jueves, 5 de febrero de 2015

Decisión



En esta ocasión, más que el texto, tiene valor la ilustración que lo acompaña. La ha hecho mi amigo Pepe Robles, director de arte de toda la vida en las mejores agencias de publicidad y ahora, además, ilustrador.

Espero que os guste el relato ilustrado, y si no, nos veremos obligados a buscar otro.






LA DECISIÓN











Se le ocurrió. Apareció en su mente sin apenas darse cuenta, como un fantasma tímido y silencioso pero de conspicua presencia. Hasta entonces no lo había considerado pero, ¿por qué no? Cuanto más amplio fuera el abanico de posibilidades, mejor, y no tenía por qué descartar a priori ninguna idea que le viniera a la cabeza por descabellada que pudiera parecer. Matar… bueno, todavía no era una idea lo suficientemente potente como para representar un peligro, pero ahí estaba como una opción más. De momento era solo eso, una posibilidad entre otras tantas. Claro, que según se acercara el momento de la decisión, el número de alternativas se iría reduciendo por eliminación hasta que al final solo quedara una, la ganadora, la que tendría que llevar a cabo.

¿Qué podía hacer? El péndulo del reloj bailaba de un lado a otro como queriendo participar de la duda. Tras largas cavilaciones descartó la idea de la llamada telefónica. ¿A quién? Además era un gesto de debilidad, ¿acaso no era capaz de tomar la decisión por si solo sin tener que consultar con nadie? Siguió pensando durante mucho tiempo, un tiempo que salía del reloj a cada pendulazo, llenando todo de segundos, minutos,… y la decisión final sin llegar.

Volvieron a su mente soluciones descartadas al principio por descabelladas, ahora con más fuerza. Por ejemplo, la idea de… no, mejor no pensar en eso, tenía que haber otras salidas mejores. Al menos, no tan definitivas, se rió.  Recordó un cuento de Giovanni Papini (aún en los momentos en que toda la actividad del cerebro debe estar centrada en encontrar rápidamente una solución, existe la posibilidad de que se pierda en divagaciones) donde el protagonista, incapaz de cometer ningún asesinato, se acaba suicidando para dar sentido a una pistola que había ido a parar a sus manos. Cuando lo leyó, le pareció divertido. Ahora le parecía real. No tenía ninguna pistola, ojala, pero sí tenía que dar sentido a un dilema que le estaba atormentando.

A veces, el alcohol es un estimulante para el cerebro. Acudió al mueble bar y se preparó, es un decir, un vaso de ginebra. Cuando iba a dar el primer sorbo se detuvo, miró fijamente la transparencia del licor y lo apartó bruscamente. Su decisión no podía estar bajo al influencia de la bebida, pues efectivamente, ayuda a tomar una decisión pero siempre suele decantarse por la que entraña mayor valor para ser tomada, es decir, que discrimina las menos arriesgadas y él quería tener todas en cuenta y elegir la más adecuada, no la más peligrosa.

Otra vez el reloj guillotinando el tiempo en finas lonchas en cada vaivén del péndulo. Llevaba dos días dando vueltas a lo mismo, dos largos días de tormento sin encontrar la forma de salir del atolladero. La vida es eso, una encrucijada tras otra donde debes elegir un camino por donde continuarla. Solo vale uno y no tiene marcha atrás. Volvió a pensar en Papini. Y en la ginebra. Dos pensamientos que no deberían aparecer juntos.
Otra madrugada se acercaba anunciando su visita con una brisa fresca y húmeda. Mientras, el péndulo se empeñaba en agotar el tiempo y él seguía sin tomar una decisión.







4 comentarios:

  1. el relato inquietante, la ilustracion de primera, el conjunto perfecto

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  2. Struendo, muchas gracias. Si todo el mundo pensara como tú, yo me lucraba (imprescindible leer el anterior post para entender la broma), seguro. Y Pepe.

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  3. No es que yo sea muy entendido en ilustraciones (de hecho, creo que no soy experto en nada concreto), pero esta me ha gustado. La acumulación de interrogantes transmite la indecisión y el agobio del personaje perfectamente. Y eso sin contar con su angustiosa fisonomía. Aunque lo que ha acabado de cautivarme, más que su expresividad, ha sido esa iluminación tan realista del sujeto. Le proporciona al dibujo una profundidad sorprendente, casi como una tercera dimensión. Todo un lujo poder contar con esta ilustración.

    Y el relato es más que adecuado, aunque se nos pone la miel en los labios para luego dejarnos con la intriga del desenlace. Se termina con ganas de más. Pero tengo una duda: ¿qué fue primero, el escrito o el dibujo?

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    Respuestas
    1. Estoy de acuerdo en que la iluminación es de lo más efectista. La sombra proyectada aumenta el drama.
      Y fue primero el relato y luego la ilustración. Era para un concurso convocado por la revista Opticks (excelente, por cierto), que inexplicablemente no ganamos.

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