestilente que se da en materia orgánica, dado que la autoridad de la bruja más vieja del país no fue suficiente para vencer la repugnancia de Olivia),  pero además veríamos que acababa de entrar Janet, exultante, por la puerta de la cocina. Si aún avanzáramos otros diez minutos más, podríamos apreciar que dos figuras con cara de pájaro asustado avanzaban de puntillas, ocultándose entre la maleza, hacia la choza de Olivia y Allison Dick, y que discretamente se asomaban por la ventana de la cocina para ver qué estaba pasando en su interior. Y lo que pasaba es algo que no suele verse todos los días.
    Janet, nada más ver al niño, lo cogió jubilosa en volandas, y haciendo esfuerzos para no sufrir un desvanecimiento por efecto de la corriente de aire apestoso que provocó su entusiasmo, empezó a bailar con él mientras le soltaba frases incomprensibles en un idioma inventado por ella pero que resultaba de lo más efectista. Varias veces incluía la frase “abracadabra pata de cabra” ante el regocijo de sus pupilas que apartaban el aire de delante de sus narices con severos manotazos, al tiempo que pedían a su jefa que dejara de mover al chiquillo como si fuera un botafumeiro de un lado para otro.
   Las dos figuras con cara de pájaro asustado seguían desde el exterior la alegría de sus competidoras, expectantes, pero sin compartirla. Tenían que recuperar al crío como fuera sin excluir la violencia, razón por la que  cada una de ellas había traído consigo distinto tipo de armamento, ligero pero mortífero. Flora, tan aficionada al despelleje, acariciaba agazapada bajo la ventana un enorme escalpelo de hoja ligeramente curva y perfectamente bruñida en la que se reflejaba una luna que empezaba a asomar tras los árboles del bosque. Una luna que según iba saliendo, se iba mostrando más y más grande, y más y más redonda, porque esa noche era noche de luna llena. De repente, Flora vio por el rabillo del ojo el destello brillante que salía de su cuchillo, y sin apenas mover la cabeza, con un simple movimiento de los globos oculares que le quedó de lo más camaleónico, observó por un lado que el disco lunar estaba ya en todo su apogeo arriba, en un cielo que repentinamente pasó del azul oscuro al negro tizón, y por otro lado el interior de la cabaña. Y ella pasó de estar agachada bajo la ventana de la cocina de Olivia y Alison Dick, la bruja más vieja del país, a estar corriendo monte abajo todo lo que daban de sí sus flacuchas piernas. Flora se quedó el tiempo suficiente para encanecer repentinamente. Lo que vio a través de la ventana de la cocina durante décimas de segundo, antes de emprender también la huida tras su hermana, hubiera hecho palidecer de miedo a todos los osos de la comarca. En cuanto la luna logró colarse en todo su esplendor dentro de la cocina iluminando la totalidad de las cosas que había dentro, entre lo que se encontraba mi hermano, el bebé lobezno, la escena fue, por describirlo de una forma sencilla, la repanocha. El único personaje que permaneció inmutable, y con cierta sonrisilla de refocilo, fue la lechuza, que hasta ese momento no se había divertido nada desde hacía tres días. El resultado fue que Janet, Olivia y Alison Dick, la bruja más vieja del país, también se quedaron sin niño para el Rito de Iniciación Núbil. Naturalmente, antes de marcharse por el hueco de la chimenea, Evaristo se permitió destrozar de forma irrecuperable la cocina, el resto de la casa, y cobertizos adyacentes.

*
EL MARTES SABRÉIS EN QUÉ ACABA TODO ESTO PORQUE PONDRÉ EL ÚLTIMO CAPÍTULO. BUENO, AL MENOS ESO ESPERO, PUES ESTOY RECIBIENDO SERIAS AMENAZAS  ADVIRTIÉNDOME DE LO QUE ME PASARÁ SI CUENTO EL FINAL. LAS AMENAZAS SON ANÓNIMAS, PERO NO SÉ, EL HECHO DE VER MULTITUD DE BRUJAS SOBRE SUS ESCOBAS REVOLOTEANDO ALREDEDOR DE MI CASA, AL CAER LA NOCHE, ME HACE SOSPECHAR DE ALGUIEN.
VEREMOS EL MARTES.




6 comentarios:

  1. genial. Espero que no te hagan nada las brujas sería terrible no saber en qué acaba todo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. he rodeado mi casa con un círculo de sal, así que no hay nada que temer. Gracias.

      Eliminar
  2. Respuestas
    1. desde luego la carrera la ha empezado bien para llegar a presidente jajaja

      Eliminar
  3. Pues yo espero las represalias de la lechuza. Cuando esa clase de bichos fijan la mirada en un enemigo, cosa que hacen muy a menudo, no descansan hasta consumar su venganza. Y también ando expectante con las peripecias del resto de personajes. Molestar a la familia de un bebé-lobo no es un juego del que se pueda salir muy bien parado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, las lechuzas cuando se les mete una cosa entre ceja y ceja... Mañana podrás ver el desenlace Mazcota (espero)

      Eliminar