El otro día estaba viendo el final de una prueba de
los Juegos Olímpicos, y tan final era, que solo llegué a la entrega de las
medallas, pero fue revelador. Hasta entonces ese momento me había pasado
bastante desapercibido y no había reparado en un hecho que es de suma
importancia: ¿quién es el encargado de poner el trofeo a los vencedores? ¿Hay
especialistas en poner medallas, de la misma forma que los hay en los cien
metros vallas? Pues parece ser que sí, el otro día, ya digo, el misterio me fue
desvelado. Después de sonar el himno nacional del merecedor del oro, el
comentarista, con tono adecuado a las circunstancias, anunció que las
autoridades iban a colocar las medallas a los campeones. Ya está, misterio
resuelto, los encargados de colocar las preseas, como les ha dado por decir
este año, son las autoridades. Pero ¿las autoridades en qué?
¿Autoridades en física cuántica, en matemáticas? Porque uno es una autoridad en
algo, no así, en general. No me imagino a la madre de una autoridad diciéndole
a una vecina a la que se ha encontrado en la escalera:
-Pues sí hija, el mayor ya ha terminado derecho, la pequeña ha empezado
medicina y luego está Pablito que es una autoridad.
O Bien, que Pablito va a estudiar para ser una
autoridad. O al mismo Pablito, cuando alguien le pregunta en qué trabaja, que
diga:
-¿Yo?, soy una autoridad.
Luego, me olvido de los JJOO y rebuscando en mi
memoria, aparece la imagen repetida en las noticias, desde la época del NODO,
en la que siempre, de alguna manera, “las autoridades” hacían acto de
presencia. También me acuerdo de que cuando hay un acto público, y vemos una
parcela vacía y espaciosa separada con un cordón rojo, generalmente de
terciopelo, resulta que está reservada “para las autoridades”. Y digo yo, ¿por
qué no llamar las cosas por su nombre y poner directamente, espacio reservado
para los políticos? Porque eso,
político, sí se puede ser de forma general, de la misma forma que uno puede ser
de forma general cualquier otra cosa a la que se dedique. Pablito es político,
y ya está. No hay necesidad de apabullar a nadie. Se es político como se es
asesor financiero, no hace falta ir presumiendo de que es una autoridad, título
que nadie, salvo ellos mismos, les ha otorgado. Luego, eso sí, la historia los pone en su sitio, y
hablan de don fulano de tal, gran político y pensador de principios de siglo,
olvidando por completo el tratamiento de autoridad, que hasta da un poco de
miedo. O menganito, político y jurista en el reinado de Alfonso XII. A nadie se
le ocurre decir, don fulano, autoridad en el gobierno de zutano, destacó por su
nulidad (que a su vez, Zutano sería otra autoridad, claro).
Entonces quedamos, que para evitar que se les suban
los humos (solo les faltaba esto), vamos a poner, espacio reservado a los
políticos, donde hasta ahora ponía reservado para las autoridades, o mucho
mejor, como pone en otros lugares, espacio restringido a personal de obra. A
fin de cuentas no paran de repetir lo mucho que trabajan.
hay un uso del lenguaje, una terminología, que implica sumisión de la misma forma que hay otra que expresa todo lo contrario. Me refiero a los carteles que empiezan por: "queda terminantemente prohibido..." Suelen coincidir en el mismo entorno.
ResponderEliminarsí, tienes razón: las cosas ó están prohibidas o no lo están, es absurdo decir "terminantemente" prohibido, tanto como decir "terminantemente" permitido. Esto es lo que podríamos llamar la énfasis del mando.
ResponderEliminar