El otro día hablaba del irresistible atractivo que
tienen sobre nosotros las ciudades abandonadas, y que como prueba de ello cada
vez hay más personas dispuestas a visitarlas. Solo tenemos que fijarnos en
Pompeya y en que los japoneses, auténticos maestros de los viajes organizados, hasta
han puesto un nombre a este tipo
de turismo, el haikyo. Los edificios abandonados también ejercen el mismo poder
de seducción que las ciudades, y ponía como ejemplo la estación de
Canfranc. Pero de la misma forma
que resulta fascinante contemplar las ruinas de una ciudad o de un edificio que
en otros tiempos estuvieron llenos de vida, que cuentan con una historia, no sé
a los demás, pero a mí me resulta francamente deplorable (incluso repugnante)
la visión de un edificio que ha sido abandonado antes de estar terminado. El
primer caso alimenta mi imaginación, puedo detectar la presencia de fantasmas
deslizándose entre sus muros derruidos, espectros de personas que amaron,
sufrieron y se divirtieron cuando todo aquello tenía vida. En el segundo caso
lo único que veo es fracaso, y peor aún, veo una torpe decisión por mandar
construir un edificio que no hacía falta en absoluto; terrible, imperdonable
ineptitud. Miro esos esqueletos muertos antes de nacer y veo codicia, corrupción,
personas que no buscaban mejorar la vida de los que pagaban esas
construcciones, sino la manera de enriquecerse ellos mismos. Por eso he puesto antes, repugnante entre paréntesis, ¿a que es más adecuado que deplorable?
¿Por qué me ha dado por pensar en esto precisamente
ahora? Pues no sé, pero viendo la televisión, escuchando la radio y leyendo las
noticias estos días, de repente me he acordado del aeropuerto de Castellón
(tengo entendido que por fin, después de cuatro años desde su finalización,
aterrizó un avión por primera y única vez que transportaba al equipo de fútbol
del Villareal), ya puestos también del aeropuerto de Ciudad Real, de la Ciudad
de la Justicia de Madrid, del mirador de la Moncloa de Madrid, de la espantosa escultura de Calatraba en la
Plaza de Castilla de Madrid, que por lo visto tenía que moverse (terrible horterada, mejor que no haga
nada, bastante tenemos con contemplar su desconcertante base), de la torre
Miramar en Valencia, de la pasarela de Fórmula 1 de Valencia, del acuario de
Cádiz terminado supuestamente en 2007 pero que todavía no ha llegado ni un solo
pez y según el propio alcalde se trata ya de un “muerto”. También tenemos una
pista de sky en seco en Valladolid, un spa de no sé cuantos millones en
Torrevieja y una cinecitta en Valencia, la Ciudad de la Luz. Para terminar,
aunque la lista sigue pero ya estoy cansado, mención aparte merece el Centro de
Creación de las Artes de Alcorcón. Se trata de un complejo con varios edificios
que ocupa 66.000 metros cuadrados, y que jamás se terminará. Se han pagado ya
190 millones de euros y para ilustrar la genialidad de la idea, basta con
mencionar que entre sus instalaciones destaca un moderno circo. ¡Sí, un circo
estable! ¡Un circo para casi mil personas de hormigón, acero y cristal! ¿En qué
cabeza cabe?
Que cada cual responda a esta pregunta como la
actualidad le de a entender.
sin comentarios
Tocas un tema que me cabrea especialmente. Porque, como bien sabes, y señalas, no se trata solo de los ejemplos que mencionas. Esos son los más conocidos y escandalosos, pero hay decenas de pueblos en los que se han construido casas de cultura desmedidas o polideportivos faraónicos, obras innecesarias que nunca llegaron a ninguna parte, pero costaron un huevo.
ResponderEliminarLo que me indigna es pensar que todo ese dinero público derrochado en obras inútiles se podría haber invertido en cubrir auténticas necesidades, como la sanidad o la educación. Pero, claro, es muy fácil obtener un 3 % de comisión ilegal sobre una obra, pero muy difícil hacer eso con la contratación de profesores o sanitarios. Además, se puede uno hacer una foto junto a un edificio, aunque sea inútil, para colgarse una medalla, pero ¿cómo vas a retratarte junto a un buen programa educativo? En fin, para vomitar.
En otro orden de cosas, y hablando de edificios que han estado en uso pero se han abandonado, ¿sabes que hay un deporte que consiste en entrar en edificios abandonados para explorarlos? Se llama Exploración Urbana y su norma básica es: "Ver pero no tocar".
Empiezo por el final: no tenía ni idea del deporte Exploración Urbana, pero me apunto.
EliminarSí, claro, existen miles de ejemplos más y como tú dices he puesto solo los más sonados, pero esto se puede encontrar en montones de ciudades de todos los tamaños y pueblos. Lo importante no era acabar esa obra, sino empezarla porque ahí estaba la ganancia, luego lo que fuera de ella, les importaba una higa. Es para vomitar y también para salir corriendo. Puafff
A mí me ha gustado mucho la foto que has puesto al final de la entrada. Con esas manos alzadas no me queda del todo claro si el sacerdote apela a la gloria divina o al tamaño de los huevos de los dos pajarracos que tiene detrás.
ResponderEliminarjajajaaj, otra posibilidad es que esté "haciendo el avión" al tiempo que dice: ¿Veis?, así tendrían que aterrizan los aviones si viniera alguno.
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