sábado, 5 de septiembre de 2020

La política y los políticos

 



Si un gobernante no tiene habilidad para ejercer eficazmente su función, puede hundir tanto al Estado como a los ciudadanos. Platón.




      Cuando voy a escribir algo con cierto sesgo político, siempre digo que no me gusta hacerlo y añado que no es un tema que suela tratar en La tertulia perezosa, pues estamos en una sociedad en que la discrepancia política se interpreta como ofensa, y no quiero ofender a ninguno de los amigos que me leen. Así, que aviso, voy a tratar un asunto con cierta carga política, aunque la elegancia con que está escrito elimina la posibilidad de que alguien pueda sentirse incómodo, a no ser que se dedique a la política.

 

Para empezar quiero dejar clara mi profunda decepción sobre los políticos, no hay ninguno que se salve, me parece que todos cometen los mismos dos grandes errores: su inutilidad y su egoísmo.

Me refiero a los políticos actuales, yo, como aspirante a abuelo cebolleta, me acuerdo de cuando los había buenos. Auuuuuuuuu.

 

Empecemos por el primer atributo identificativo, su inutilidad. La sensación de que no dan una en el clavo está basada, como decimos los racionalistas, en la estricta observación de la realidad, nada de suposiciones ni opiniones, es un hecho constatable. Y esta inutilidad cubre tanto a los gobiernos autonómicos como al de la nación.

En los primeros, la cantidad de patanes es abrumadora, gente que no llega al nivel mínimo exigible para la gestión de una pequeñísima empresa ocupa los puestos más altos dentro de la administración de las mayores que tiene el Estado con presupuestos que sobrepasan lo que sus limitadas y poco formadas cabecitas pueden asimilar. Da miedo ver sus anteriores puestos de trabajo antes de ocupar los de mayor responsabilidad, o echar un vistazo a sus historiales laborales. No quiero dar nombres, porque para empezar, la lista no se limita a una sola persona. También los hay que, precisamente en oposición a esta categoría de inútiles, tienen un brillante currículo académico con deslumbrantes expedientes pero que de política, nada de nada. Tampoco me sirven. Yo admiro a los astronautas, que conste, pero solo como astronautas, y a los grandes filósofos ni te digo, pero sólo como grandes filósofos. Y luego están los que ocupan un puesto de altísima responsabilidad porque el poder se entiende como un goloso pastel que hay que repartir entre aquellos que acceden a él. Tampoco tengo nada en contra de brillantes sociólogos autores de sesudos libros.

 

Esta carencia de preparación para la cosa pública pasa desapercibida si no ocurre nada y la gran nave de la Nación sigue su curso sin ninguna amenaza, funcionando por la bendita inercia que se encuentra en las aguas tranquilas, pero…, amigo, como salte la alarma de “todos a sus puestos” porque hay un iceberg a la vista, entonces estamos perdidos. ¿Por qué? Porque en esos momentos de crisis es cuando se necesita a gente con experiencia, preparación, capacidad de decisión y sobre todo con ideas, y los botarates de exhibición, lo único que hacen es estorbar, molestar y cagarla. Un avión moderno es muy fácil pilotarlo siempre que no surjan problemas, pero si aparece alguno,  más vale que a los mandos se encuentre un experimentado piloto que no solo sepa pedir cafelitos a las azafatas y ajustar los controles automáticos. Y esto, en mi modesta opinión, es lo que ha pasado en España. La Covid nos ha sorprendido como a todos los países, cierto, pero somos los que más estamos sufriendo sus consecuencias, no como se dice, porque los españoles seamos unos cachondos que sólo pensamos en abrazarnos en los bares, sino porque no hemos tenido a nadie que supiera cómo afrontar con decisión, buenas ideas, experiencia y formación, una catástrofe de esta magnitud. Ni en el Gobierno de la nación, ni en los gobiernos autonómicos.

 

Pero aún no he terminado de desanimar a ningún político para que se haga amigo mío, todavía me queda hablar de su egoísmo, la otra característica que según mi modesta opinión, comparten todos.

Los políticos deberían pensar en el bien común, ¿a qué sí? Supuestamente esa es su vocación. Así lo veía al menos Platón, y Platón era listo donde los haya. De la misma forma que la vocación de los médicos, profesión que admiro sinceramente y cada vez más, es ayudar al enfermo, la del político es ayudar a que el ciudadano viva en una sociedad justa. Y seguro que lo intenta…, hasta que tiene que elegir entre el ciudadano y su partido, o lo que es lo mismo entre el ciudadano y él mismo, pues el político sin partido no es nada.

Los partidos políticos ansían el poder, todos por igual y a cualquier precio, pero tienen duros competidores que son los otros partidos con las mismas motivaciones, de forma que la pugna entre ellos prevalece por encima de la búsqueda de lo que mejor le conviene a la sociedad a la que supuestamente han de servir. Esto se traduce en que un partido determinado se opone a otro porque es su adversario sin fijarse en la propuesta que tenga. Es decir, cuando surge el debate sobre asuntos de importancia nacional escuchamos cosas del siguiente pelo: yo no puedo ir con Coalición Norteña porque han demostrado que llevan el pelo sucio, en lugar de decir: yo no puedo apoyar EL PROYECTO de Coalición Norteña porque no ha incluido la defensa del derecho a un buen afeitado. Los partidos argumentan en función de ideologías, no en función de propuestas. ¿Por qué actúan así? porque son egoístas y no les importa solucionar problemas a los ciudadanos, pero sí les preocupa que sus competidores sí los solucionen porque entonces se ponen por delante en la carrera hacia el poder.

 

Joder, si es que da asco, pero es así, son como adolescentes que tratan de impresionar a la chica guapa (nosotros, el pueblo, somos la chica guapa), y para conseguirlo no paran de hablar de lo tonto y torpe que es su contrincante, en lugar de ver quién le recita las poesías más hermosas, o  le invita a las mejores gambas.

 

Y lo peor es que esta forma de actuar trasciende a la sociedad y entre los ciudadanos seguimos la misma conducta, enfrentándonos unos con otros, gritándonos y rompiendo amistades porque uno dice que rojo y el otro que azul.

 

Lo que últimamente me preocupa mucho es descubrir que la chica guapa, además de guapa sea tonta.

 

 


http://www.leonciolopezalvarez.eu/


1 comentario:

  1. y como siempre interesante tu comentario. Ni unos ni otros conduce a un tipo de solipsismo, sí, pero no pasa nada ;-)).
    La idea de no dejar salir a los políticos hasta que lleguen a un acuerdo que beneficie a la sociedad me parece brillante. Y para que no les preocupe ir en contra de su línea ideológica, que les restaría votos de su electorado recalcitrante, que no trascienda quién ha aportado qué. Buena idea

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