viernes, 13 de mayo de 2016

Kintsugi




Yo siempre había pensado que cuando hay un problema en una pareja, un problema realmente importante, algo se rompe irremediablemente y por mucho que uno se empeñe en arreglarlo poniendo la mejor voluntad, la herida quedará siempre presente. Dentro de ese convencimiento negativo, y llevado por mi mente simbólica o quizá buscando la metáfora, me imaginaba la relación como un bonito jarrón, que a causa de un conflicto se rompe: luego puedes pegar los trozos y el jarrón vuelve a estar encima de la repisa, pero siempre notarás las partes pegadas y procurarás que no se vean las cicatrices girando el jarrón para ocultarlas. Eso en caso de que no tires el jarrón directamente a la basura, que es lo que suele ocurrir con mayor frecuencia. Naturalmente esto no solo es aplicable en una relación de pareja, también vale para los problemas que puedas tener con un amigo, un hermano, tu tía… lo que sea.

Pues bien, siempre había pensado eso pero ya no, ahora tengo una forma de ver las cosas diferente. Lo anterior me parece catastrofista y destructivo. Es una visión terrible, extremadamente negativa. Da por supuesto la irremediabilidad del fracaso y su permanencia continua hasta que nos muramos. Siempre nos acompañará aquella decepción como un lastre permanente y como recordatorio de un problema que tuvimos en su momento y que no debemos olvidar jamás. ¿No es demasiado tenebroso?

Y lo que son las cosas, esta nueva forma de contemplar los conflictos sin ser tan drásticos, mucho más positiva, también tiene su representación simbólica dentro del mundo de la cerámica, lo que me deja mucho más tranquilo. Los japoneses, maestros en hacer jarrones, se ve que hacen muchos por lo que es inevitable que de vez en cuando se les caiga alguno al suelo y se rompa. Si el jarrón es muy valioso, lo que hacen es repararlo y lo reparan de tal manera que la nueva pieza adquiere un valor aún mayor. Esto sí es una verdadera metáfora. Unen los trozos con una pasta de oro tratando de que sean muy evidentes las uniones, pues cuantas más tengan, mayor será el valor del jarrón restaurado. ¿No es precioso?


Esta técnica japonesa se llama kintsugi, y es toda una filosofía de vida que podemos aplicar cualquiera de nosotros, ¿o no?

Pues eso. Por cierto, he buscado en Internet para comprar una pieza reparada con esta técnica y la más barata está en los trescientos euros; vamos, que es verdad que aumenta el valor del jarrón que se hace añicos.







17 comentarios:

  1. Si aumenta de tal manera el valor de las piezas rotas y reensambladas puede que edté de suerte, ¿vale para las muñecas rotas?
    Si es así podría subastarmeen Shoteby's

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    1. pero lo que tú te sueles romper son las costillas, ¿no? En cualquier caso, el valor sigue subiendo, sí.

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    2. También llamada ressilencia

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    3. Es verdad, Rosa, ese es el término que usan los sicólogos.

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  2. Supongo que no se puede generalizar, pero me ha parecido muy poético y sugerente, algo así como el Ave Fenix de la cerámica (y de la vida en general).

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    1. sí, Molina de Tirso, yo también creo que resulta muy poético, pero también muy aleccionador y aunque no se puede generalizar, sí se puede intentar en general.

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    2. A mí me ha dado mucha pena, qué quieres que te diga

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    3. ¿En serio? es curioso, sin embargo a mí me parece fantástico poder convertir algo roto en algo nuevo con más valor. Es como dice Molina de Tirso, un resurgir, como el Ave Fénix. Mola.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Rocosy, no sé que habías puesto, pero si era una opinión no tienes por qué eliminarla. Si era un comentario soez o vulgar, entonces sí, has hecho bien en eliminarlo y te lo agradezco.

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  4. Sí, es una idea bonita, poética, pero también extrañamente paradójica, al menos en lo que respecta a su versión metafórica. Si el jarrón aumenta de precio cuando es reparado, entonces lo lógico es no esperar a que se rompa por azar, sino romperlo voluntariamente. El proceso sería (y sin duda es): fabricar el jarrón-romper el jarrón-reconstruir el jarrón. Hasta aquí, todo perfecto.

    Ahora bien, si aplicamos el mismo criterio a, por ejemplo, una pareja, y si aceptamos que una pareja reconstruida es más valiosa que una pareja que nunca se ha roto, ¿deberíamos entonces hacer lo posible por cargarnos nuestra relación sentimental?

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    1. Buscarte un problema con tu pareja para luego poder aplicar la técnica Kintsugi, obviamente es una mala idea, pero aplicarla si el problema ha surgido (porque esas cosas surgen), puede salvar la relación y recuperar su vigor anterior, pequeño saltamontes.

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    2. ¡Ya lo tengo! ¡He pillado la filosofía que se esconde tras este asunto! Si le hago una trastada a mi pareja y la relación se rompe, le regalo un jarrón Kintsugi y me congracio con ella...

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    3. una vez que has superado la literalidad, sigues sin pillarlo, aunque hay que reconocer que estás más cerca.
      Y ciertamente, hacer un regalo valiosos después de cagarla con tu pareja es algo que se ha intentado miles de veces con un sorprendente porcentaje de éxito, pero hacerlo de forma provocada, vas a ser el primero.

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  5. Obviamente, una de las cosas que más nos diferencia de un jarrón son los sentimientos. Nosotros tenemos y ellos no, por si a alguien aún no le quedaba del todo claro. Y entre esos sentimientos tenemos uno muy particular, uno que es puro veneno, llamado orgullo. Cuando un jarrón se rompe puede reconstruirse sin traumas porque él no tiene ese problema. Se mantendrá igualmente en pie, impasible, por muchas cicatrices que le deje el estropicio, sin importarle lo más mínimo lo mucho o poco que pueda haber cambiado su aspecto. En cambio nosotros, nos aferramos a ese sentimiento porque no aceptamos, no toleramos, no comprendemos que una relación supuestamente idílica cambie a nuestros ojos. Porque la ruptura suele venir de un desacuerdo, de un cambio repentino sobre la forma de llevar a cabo esa relación. Y si no somos capaces de darle una buena patada en el culo a nuestro orgullo para mandarlo bien lejos, para bajarnos del burro, para abrirnos a nuevos caminos, para, en definitiva, ser más comprensivos y tolerantes, condenaremos esa relación al fracaso. Y precisamente ahí está el gran fracaso de la humanidad, en la incapacidad para ponernos de acuerdo.

    Felicidades por ese cambio de mentalidad que tan bien has ilustrado con estos preciosos jarrones. Me parece un paso de gigante hacia la madurez emocional.

    P.D. Jo, que discurso más ñoño me ha quedado.

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    1. el cambio de mentalidad abarca más cosas, ésta es una de ellas. La próxima meta será como neutralizar los efectos del orgullo, que efectivamente, con frecuencia son muy perniciosos.

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  6. además el jarrón reparado con la técnica kintsugi, si vuelve a romperse jamás lo hace por el mismo sitio, de modo que con cada nueva fractura el conjunto se hace más fuerte, más resistente.
    (el autor del post)

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