viernes, 12 de marzo de 2021

Punto limpio

 




Últimamente estoy frecuentando muchísimo el punto limpio y he sacado algunas conclusiones sobre estos lugares de reciclaje que entran más en el terreno de la filosofía que de la ecología. Un punto limpio, bajo su aparente funcionalidad para deshacerse de los trastos viejos, oculta una intención mucho más profunda. Y no solo es intención lo que oculta, tampoco quedan a la vista las conclusiones que se pueden sacar observando a la gente que acude a desprenderse de aquello que considera que ya no le va a ser de utilidad, hay que estar atento para descubrir toda la información que se puede sacar. 

Para empezar, cuando alguien lleva cosas que podría dejar en el cuarto de las basuras o directamente en la calle, ya podemos decir que se trata de gente educada, pues es más cómodo tirar el aceite que queda de la lata de mejillones por el fregadero o los cartuchos de la impresora al cubo de la basura, incluso abandonar un colchón de aspecto miserable en la acera cuando nadie te ve, que molestarse en ir la punto limpio, en adelante P.L. Entonces podemos decir que el P.L. ejerce una función discriminatoria, eligiendo a los más cuidadosos y respetuosos con el medio ambiente y dejando fuera a los sucios e insensibles ciudadanos. 

Tambien el P.L. segmenta a sus usuarios por estratos sociales, de modo que según la birria que llegue a sus contenedores, podemos deducir el nivel de vida de quien lo ha arrojado. Marcas de ordenadores y el estado en que se encuentran, por ejemplo, varían mucho según la pasta de quien lo haya estado utilizando hasta el momento en que ya pasan a mejor vida. La sección de papel también ofrece una información valiosísima sobre los que vacían bolsas llenas de revistas, papeles, documentos e incluso libros. Puedes saber hasta la edad y a qué se dedican los recicladores. 

Es fácil seguir sacando conclusiones de este tipo así que paro, la idea ya ha quedado suficientemente clara. Pasemos ahora al otro punto, mucho más importante, sobre los P.L. que decía al principio, sus consideraciones filosóficas.

Como ha quedado claro, últimamente visito mucho el P.L., con amargura he de añadir, pues pocas cosas que abandono allí realmente me molestaban. He dicho "abandono" a conciencia. A un P.L. hay que ir a tirar cosas, no a abandonarlas, la diferencia está en el vínculo que cada cual ha creado con esas cosas, y por tanto la sensación cambia de sentir alivio, a notar dolor de conciencia. 

Los últimos 26 años de mi vida he estado viviendo en una casa en la que he ido acumulando cosas, muchas cosas he de confesar, que ahora tengo que desprenderme de ellas pues me mudo a otra casa, y ya sabemos que las mudanzas hay que aprovecharlas para romper con el pasado. No sé por qué, pero eso es lo que todo el mundo me dice y aconseja, entiendo que con la mejor intención. Puede ser que tengan razón. Yo lo veo de la siguiente manera. A medida que nos movemos por la vida, nos pasa como a los barcos navegando por los siete mares, exactamente lo mismo, a ellos en el casco y a nosotros en nuestras casas: acumulamos adherencias. Siento que se me han ido pegando un montón de lapas, percebes, mejillones, algas y pequeños crustáceos por todo el cuerpo y ahora no me queda más remedio que desprenderme de todos esos viejos compañeros. Según se mire puede ser un alivio, es lo que me repiten los que me ven cargando cajas en el coche camino del P.L. pero yo no puedo evitar sentir que estoy abandonando una parte importante de mí mismo, esos percebes estaban tan incrustados en mi viejo casco que los voy a echar de menos. 

Y eso que aún me quedan miles de cajas por llevar al P.L. quizá millones, no sé.

En fin.








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