viernes, 6 de abril de 2012

Tramposos y Semana Santa

Qué lástima que se me de tan mal la jardinería, con lo que me gusta, pensé yo el otro día mientras colocaba unos jacintos de plástico de lo más convincentes en un parterre. Entonces, sin saber por qué, me vino a la cabeza una frase leida y escuchada de forma insistente los últimos días, hasta convertirse en letanía: amnistía fiscal. Significa el perdón a los tramposos, me expliqué a mí mismo tratando de mostrar un gesto de comprensión y tolerancia. Qué gesto tan bonito; no el mío sino el del perdón. Yo, particularmente, me siento bastante alejado de tanta generosidad. De hecho puedo llegar a ser muy borde con los chupones, tanto que intenté acabar con un pulgón que trepaba por el tallo de un jacinto espachurrándolo entre mis dedos. No sirvió de nada pues el pulgón también era de plástico y lo único que conseguí fue deformarlo un poquito. Luego, recuperó su aspecto normal como si nada y se escabulló ágilmente entre los pétalos azules. Renuncié a perseguirlo, total, para qué.

La amnistía fiscal (no conseguía quitarme la idea de la cabeza, qué obsesión) representa un avance social en toda regla. Además de ser una iniciativa piadosa resulta que también es comprobadamente eficaz en la lucha contra el fraude fiscal, ya que los arrepentidos abrazarán la ley con mayor entusiasmo que los que nunca la han quebrantado. Eso, según los curas, lo dijo Jesucristo refiriéndose a otro tipo de pecadores pero que también engloba a estos, ¿por qué no? Yo no me lo creo, porque si alguien con mucho dinero engaña a Hacienda, es para tener aún más, y en ese terreno veo muy improbable el arrepentimiento y más todavía el propósito de enmienda. Pero Rajoy y Montoro si se lo han creido y eso es lo que cuenta. Creen tanto en lo que dicen los curas que en los Presupuestos Generales del Estado, recientemente presentados, hay recortes para todo el mundo salvo para la Iglesia que mantiene su asignación intacta. Me parece justo (y necesario, por supuesto). Crisis, sí, pero sólo de la terrenal, nada de crisis de fé. Eso jamás, y como prueba de ello, ayer vi en Telemadrid una procesión, la de Jesús el Pobre (esta aclaración me hace pensar que en algún sitio habrá otra que sea la de Jesús el Rico), en la que nada más sacar el paso fuera de la iglesia (San Pedro el Viejo, para los interesados), la banda municipal tocó el himno nacional. Sí señor, como si fuera una película de Berlanga.

Yo, por si acaso, como no quiero correr riesgos con mis jacintos, los he rociado de veneno contra los limacos. Al menos que las flores de mi jardín sean hermosas aunque sean de plástico.





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