sábado, 29 de octubre de 2016

Mi próxima novela






Si nadie trata de imitarte no eres lo suficientemente bueno. Esta es una máxima aplicable en pintura, escultura y otras actividades creativas, y en el caso concreto de los escritores admite un corolario que es “si no te piratean un libro, no acaba de interesar del todo”. Pues bien, el otro día me enteré de que ya se puede descargar gratis en Internet uno de mis libros. Honor que espero que pronto se extienda a los otros dos y si la suerte me acompaña también a los siguientes.

Tengo ya terminadas dos novelas, y una de ellas, El viaje del neandertal, saldrá el próximo mes. La otra probablemente a finales de enero o febrero.

La primera, El viaje del neandertal es una novela (creo que juvenil, pero no estoy muy seguro) que presenté a un concurso y aunque no ganó, resultó lo suficientemente interesante a la editorial como para ponerse en contacto conmigo para su publicación. Por cierto, es la segunda vez que me sucede lo mismo.

Ya os hablaré más sobre ella a ver si consigo que resulte interesante y si lo hago bien, y resulta muy interesante, hasta me la pueden piratear. Ojalá.




miércoles, 19 de octubre de 2016

Edificios muertos








El otro día hablaba del irresistible atractivo que tienen sobre nosotros las ciudades abandonadas, y que como prueba de ello cada vez hay más personas dispuestas a visitarlas. Solo tenemos que fijarnos en Pompeya y en que los japoneses, auténticos maestros de los viajes organizados, hasta han puesto un nombre  a este tipo de turismo, el haikyo. Los edificios abandonados también ejercen el mismo poder de seducción que las ciudades, y ponía como ejemplo la estación de Canfranc.  Pero de la misma forma que resulta fascinante contemplar las ruinas de una ciudad o de un edificio que en otros tiempos estuvieron llenos de vida, que cuentan con una historia, no sé a los demás, pero a mí me resulta francamente deplorable (incluso repugnante) la visión de un edificio que ha sido abandonado antes de estar terminado. El primer caso alimenta mi imaginación, puedo detectar la presencia de fantasmas deslizándose entre sus muros derruidos, espectros de personas que amaron, sufrieron y se divirtieron cuando todo aquello tenía vida. En el segundo caso lo único que veo es fracaso, y peor aún, veo una torpe decisión por mandar construir un edificio que no hacía falta en absoluto; terrible, imperdonable ineptitud. Miro esos esqueletos muertos antes de nacer y veo codicia, corrupción, personas que no buscaban mejorar la vida de los que pagaban esas construcciones, sino la manera de enriquecerse ellos  mismos. Por eso he puesto antes, repugnante entre paréntesis, ¿a que es más adecuado que deplorable?

¿Por qué me ha dado por pensar en esto precisamente ahora? Pues no sé, pero viendo la televisión, escuchando la radio y leyendo las noticias estos días, de repente me he acordado del aeropuerto de Castellón (tengo entendido que por fin, después de cuatro años desde su finalización, aterrizó un avión por primera y única vez que transportaba al equipo de fútbol del Villareal), ya puestos también del aeropuerto de Ciudad Real, de la Ciudad de la Justicia de Madrid, del mirador de la Moncloa de Madrid, de la  espantosa escultura de Calatraba en la Plaza de Castilla de Madrid, que por lo visto tenía que moverse  (terrible horterada, mejor que no haga nada, bastante tenemos con contemplar su desconcertante base), de la torre Miramar en Valencia, de la pasarela de Fórmula 1 de Valencia, del acuario de Cádiz terminado supuestamente en 2007 pero que todavía no ha llegado ni un solo pez y según el propio alcalde se trata ya de un “muerto”. También tenemos una pista de sky en seco en Valladolid, un spa de no sé cuantos millones en Torrevieja y una cinecitta en Valencia, la Ciudad de la Luz. Para terminar, aunque la lista sigue pero ya estoy cansado, mención aparte merece el Centro de Creación de las Artes de Alcorcón. Se trata de un complejo con varios edificios que ocupa 66.000 metros cuadrados, y que jamás se terminará. Se han pagado ya 190 millones de euros y para ilustrar la genialidad de la idea, basta con mencionar que entre sus instalaciones destaca un moderno circo. ¡Sí, un circo estable! ¡Un circo para casi mil personas de hormigón, acero y cristal! ¿En qué cabeza cabe?


Que cada cual responda a esta pregunta como la actualidad le de a entender.

                                                                                    sin comentarios




miércoles, 12 de octubre de 2016

Haikyo






El otro día me llegó, sin saber con qué propósito, información sobre una ciudad rusa abandonada. Estoy suscrito, de forma involuntaria en muchos casos, a un elevado número de publicaciones de variado contenido y siempre que recibo un boletín le echo un vistazo antes de despacharlo a la papelera virtual. En esta ocasión hubo algo fascinante en el artículo que  me atrapó y mi instinto predador de noticias curiosas me hizo guardar el enlace con la intención de volver sobre el asunto en posterior momento. Aquí hay materia para uno de mis artiblogs, me dije. Naturalmente mi tendencia al desorden, algunos lo llaman caos, es superior a cualquier instinto por conservar lo que sea, de modo que no tengo ni la menor idea de dónde está el enlace, pero si realmente hay algo sencillo hoy día es buscar lo que se nos ocurra en Internet,  así que nada me impedía volver a localizar la ciudad. Y aquí viene lo curioso, resulta que no hay una ciudad rusa abandonada, ni dos, ni un par de docenas, ¡se cuentan por centenas, miles y no solo rusas! Prácticamente todos los países del mundo cuentan con su ciudad fantasma. En España tenemos varias, sobre todo en la cuenca minera de León y Asturias y también en Granada, además de una infinidad de pueblos pequeños completamente abandonados.



La causa natural de la defunción de las ciudades no son los desastres naturales (muy pocas), sino la desnutrición. Claro, si desaparece el principal medio de subsistencia, lo que mantenía a sus ciudadanos vivos, desaparece la ciudad. Nada más hay que ver las ruinas apocalípticas de Detroit, el espectro de lo que fue emporio de la industria automovilística, o las ciudades mineras, pero yo pensaba que casos así habría pocos y resulta que su cantidad es abrumadora. A los japoneses, que no desperdician ocasión para sacar partido de lo roto (ver Kintsugi) quizá porque sufrieron los efectos de dos bombas atómicas, les encanta visitar ciudades en ruinas y a este tipo de turismo lo llaman Haikyo. Cada vez está más de moda el Haikyo, y no los culpo. Cuando fui a ver la estación de Canfranc estuve paseando entre sus ruinas hasta que se hizo de noche, subiéndome a los esqueletos de los trenes que aún seguían allí en  vías comidas por la maleza o recorriendo sus andenes. Si cerraba los ojos podía escuchar el bullicio de la estación en pleno funcionamiento, la llegada de un tren, el trasiego de sus pasajeros, mozos de cuerda gritando, incluso podía escuchar el ruido de las botas de los soldados subiendo pesadas cajas a los vagones de algún mercancías con destino a Moscú.



No hay nada más estimulante para la imaginación que mostrar tan solo la mitad de las cosas pues resulta imposible no poner la otra mitad que falta. Otra razón por la que resultan fascinantes estos lugares es por el morboso placer de la contemplación de un paisaje desolado. Nos sobrecoge y de vez en cuando está bien encontrar algo capaz de sobrecogernos. La visión de una ciudad entera vacía   con sus colegios, hospitales, teatros, polideportivos abandonados, donde la naturaleza con instinto vengativo vuelve a conquistar territorios que en su día le fueron arrebatados nos transporta a un mundo que no es el nuestro. La cantidad de historias que podemos imaginar es infinita y muchas de ellas seguro que sucedieron en la realidad.


Ciudades abandonadas como si fueran un cachorrillo de labrador, no existe mayor desolación y sin embargo resultan irresistibles. Si seremos raritos.







jueves, 6 de octubre de 2016

La fuerza de Jaime Gamboa





Desde hace un par de años mi amigo y sin embargo socio, Jaime Fernández de Gamboa, ya solo es mi amigo. De la sociedad ya no nos acordamos ninguno de los dos y ni falta que nos hace. Él siempre ha tenido alma de artista y con toda la razón pues es uno de los buenos. Así es la profesión a la que me he dedicado durante 32 años (joder), que te encuentras con mucho chisgarabís y también con gente que realmente merece la pena, verdaderos genios en algunos casos.

                                                                   Mi sigilosa gata Renata dibujada  por Jaime. No es acuarela pero es maravilloso.


A Jaime le encanta, siempre le ha gustado, la meticulosidad, el detallismo, la búsqueda de la perfección y sin que esté claro qué es consecuencia de qué, una de las cosas que mejor se le da es pintar con acuarelas. Otro amigo común, Miguel de Unamuno, también artista y creativo publicitario, me decía que la gran complicación de la acuarela es que no admite rectificaciones, no existe una goma capaz de enmendar un trazo malogrado o la posibilidad de pintar por encima del fallo para tapar la torcedura: en la acuarela lo que pincelas, pincelado queda para siempre. Es una técnica solo apta para aquellos que tienen muy claro lo que van a hacer y mi amigo Jaime es de esos.



Ahora expone junto a su hermana Nuria, que también es artista, en una sala de Almeria, exactamente en Agua Amarga. Una exposición en la que no solo se van a ver  estupendas acuarelas realizadas con maestría, y también sedas pintadas (Nuria, la hermana de Jaime pinta sobre seda), se va a ver mucho más. Se va a ver la fuerza, las ganas, la voluntad, la superación y la grandeza que solo tienen algunas personas, artistas que aceptan cualquier reto, y como siempre buscando la perfección.

Enhorabuena a Jaime y desde luego recomiendo a cualquiera que esté en las inmediaciones o tenga ganas de recorrer unos cuantos kilómetros que vaya a ver lo que es arte del bueno, del imperecedero.

Solo quería decirlo para que no haya dudas sobre la fuerza del arte.