Tengo un vecino con el que solía jugar al pádel como
hace todo el mundo con sus vecinos, pero desde hace un tiempo a esta parte
hemos dejado el deporte y ahora nos reunimos para celebrar hitos. Este cambio
de rumbo en nuestras relaciones es todo un hito, comentó mi vecino en nuestra
primera sesión. Pues es verdad, reconocí decepcionado por no poder echar la
revancha de la última partida. Luego le pregunté (la idea de los hitos fue
suya), para qué valían los hitos. Al principio me miró sin entender cómo podía
haber estado tanto tiempo jugando al pádel con alguien tan burro que no sabía
para qué servían los hitos, pero luego cambió su expresión de incredulidad por
otra de condescendencia que me hizo sentir mejor. Me explicó que los hitos eran
necesarios para marcar las partes gordas de lo que hacemos. Imagínate, me dijo,
que de repente toda la humanidad desaparece… porque nos disolvemos en ácido
sulfúrico. Pues bien, los grumos que quedarían, esas partes duras que se
resisten al ácido, serían los hitos.
Me imaginé mi esqueleto flotando en un caldo
burbujeante de ácido y con franqueza, no lo vi como un hito, pero mi vecino es
así con los ejemplos. Son siempre malísimos, en cambio, cuando jugábamos al
pádel, sus boleas eran temibles. No se puede ser bueno en todo, está claro.
Mi vecino me descubrió (yo jamás lo hubiera
imaginado), que existen varios tipos de hitos. El descubrimiento de América es
un tipo de hito, o mojón que también se llama, que nadie discute, incluso hay
gente que saca conclusiones socioeconómicas de tan importante jalón, que es
otro nombre para referirse a los hitos, me dijo. Esos están bien pero los hitos
a los que nos vamos a dedicar nosotros es a otros de menor importancia
aparente, continuó. Nuestra labor va a ser la de sabuesos en busca de hitos que
hayan pasado desapercibidos por su escasa difusión en los medios, pero que
pueden tenar enorme trascendencia social.
-Podemos –me atreví a opinar- celebrar la llegada del turista número
tres millones en alguna ciudad del mediterráneo.
-No, eso es una estupidez enorme. Eres tan malo buscando hitos como
jugando al pádel.
Creo que desde entonces odio a mi vecino. Y esto es
un hito porque antes me caía bien. Se lo diré la próxima vez que quedemos para
celebrar hitos.
ja, ja,... eso un tipo de reuniones vecinales que están muy bien mejor que pedir una tacita de sal.
ResponderEliminaryo prefiero lo de la tacita, no sabes como se pone de pesado con os hitos...
EliminarYo me enteré en mi infancia de lo que era un hito por un juego de cartas-sociedad que se llamaba los 1.000 Hitos, y con lo que supe que era lo mismo que los mojones de las carreteras que marcaban los kilómetros, interminables, que faltaban para llegar en el Seiscientos hasta Benidorm y poder bañarnos con nuestros meybas en aquellas playas casi vírgenes entonces. Luego ya no ha quedado ni una sola virgen por esas playas, ni las playas mismas...
ResponderEliminar¿Jugaste alguna vez a los 1.000 Hitos?
Busca en el Rastro el juego (también vale por internet, si te has hecho internauta) y reta a tu vecino..., lo mismo ganas a algo alguna vez...
Es curioso que no conozca ese juego, creí que estaba al tanto de todos los que había en mis años mozos. He jugado a cosas rarísimas en casa de nuestro común amigo César, recuerdo uno en el que teníamos que comprar neveras, tostadoras, sofás, etcétera, que a a mí, particularmente, me encantaba. Supongo que sería el más simple y a pesar de eso no recuerdo haber ganado nunca, así que te doy la razón. Como encuentre 1.000 Hitos en mi tienda de juegos arcaicos te retaré a una maratón. Si a esto no gano, después de la experiencia que estoy cogiendo con mi vecino es que soy más paquetón de lo que cabe esperar.
Eliminar¡Coño, qué flash! Me había olvidado completamente de ese juego... Pero sí, por raro que suene, consistía en ambueblar una casa. Era de mis hermanos y yo lo heredé. No recuerdo ni remotamente cómo se jugaba, pero me encantaría volver a hacerlo. Eso sí que es un hito. En este caso, y por recordármelo, un hito de Tito.
ResponderEliminarSí, los muebles eran de cartón que encajaban en huecos troquelados en el tablero. Todo con un aspecto muy sesentero... una joya, hoy, sin duda.
ResponderEliminarNo, no es el que yo digo.
ResponderEliminarNada de amueblar casas, al menos el mío.
Se trataba de un juego de 'carretera' ibas avanzando en función de determinadas cartas que marcaban tu progreso en la carretera. Por eso, quizás, se llamaba 1.000 Hitos.
Saludos y buena semana. Y Feliz Navidad, ya de puestos
una bonita metáfora de la vida. Y ahora que lo dices, empieza a sonarme.
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