caricatura de la revista La Flaca representando a la familia Borbón de Isabel II
El siglo XIX español fue extenuante, siempre cuesta arriba, y aunque este hecho
sea un maldito inconveniente para los que lo vivieron, representa una
oportunidad estupenda para escribir sobre él. Coges cualquier periodo de ese
siglo plagado de revoluciones, bandos enfrentados, intrigas y guerras, sitúas
ahí con cierto cuidado una trama coherente con el tiempo, y ya tienes una
novela.
Las historias se hacen más interesantes cuanta menos
tranquilidad haya alrededor y si esa inestabilidad es sobradamente conocida por
el lector, pues eso que se ahorra el escritor en descripciones. Digamos, que ya
tiene la salsa preparada para el guiso sin tener que hacerla.
Uno de los personajes más interesantes que se
movieron en ese caldo de continuas revueltas, hasta que lo mataron para que
dejara de moverse, fue el General Prim, pero antes quiero enmarcar el contexto
histórico.
El siglo XIX fue crucial para todos los países para
posicionarse cara a un futuro que ya estaba a la vuelta de la esquina, y así lo
hicieron Inglaterra y Francia, pero no así España que ya antes de empezar el
XIX andaba papando moscas. El cambio entre el antiguo régimen y la modernidad
llegó con tanto retraso como la entrada del pensamiento culto liberal. América española y España iniciaron un
retraso cuyos sucesivos gobernantes supieron como mantener incluso encontraron
la forma de aumentarlo, a base de mucho poder y pocas luces. Cuando
ocasionalmente salía un dirigente que daba la talla y pretendía colocar al país
en el puesto que por historia merecía, algo sucedía que inmediatamente era
eliminado. Visto con perspectiva, da la sensación de que hubiera una voluntad
de mantener a España alejada de toda posibilidad de progresar, con un pueblo
inculto y encima encantado con su burricie pues siempre se representa a la
sociedad de entonces como gente alegre que no paraba de pasárselo bomba entre
verbenas, toros, fiestas, campechanismo palurdo, panderetas y vino. Supongo que
esto no fue así, y que más bien lo que abundaba era el sufrimiento.
En este inconmensurable marco de miseria, ya en la
segunda mitad del siglo XIX aparece un hombre renovador, inteligente, que
quería modernizar a España, y que sin duda lo hubiera conseguido de no haber
sido asesinado. Hoy se sabe perfectamente a pesar de los intentos que hubo por
ocultarlo, que en el magnicidio estaban involucrados importantes personajes que
supieron como aprovecharse de la desaparición del general, entre ellos, el
propio general Serrano, en cuya memoria lleva su nombre una de las calles más
importantes de la capital del reino. Para qué veas el castigo ejemplar que
sufrió el urdidor.
Las ideas liberales de Prim hubieran favorecido la
integración de España en una Europa moderna, pero… no pudo ser.
Se han escrito muchos libros sobre Prim, y también
alguna novela ambientada en esa época, pero siempre queda espacio para añadir
otra.
Dentro de poco os hablaré de esa nueva novela.
¡Ops! ¿Nueva novela a la vista? Si así es, ¡qué gran noticia! La esperaremos con impaciencia.
ResponderEliminarY sobre el General Prim no tengo mucho que decir, sólo que le dedicaron una rambla muy cerca del lugar donde me crié, en la ciudad de Barcelona. A ver si con un poco de suerte nos enteramos más de sus correrías...
Muchas gracias Mazcota por tu disposición a leerla. No sabes cuanto me alegra saber que al menos tendrá un lector.
EliminarNo me extraña que el general Joam Prim i Prats tenga una calle en Barcelona, ya que él era catalán, nacido en Reus. Lo que me parece de una injusticia histórica feroz que no haya más calles con su nombre en más sitios. En Estados Unidos mataron a Lincoln en 1865, cinco años antes que a Prim y fíjate si se le recuerda por todas partes, y por supuesto en los libros de historia escolares. En fin...
dos, ya tienes dos lectores
ResponderEliminarmuchas gracias. Este ritmo es vertiginoso
Eliminar