El otro día me llegó, sin saber con qué propósito,
información sobre una ciudad rusa abandonada. Estoy suscrito, de forma
involuntaria en muchos casos, a un elevado número de publicaciones de variado
contenido y siempre que recibo un boletín le echo un vistazo antes de
despacharlo a la papelera virtual. En esta ocasión hubo algo fascinante en el
artículo que me atrapó y mi
instinto predador de noticias curiosas me hizo guardar el enlace con la
intención de volver sobre el asunto en posterior momento. Aquí hay materia para
uno de mis artiblogs, me dije. Naturalmente mi tendencia al desorden, algunos
lo llaman caos, es superior a cualquier instinto por conservar lo que sea, de
modo que no tengo ni la menor idea de dónde está el enlace, pero si realmente
hay algo sencillo hoy día es buscar lo que se nos ocurra en Internet, así que nada me impedía volver a
localizar la ciudad. Y aquí viene lo curioso, resulta que no hay una ciudad
rusa abandonada, ni dos, ni un par de docenas, ¡se cuentan por centenas, miles
y no solo rusas! Prácticamente todos los países del mundo cuentan con su ciudad
fantasma. En España tenemos varias, sobre todo en la cuenca minera de León y
Asturias y también en Granada, además de una infinidad de pueblos pequeños
completamente abandonados.
La causa natural de la defunción de las ciudades no
son los desastres naturales (muy pocas), sino la desnutrición. Claro, si
desaparece el principal medio de subsistencia, lo que mantenía a sus ciudadanos
vivos, desaparece la ciudad. Nada más hay que ver las ruinas apocalípticas de
Detroit, el espectro de lo que fue emporio de la industria automovilística, o
las ciudades mineras, pero yo pensaba que casos así habría pocos y resulta que
su cantidad es abrumadora. A los japoneses, que no desperdician ocasión para
sacar partido de lo roto (ver Kintsugi) quizá porque sufrieron los efectos de dos
bombas atómicas, les encanta visitar ciudades en ruinas y a este tipo de
turismo lo llaman Haikyo. Cada vez está más de moda el Haikyo, y no los culpo.
Cuando fui a ver la estación de Canfranc estuve paseando entre sus ruinas hasta
que se hizo de noche, subiéndome a los esqueletos de los trenes que aún seguían
allí en vías comidas por la maleza
o recorriendo sus andenes. Si cerraba los ojos podía escuchar el bullicio de la
estación en pleno funcionamiento, la llegada de un tren, el trasiego de sus
pasajeros, mozos de cuerda gritando, incluso podía escuchar el ruido de las
botas de los soldados subiendo pesadas cajas a los vagones de algún mercancías
con destino a Moscú.
No hay nada más estimulante para la imaginación que
mostrar tan solo la mitad de las cosas pues resulta imposible no poner la otra mitad
que falta. Otra razón por la que resultan fascinantes estos lugares es por el
morboso placer de la contemplación de un paisaje desolado. Nos sobrecoge y de
vez en cuando está bien encontrar algo capaz de sobrecogernos. La visión de una
ciudad entera vacía con sus colegios, hospitales, teatros, polideportivos abandonados, donde la
naturaleza con instinto vengativo vuelve a conquistar territorios que en su día
le fueron arrebatados nos transporta a un mundo que no es el nuestro. La
cantidad de historias que podemos imaginar es infinita y muchas de ellas seguro
que sucedieron en la realidad.
Ciudades abandonadas como si fueran un cachorrillo de
labrador, no existe mayor desolación y sin embargo resultan irresistibles. Si
seremos raritos.
es un placer leer "boletín" en lugar de "newsletter". Lo demás también.
ResponderEliminarmuchas gracias (¿y que te parece el término que he acuñado de "artiblog" en lugar de "post"?)
EliminarHaikyo... ¿Hay algo a lo que los japoneses no le hayan puesto nombre? Mi pueblo abandonado favorito es Centralia, en Pensilvania. Allí hay un incendio desde 1962, pero el fuego está por abajo, en el subsuelo, pues lo que arde es una mina de carbón. También he estado en Canfranc, y es fascinante. Ese enorme edificio de estilo palacial francés en medio de las montañas, vacío, misterioso...
ResponderEliminarSí, también conozco Centralia de leídas, hace tiempo que tuve noticias de ese sitio y es increible, el pavimento de las calles está abierto y sale humo y cosas así.
EliminarTambién conociste Patones de Arriba cuando estaba abandonado y veíamos casas (solares más bien) que vendían por 5.000 pelas ¿te acuerdas?. Ahora ni lo conoces, parece Pedraza y por supuesto carísimo. Bueno, ese sitio al menos ha sabido resucitar y de qué modo. Se nota que está al lado de Torre.
No sé si estaré influenciado por alguna película de terror, pero es posible que en un lugar así, pasados unos minutos, me cagara de miedo. Empezaría a oir ruidos extraños y acabaría corriendo despavorido hacia la salida del pueblo.
ResponderEliminarjajajaj,eres la monda. eso me recuerda a los episodios de Scooby doo
Eliminar