Vivimos en un mundo cada vez más tecnificado, esto es
algo que a nadie se le escapa. El número de aparatitos que nos complican la
vida crece de un día para otro sin apenas darnos cuenta, mejor dicho, sin darnos
cuenta en absoluto. Incluso para los que han tenido la suerte (supongo) de
nacer en la era digital, resulta abrumadora la continua invasión de nuevos
juegos, nuevas aplicaciones y recientes gadgets (a ver, cómo se traduce eso), tanto
que no dan abasto para estar al día de todas las novedades que se producen
continuamente a pesar de su innata preparación para asimilar todo lo enchufable.
Todo esto está sucediendo en los países del primer mundo pero el resto también
lo sabe; de alguna forma relacionada también con la técnica, los habitantes del
país más atrasado de la Tierra se acaban enterando de que en Media Mark de Alcobendas
han abierto un departamento de robótica.
Otra cosa que se está extendiendo como el colodrillo
son los drones, algo que antes hasta el nombre resultaba extraño. Ahora son tan
comunes que ya hay tiendas especializadas en su venta y los hay del tamaño de
un sanbernardo que ni siquiera necesitan permiso para ser utilizados.
Por cierto, ya se ha producido la primera víctima
mortal en un accidente de un coche autodirigido. Se trata de un modelo ya
experimentado que se precipitó a toda velocidad contra el remolque de un enorme
trailer ante la mirada de estupefacción del camionero que vio como el conductor
del coche accidentado iba tranquilamente leyendo el periódico.
Todo esto es culpa de los transistores (antes, cuando
yo era pequeño, un transistor era una radio sin cable), ese componente mágico
de la electrónica que hace de todo y que básicamente consiste en recibir un
estímulo por un lado y transferir otra cosa muy distinta a la salida. Sin
entrar en detalles, cuántos más transistores tenga un procesador más
sorprendidos nos encontraremos todos al contemplar lo que es capaz de hacer.
Con esta premisa es fácil deducir que el espacio que van a ocupar es primordial
y aquí es donde reside la clave para llegar al punto en que nos encontramos
actualmente: la tecnología de la miniaturización, pero eso es otro asunto
diferente que merece capítulo aparte.
El hecho es que actualmente se pueden meter varios millones
de transistores en un espacio ridículo, el límite está en 14 nanómetros, y
teniendo en cuenta que un nanómetro es la milmillonésima parte de un metro (un
milímetro es un millón de nanómetros, así está más claro) nos daremos cuenta de
cuántos transistores cabrían en una caja de zapatos, por ejemplo.
Y aquí es donde aparece por fin la ley de Moore, que
casi me voy por los cerros de Úbeda.
Este señor predijo en 1965 que el poder de
procesamiento (velocidad, memoria…), es decir, el número de transistores del
procesador, se duplicaría cada año. Y así se ha venido cumpliendo estrictamente
aunque en 1975 rectificó la ley y dijo que el número de transistores se iba a
duplicar, no en un año sino cada dos años. Claro, todo tiene un límite, y a
partir del mes que viene la Ley de Moore dejará de cumplirse y será
oficialmente declarada fuera de vigor.
Lo malo es que la derogación de la ley no impedirá que cada vez que compremos un
ordenador, el mejor del mercado en ese momento, antes de llegar a casa y
sacarlo de la caja, ya se ha fabricado otro que lo supera. Y lo que es mucho
más irritante, tampoco nos librará de actualizar los programas de “los
dispositivos” cada par de meses, hasta que al cabo de dos años el “dispositivo”
deje de funcionar por mucho que lo actualicemos.
Si no fuera por eso, la vida sería mucho más cómoda.
Artiblog relacionado, COSAS DEL PASADO
cualquier telefono movil de ahora tiene muchisisma mas capacidad que un ordenador de aquella época y ocupa la mitad de la mitad de la mitad de la mitad....
ResponderEliminarasí es, y precisamente, como comento en el artiblog COSAS DEL PASADO, llegaron a la Luna con un ordenador que cualquiera de los que tenemos en nuestras casas lo supera con creces. Vaya valor.
ResponderEliminarLo que no predijo el señor Moore es que nos iríamos alelando a la misma velocidad que crecían los transistores. Y bien que lo agradecen los bichejos. Porque antes, de pequeños, salíamos al aire libre a cazar lagartijas y otras alimañas. En cambio, ahora, ves correr a chavales (y no tan chavales) sin apartar la mirada del móvil, totalmente absortos, intentando atrapar pokémones virtuales por la calle. Pero tranquilo, porque estoy seguro que en unos dos años (soy un fiel creyente de la ley de Moore), de alguna manera u otra, doblaremos ese embobamiento.
ResponderEliminardesde luego que no solo están absortos con el móvil los chavales, es todo el mundo y a todas horas, hasta conduciendo. La dependencia del móvil es digna de estudio, ya no hay conversación posible en la que en algún momento alguien consulte en wikipedia algún asunto sobre el que no todos están de acuerdo para ver quién tiene razón. Y si no me crees míralo en wikipedia ;-))
EliminarAhora criticamos el móvil, pero nos ha ayudado muchísimo su aparición en nuestras vidas. A otros les ha servido para inclinarse a la infidelidad conyugal; allá ellos. Pero en casos de apuro, que bien nos viene.
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