La presente historia forma
parte del Ramayana y está basada en un suceso real ocurrido en Uttar Pradesh, un
estado de La india que ocupa una parte importante de las llanuras que se
extienden entre los ríos Ganges y Yamuna. Es de las pocas manifestaciones de la
cultura hindú, e india en general, que tiene una clara conexión con la
civilización occidental y lejos de presentarse en el tono épico normalmente
utilizado en estas obras de carácter religioso o filosófico, usa una narrativa
fresca, casi coloquial, más acorde con la realidad a la que corresponde el
contenido de la historia.
(N.del T.)
Anand y Yamir estaban
profundamente enamorados y vivían juntos, muy juntos, desde que descubrieron
que un solo minuto de sus vidas sin compartir, era un minuto desperdiciado.
Cuando hacían el amor lo hacían de forma lenta, minuciosa, sin dejar un solo
centímetro de piel sin que fuera recorrido por algún beso. Eran extremadamente
felices, pero aún así, todos los días querían serlo aún más. Una vez, Anand,
que era insaciable en sus pretensiones de complacer a Yamir, le preguntó qué
necesitaba para que su dicha fuera completa y alcanzar el Nirvana, el éxtasis
completo, la yuxtaposición con el universo infinito.1
Yamir, que en el fondo tenía un sentido del humor bastante deleznable le dijo
con un mohín que le gustaría tener un McGuffin, sin saber qué era un McGuffin
por la sencilla razón de que acababa de escuchar la palabreja en un programa
sobre cine europeo y simplemente le hizo gracia. Anand miró sorprendido al amor de su vida, pues realmente
esperaba que la contestación fuera del tipo “tengo todo lo que necesito para
estar en la gloria, cariño mío” o alguna frase por el estilo, pero tuvo que
aceptar la realidad y poniéndose de pie como si le hubiera saltado un resorte
en algún rincón entre el páncreas y el hígado, salió raudo de la habitación,
sin preguntarse qué demonios era un McGuffin, dónde encontrar uno que mereciera
la pena, pero con la firme determinación de traer el mejor y más grande que
encontrara. Anand, sí, efectivamente era un imbécil.
El caso es que se prometió, según
abandonaba su residencia ante la mirada de indiferencia de sus criados que le
despidieron con una leve inclinación de cabeza juntando las manos, que no
volvería a su casa hasta encontrar el McGuffin prometido.
Lo que le pasó a continuación es
digno de aparecer en los libros más trepidantes de aventuras, incluso algunos
de sus pasajes podrían encajar a la perfección dentro del género de terror.
Para abreviar la historia, que por mucha paciencia milenaria2 que nos acompañe no es cuestión de
relatarla en toda su extensión, Anand partió de su casa y no volvió hasta
pasados 15 años. Durante ese tiempo cruzó desiertos, naufragó en embravecidos
mares, atravesó montañas, se despeñó por barrancos abruptos y resecos por un
sol implacable, se sumergió en ríos de aguas turbulentas, fue devorado por
insectos en selvas intransitables, violado en oscuras cárceles por condenados
enormes y sucios, envenenado por piratas malayos, secuestrado por
contrabandistas, apaleado por criminales, engañado por chinos,... siempre
buscando un McGuffin para su gran amor.
Al final, derrotado, infeliz y hecho
unos zorros, llegó a su casa. Abrió la puerta Yamir y al verlo en tan
lamentable estado le preparó un baño con sales. Anand confesó que no había
conseguido el McGuffin y Yamir, tomándole la cabeza en el regazo para que
descansara se preguntó en voz baja: “¿Qué habrá querido decir con que no ha
encontrado el McGuffin?, ¿qué mierda es un McGuffin?”.
La historia termina de esta forma,
quizá algo abrupta, pero no se han encontrado documentos que la completen o
arrojen alguna pista sobre qué pasó a continuación.
Como dato curioso y sin que la
siguiente información cambie en absoluto la historia ni sus implicaciones
sentimentales, Yamir es nombre de varón, lo mismo que Anand. El primero significa Luna, el segundo felicidad, y todo junto
significa que se amaban de la misma forma que si fueran una pareja
heterosexual: uno de ellos haciendo más el imbécil que el otro.
2 Yo creo que
esto es otra referencia a las filosofías orientales que han podido alimentar
diferentes mitos hindúes. Pero tampoco estoy muy seguro pues no es de lo que
más sé, soy un simple traductor (N. Del T.).
estupendo resumen Joaquín, me quedo con esas cinco cuerdas del placer sensual. Muchas gracias, espero que todo el mundo tome nota. Y sí, Anand, ya conocemos sus limitaciones... ;-))
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