En esta ocasión, más que el texto, tiene valor la ilustración que lo acompaña. La ha hecho mi amigo Pepe Robles, director de arte de toda la vida en las mejores agencias de publicidad y ahora, además, ilustrador.
Espero que os guste el relato ilustrado, y si no, nos veremos obligados a buscar otro.
LA DECISIÓN
Se le ocurrió. Apareció en su mente sin apenas darse
cuenta, como un fantasma tímido y silencioso pero de conspicua presencia. Hasta
entonces no lo había considerado pero, ¿por qué no? Cuanto más amplio fuera el
abanico de posibilidades, mejor, y no tenía por qué descartar a priori ninguna
idea que le viniera a la cabeza por descabellada que pudiera parecer. Matar…
bueno, todavía no era una idea lo suficientemente potente como para representar
un peligro, pero ahí estaba como una opción más. De momento era solo eso, una
posibilidad entre otras tantas. Claro, que según se acercara el momento de la
decisión, el número de alternativas se iría reduciendo por eliminación hasta
que al final solo quedara una, la ganadora, la que tendría que llevar a cabo.
¿Qué podía hacer? El péndulo del reloj bailaba de un
lado a otro como queriendo participar de la duda. Tras largas cavilaciones
descartó la idea de la llamada telefónica. ¿A quién? Además era un gesto de
debilidad, ¿acaso no era capaz de tomar la decisión por si solo sin tener que
consultar con nadie? Siguió pensando durante mucho tiempo, un tiempo que salía
del reloj a cada pendulazo, llenando todo de segundos, minutos,… y la decisión
final sin llegar.
Volvieron a su mente soluciones descartadas al
principio por descabelladas, ahora con más fuerza. Por ejemplo, la idea de… no,
mejor no pensar en eso, tenía que haber otras salidas mejores. Al menos, no tan
definitivas, se rió. Recordó un
cuento de Giovanni Papini (aún en los momentos en que toda la actividad del cerebro
debe estar centrada en encontrar rápidamente una solución, existe la
posibilidad de que se pierda en divagaciones) donde el protagonista, incapaz de
cometer ningún asesinato, se acaba suicidando para dar sentido a una pistola
que había ido a parar a sus manos. Cuando lo leyó, le pareció divertido. Ahora
le parecía real. No tenía ninguna pistola, ojala, pero sí tenía que dar sentido
a un dilema que le estaba atormentando.
A veces, el alcohol es un estimulante para el
cerebro. Acudió al mueble bar y se preparó, es un decir, un vaso de ginebra.
Cuando iba a dar el primer sorbo se detuvo, miró fijamente la transparencia del
licor y lo apartó bruscamente. Su decisión no podía estar bajo al influencia de
la bebida, pues efectivamente, ayuda a tomar una decisión pero siempre suele
decantarse por la que entraña mayor valor para ser tomada, es decir, que
discrimina las menos arriesgadas y él quería tener todas en cuenta y elegir la
más adecuada, no la más peligrosa.
Otra vez el reloj guillotinando el tiempo en finas
lonchas en cada vaivén del péndulo. Llevaba dos días dando vueltas a lo mismo,
dos largos días de tormento sin encontrar la forma de salir del atolladero. La
vida es eso, una encrucijada tras otra donde debes elegir un camino por donde
continuarla. Solo vale uno y no tiene marcha atrás. Volvió a pensar en Papini.
Y en la ginebra. Dos pensamientos que no deberían aparecer juntos.
Otra madrugada se acercaba anunciando su visita con
una brisa fresca y húmeda. Mientras, el péndulo se empeñaba en agotar el tiempo
y él seguía sin tomar una decisión.
el relato inquietante, la ilustracion de primera, el conjunto perfecto
ResponderEliminarStruendo, muchas gracias. Si todo el mundo pensara como tú, yo me lucraba (imprescindible leer el anterior post para entender la broma), seguro. Y Pepe.
ResponderEliminarNo es que yo sea muy entendido en ilustraciones (de hecho, creo que no soy experto en nada concreto), pero esta me ha gustado. La acumulación de interrogantes transmite la indecisión y el agobio del personaje perfectamente. Y eso sin contar con su angustiosa fisonomía. Aunque lo que ha acabado de cautivarme, más que su expresividad, ha sido esa iluminación tan realista del sujeto. Le proporciona al dibujo una profundidad sorprendente, casi como una tercera dimensión. Todo un lujo poder contar con esta ilustración.
ResponderEliminarY el relato es más que adecuado, aunque se nos pone la miel en los labios para luego dejarnos con la intriga del desenlace. Se termina con ganas de más. Pero tengo una duda: ¿qué fue primero, el escrito o el dibujo?
Estoy de acuerdo en que la iluminación es de lo más efectista. La sombra proyectada aumenta el drama.
EliminarY fue primero el relato y luego la ilustración. Era para un concurso convocado por la revista Opticks (excelente, por cierto), que inexplicablemente no ganamos.