miércoles, 22 de julio de 2015

Dos amigos en el sófa










No hay nada como desmantelar una casa. Nada igual de terrible si se trata de una casa en la que has vivido una gran parte de tu vida, quizá la mejor parte. Es como asistir a la muerte de algo, no sé muy bien de qué, pero me consta que se trata de una muerte pues todo resulta irrecuperable. Sacudes las paredes y caen recuerdos desconchados del techo, trozos de conversaciones que se acumulan sobre los zócalos formando pelusillas de polvo. La penosa tarea de barrerlas, terrible, de verdad.
No voy a entrar en detalles, porque tengo por costumbre que mis artiblogs sean breves, así que iré directamente al grano, así de paso, evito que se me llenen los ojos de lágrimas. Por el polvo.

He encontrado una foto de hace una eternidad, probablemente pertenezca a mi anterior encarnación.
Muchas fotos que nos hemos hecho César y yo a lo largo de nuestra juventud evidencian diferentes rasgos de demencia, extravagancia o directamente motivos suficientes para dudar de nuestro equilibrio mental, pero ésta, además, representa perfectamente la forma en que se desarrollaba nuestra existencia cuando rondábamos los veinte años. Es una alegoría de cómo nos tomábamos la vida y también, la respuesta que obteníamos de la vida misma. Se trata de una fotografía que nos hicimos en mi casa, con disparador automático, en la que aparecemos en un sofá, pero naturalmente no estamos sentados. Ni tumbados o repantigados. Estamos… al revés. La cabeza apoyada en el asiento asomando entre nuestras piernas abiertas y con las rodillas en el borde del sofá. Un intento vano de hacer el pino con resultado de grotesca postura en pompa. Un logro de nuestras más recónditas intenciones de cómo quedar inmortalizados. Ambas figuras, la de un César melenudo y delgado, y la mía, de cuerpo pollo, son exactas, la única diferencia es el tamaño. Una coreografía perfecta. Una cuchufleta al mundo, sin saber que el mundo nos la devolvería en otros momentos con idéntico desdén, pues si hay algo que no perdona la vida es que nos la tomemos a guasa. Sobre la mesa del salón, no hay indicios de alcohol ni canutos, ¿para qué?, no necesitábamos demasiados estímulos para que nuestro comportamiento ante una cámara de fotos fuera de tal guisa (lo cual no excluye en modo alguno una marcada tendencia al desquiciamiento por todo tipo de sustancias imaginables). Era nuestra forma de encarar al mundo: poniéndonos al revés, a contracorriente, como si de esa forma resultara más cómodo moverse por él, inconscientes de los evidentes peligros de estar equivocados.  Muchos años después de esa foto parece que no se aprecian demasiados  estragos achacables a la forma en la que nos captó la cámara; no quedaron secuelas de esa mala postura, ni lumbalgias o dislocamientos cervicales.

Claro que nunca sabremos que hubiera sido de nosotros si nos hubiéramos colocado correctamente en aquel sofá para salir en la foto: mirada desafiante, sonrisa de medio lado, piernas cruzadas mostrando calcetines perfectamente estirados,  y ningún rastro de locura en la mirada.






6 comentarios:

  1. Pues así, a primera vista de culo, no se os distingue. Luego ya, cuando comparas los tamaños (sobre todo de los pies), uno deduce que el de la izquierda eres tú.

    Hay una parte de la profesión de un fotógrafo que, con tanto disco duro y tanta tecnología digital, se está perdiendo. El momento de revelar los carretes de las cámaras de los clientes. No me imagino la de instantáneas extrañas que habrá visto ese hombre. Y si erais vosotros quienes se acercaban a la tienda, más.

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    1. ya, en este caso las fotos las revelábamos nosotros. De hecho, la presente foto no es precisamente de las mejor reveladas. ;-)) Tenemos algunas, tanto César como yo, que eran francamente buenas, o al menos teníamos el morro suficiente para presentarlas a concursos. Jamás ganamos nada, eso sí.

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  2. Pues no sé, pero a mí me parece que cabecita (loca, eso sí) sólo se ve la tuya.
    César más prudente y consciente de que nunca se sabe lo que nos deparará el mañana escondió la suya por si la gloria le alcanzara (que lo acaba de hacer con el Premio Cervantes Chico 2015, ¡enhorabuena César si lees esto!).
    Porque, lechón mío, como crees que vas a conseguir poltrona en Podemos o similar si se publica una foto de esta guisa, ni siquiera un mal contrato de publicidad...
    Hay que ser más prudentes, como yo que no paro de meterme con los yankees, con las iglesias y credos (incluso con las diostesalvemaría), con los fachas, con el PP y con su puta madre, si hace falta.
    ¿que me van a dar los del PP una pastaza para la Biblioteca?
    Lo dudo, además que son más de quedárselo ellos, el dinero destinado a solidaridad, para comprarse casas en Miami y cosas así de prácticas. Ya lo dice el refrán: la solidaridad bien entendida empieza por uno mismo (y termina que se lo quedaron todo, los hijos de la gran puta)
    Besos, chaval, y ya sabes que todo lo que no vayas a guardar (ropa y enseres, ropa de casa, todo) tiene cabida en un contendor.

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    1. perdonad que no haya respondido antes pero he estado dejándome torturar por un indescriptible dolor de ciatica y eso lleva su tiempo. Voy a repetir idéntica contestación en el amable comentario de César.

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  3. Casi me haces llorar con tu puñetero post, cabrón. El otro día, cuando fuimos a tu casa desmantelada, se me cayeron las pelotas al suelo. La casa había muerto, en efecto. Aunque en un futuro vuelvas a vivir en ella, será con otros muebles, otra decoración, otras personas. La vieja casa ya nunca volverá.

    Sólo he hecho dos mudanzas en mi vida: una la de mi casa de Españoleto; pero otra, muy anterior -allá por comienzos de los 70-, la de mi hermano Eduardo en Doctor Fleming. ¿Recuerdas aquella casa? A veces nos la dejaba Eduardo para que fuéramos con nuestras novias de entonces a darnos el lote (que de ahí la cosa no pasaba, maldita sea). Fue justo después de su divorcio; Eduardo estaba muy jodido y me pidió que me ocupara yo de meter sus cosas en cajas. Eso hice, durante toda una tarde, solo y deprimido hasta la médula. Era como si me estuviera haciendo la autopsia a mí mismo. Así que comprendo perfectamente lo que sientes.

    En cuanto a la foto, vivíamos del revés, es cierto. Dos locos a contracorriente, dos tarambanas, dos balas perdidas... Me arrepiento de muchas de las cosas que hicimos (y sobre todo de algunas que no hicimos), pero, ¿sabes?, no me arrepiento de todas; ni siquiera me arrepiento del enfoque general, si es que teníamos algún enfoque (más bien teníamos desenfoques). Porque todas aquellas locuras que hicimos forman parte de lo que somos. ¿Y qué somos? Ni puta idea, pero desde luego personas más interesantes (para bien y para mal) que la mayoría. Puede que si hubiéramos sentado la cabeza ahora fuéramos señores muy serios; pero, ¿quién demonios quiere ser un señor serio? (aparte de Rajoy)

    Hace poco leí que el desorden favorece la creatividad. Pues bien, creo que aquella desordenada vida del revés fomentó en mí la imaginación y el sentido del humor. Y esos dos son los valores que siempre me han salvado, lo mejor de mí mismo. Y tanto de lo uno como de lo otro tú también andas bien provisto.

    Para Félix: ¡Muchas gracias, chavalote!

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    1. ay, repito lo que le he puesto a Félix. Por cierto, me equivoqué, la postura del sofá si ha dejado secuelas, ahora no puedo moverme. Ayyyy.

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