El gato permanecía quieto sin decir nada a pesar de
que era de ese tipo de gatos que no se callan fácilmente. Nunca se había
encontrado en una situación como aquella. De repente todo adquirió un tono
diferente y el universo entero se transformó. En la cocina, la criada seguía
muda por el espanto y el policía se mantenía circunspecto y callado como el
mismo gato. Llamaron a la puerta.
Año y medio no es mucho, pero es el tiempo suficiente
para coger cariño a un jefe si éste se lo ha sabido ganar. Desde que vino de
Sosúa, su pueblo natal en la República Dominicana, Nelsa había trabajado en
tres casas diferentes y en la que más a gusto se encontraba era en la última.
El trabajo no era excesivo, tenía más tiempo libre y como inconveniente sólo
cabía destacar la presencia de un horrible gato que se subía por todas partes
llenando todo de pelos. Lo malo era que una vez encaramado a donde fuera,
optaba o bien por maullar de forma insistente, o aún peor, defecar mefíticas
bolas de mierda reconcentrada. Afortunadamente para todos, esta última opción
era menos frecuente, por lo que a su amo, no parecía preocuparte mucho mientras
fuera Nelsa la encargada de limpiar lo que debería estar, según las reglas
establecidas, en un cajón lleno de arena.
Nelsa siempre pensó que el amo del gato y señor de la
casa, en el fondo estaba un pelín trastornado, pero mientras fuera buena
persona, lo demás no tenía que importarle.
Su mejor amigo, que además era psiquiatra, sabía que
estaba atravesando una crisis, y se alarmó al ver un coche de policía a la
puerta de la casa cuando fue a visitarlo.
Era agosto, hacia mucho calor, y al día siguiente se
suponía que empezaban sus vacaciones. Qué mala suerte, se dijo a si mismo,
mientras tomaba nota de todo el desaguisado que había en la cocina. Mandó al
fotógrafo que tomara un par de instantáneas más desde fuera de la casa y
también del jardín, donde aparentemente, todo estaba en orden. De forma
profesional buscó alguna pista oculta a los ojos de los profanos. Su mirada se
cruzó con la de la criada, una mulatita que estaba la mar de buena, pensó para
si. El gato, enorme, parecía estar de acuerdo.
Un par de horas antes, cuando todo empezó, entró en
la cocina con el ánimo por los suelos. Como todas las mañanas estaba retrasando
todo lo que podía el momento de ponerse a trabajar, y no es que no le gustara
escribir novelas de misterio, que además se las pagaban generosamente, es que
su naturaleza era incompatible con el esfuerzo a quema ropa. Pero en esta
ocasión además, notaba la presión de un problema irresoluble.
Entró su gato, al que llamaba Tetris por la facilidad
con que se metía en cualquier hueco, y enseguida notó, con esa perspicacia que
solo tienen los gatos, que algo extraño pasaba.
Se preparó para lo peor; esta vez poco más podía
hacer.
Cuando oyó la detonación se subió a la cortina. Tenía
que maullar.
Un final sorprendente. Y no por la detonación, que ya se veía venir, sino porque el gato optara por maullar. Si llego a ser yo, con ese tremendo estallido, me cago encima. Aunque supongo que le pudo más la pena de perder a su cuidador que el susto en sí.
ResponderEliminarcreo que el gato también se cagó encima ;-))
Eliminarme gusto el relato de verano 1 y me hagustado el 2. No te demores en el 3. Estan muy bien para leer en el movil en la pisci. Gracias
ResponderEliminargracias a ti por tu impaciencia.
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