Este microrrelato forma parte de una colección de microrrelatos que tiene la característica de que todos han sido escritos en algún viaje. Los viajes son momentos estupendos para sorprenderse, ver cosas nuevas y disfrutar de cierto tiempo libre. Circunstancias inmejorables para encontrar una pequeña historia que nos sirva de recuerdo.
No hace falta decir dónde escribí la siguiente.
GALLINAZO
Se habían criado juntos. Vivían en El Porvenir, un pequeño pueblo en la costa atlántica de Panamá, plagado de gallinazos, a los que, a pesar de su gran tamaño, no dejaban de acosar. Tanto formaban parte de sus vidas que uno de sus juegos se llamaba así, el juego del gallinazo. Consistía en alejarse de la costa nadando, los dos juntos en paralelo, hasta que uno de ellos gritaba, ¡gallinazo!, señal de que se rendía. Entonces, tras descansar unos minutos a la deriva, regresaban felices y satisfechos a la playa. Tenían un pacto no escrito, según el cual, cada vez gritaba Gallinazo uno de los dos, de forma que nadie ganaba dos veces seguidas. Era parte del juego. Un día, sin embargo, a quien le tocaba gritar gallinazo no lo hizo y siguió nadando. Su amigo, extrañado, también siguió pues era su turno de quedar victorioso.
Desde entonces no hay nadie que acose a los gallinazos de El Porvenir y todas las tardes se reúnen en la playa, expectantes, por si regresan los dos amigos.
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