Los poetas son gente extraña, diferente, con una
visión aberrada de la realidad. En general procuran que esa visión sea más
hermosa, pero igualmente un poeta puede distorsionar lo que ve para hacerlo más
terrible, doloroso y hasta terrorífico. Todo depende de en qué sentido dirijan
su potenciador de emociones, que es así como podría llamarse científicamente el
instrumento que utilizan para describir aquello que les llama la atención, con
el fin de conmover. Ese instrumento no es otra cosa que una forma ordenada y
precisa de seleccionar las palabras que constituirán cada unidad de
información, llamada verso, dentro de los círculos no científicos.
Luis Gallardo se dedicaba precisamente a estudiar la
creación poética con un criterio estrictamente científico. El punto de partida
de su análisis no era la literatura, sino la ciencia. Una forma mucho más fría
de contemplar el mismo hecho, pero con unas conclusiones más precisas, pensaba.
No voy a describir ahora los resultados de tantos años de estudio y observación,
no viene al caso, y además no me siento capacitado para esa labor, pero sí
quiero contar qué fue de Luis Gallardo.
De pequeño era un niño casi normal, si dejamos a
parte su manía de quemar hormigas ayudado por una lupa, y de joven, aunque
siguió con la costumbre de achicharrar todo tipo de bichos, se puede decir que
también era normal, pero eso sí, con tendencia a la melancolía. Taciturno, eso
es, Luis Gallardo era muy taciturno, y ese rasgo tan marcado de su carácter,
fue quizá lo que más influyó a la hora de decidir a qué iba a dedicar su vida,
que como ya ha quedado claro consistía en estudiar la poesía utilizando el
método científico. No contaba las sílabas de los versos, pero podemos decir que
utilizaba un espectrómetro de masas figurado para obtener una idea de su
dimensión, densidad y hasta del color. Pues bien, llegó a sentirse tan
identificado con su trabajo que en sus ratos libres escribía poemas, pero eso
sí, sin poner nada de pasión en la obra. Sólo técnica y método científico.
Sonetos perfectos, con y sin estrambote, cuartetas ideales, sextinas
rompedoras… cualquier estructura, ya fuera clásica o moderna, salía de su
ordenador (por supuesto no utilizaba otro sistema para escribir que no fuera un
ordenador) con perfección matemática. Escribió más de doscientos mil poemas,
sí, muchos más, y en ninguno de ellos puso nada que saliera de su alma. Jamás
hizo un solo verso que partiera del fondo de su corazón, no lo necesitaba para
crear belleza, y nunca buscó emociones reales para nutrir su imaginación.
Escribió sobre el amor sin haber estado nunca enamorado, a cerca de la amistad,
sin tener amigos y un poemario completo dedicado a unos hijos que jamás tuvo.
Todo era falso, podríamos decir, claro que falso no es una palabra correcta,
pues los poemas existían de verdad, y eran buenos, muy buenos, endiabladamente
buenos. Muchos de ellos, quizá fueran los más bellos jamás escritos.
Al final de sus días hizo algo insólito: se deshizo
de su ordenador y destruyó toda su obra. Sabía cuando iba a morir y ese mismo
día quemó miles de páginas en su chimenea con la intención de dejar solo una
poesía escrita, una que aún tenía que crear. Por fin sentía la necesidad de
expresar sus sentimientos, de sacarlos fuera y plasmarlos con palabras de la
forma más cautivadora posible. Sin ciencia pero con corazón.
Su agonía continuaba indolora e implacable. Cogió una
pluma estilográfica, un papel, y se dispuso a inmortalizar sus sentimientos en
una poesía que ya tenía claramente escrita en su mente.
Escribió primero el título: solo, la palabra adiós, escrita con un trazo débil, casi
inexistente. De hecho la última letra solo era un arañazo en el papel, un
gesto inútil imposible de distinguir. Se dio cuenta demasiado tarde de que la
pluma estilográfica no tenía tinta. Se murió con una sonrisa cínica en los
labios que expresaba todo lo que sentía mucho mejor que cualquier poesía jamás escrita. Bueno,
la verdad es que eso nunca se sabrá.
si puede exisitr un software que haga poesías, otro que haga música, otro que pinte cuadros,... todos podremos ser aritstas y el precio de todas las obras bajará, y los auténticos se morirán de hambre porque lo único que saben hacer es escribir, pintar, componer, esculpir...
ResponderEliminarno hace falta ningún software modernísimo para que un artista se muera de hambre.
EliminarI liked, por así decirlo.
ResponderEliminarTienes que perdonarme, pero no me siento nada comentarista ¿o es comentarero? en estos últimos tiempos.
Si ya está casi todo dicho y/o escrito.
Pero tú no dejes de hacerlo que somos supporters tuyos (yo incluso más bien hooligan)
Nos vemos dentro de nada, que el 16 llego a España y ya tengo ganas de verte y abrazarte.
Besos
en caso de ser gallego, sería un "comenteiro". Si inglés, un "comenter", si vasco, "komentuolari"... y así,... es muy fácil.
EliminarLlámame cuando llegues, que lo mismo tienes la mala suerte de verte en el compromiso de asistir a la presentación de mi novela ;-))
tengo curiosidad por leer poesía de alguien que nunca la ha escrito, pero que normalemnte escribe (y bien) en prosa. A mi me gusta escribir y jamás he escrito una poesía. estoy convencido de que sería un desastre.
ResponderEliminaren el terreno no profesional, seguro que es un desastre, sí.
Eliminar¿Hay gesto más poético que una representación, in situ, de la muerte?
ResponderEliminarPreparó el pupitre, escribió el título y exhaló su último aliento sobre el papel.
Los versos ya fueron contados una y mil veces por los ordenadores, ahora solo le faltaba la pasión. Y le puso tanta que hasta se dejó la piel en el intento, literalmente.
Yo no sé que más se le puede pedir a un poeta.
sí, pero da pena, ¿no?
EliminarBueno, lo que es una auténtica lastima es haber creado una máquina tan maravillosa y no ser capaz de disfrutar sus logros, para acabar muriendo con ese sentimiento de desdicha. Puedes vivir de dos formas, o alegre por lo que tienes, o triste por lo que no alcanzas a tener.
Eliminartal como dices, puedes vivir alegre por lo que tienes o triste por lo que no alcanzas a tener, y aún cabe otra posibilidad que es perder lo que tienes. Aparentemente la peor es la última, digo aparentemente, porque la peor es la segunda.
Eliminaryo estoy convencido de que ningun poeta, que vive de la poesia y gana dinedro con ella, a veces mucho(pongamos Neruda),compone con los dictados del alma. Mas bien lo que hace es aplicar una tecnica para crear su obra sin que los sentimientos exresados tengan que ser necesariamente autenticos. Es como si exigieramos a un escritor de novela policiaca que los crimenes de sus personajes han de haber sucedido en la realidad.
ResponderEliminartotalmente de acuerdo. Es más, hay muchos poetas que trabajan por encargo (fíjate, Pemán hizo la letra del himno de España, y le salió tan bien, que nadie sabe ni como empieza).
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