lunes, 15 de octubre de 2012

Como un libro






Ayer, buscando recuerdos con los que torturarme encontré una fotografía en la que aparecía yo en la calle, joven  y melenudo en compañía de otro joven y melenudo, pero eso no es lo importante. Lo importante es la calle. Era la misma calle por la que había pasado antes de ser un joven melenudo, cuando era un simple adolescente escrofuloso y la misma por la que también había pasado mucho antes, siendo un colegial escuchimizado, y aún en épocas muy anteriores,  dentro de un cochecito de bebé, en mi etapa de eso, de bebé. Una calle limpia, amplia, con árboles y bien pavimentada, pero sobre todo limpia. Había comercios con sus cierres metálicos flanqueados por placas de mármol, que era lo que se llevaba. Posiblemente había permanecido así durante miles de años, pero ahora, y llego ya al meollo del asunto, esa misma calle está vilmente pintarrajeada. Lo llaman grafiti y el nombre parece que da importancia a lo que no deja de ser una gamberrada. Arte urbano, también he llegado a escuchar. Incluso he oído en la radio a algunos autores del pintarrajeo hablando con solemnidad de su “obra”, teorizando sobre las necesidades de expresión de la sociedad moderna y miles de pamplinas vacuas que parecían encandilar al entrevistador que no paraba de darle la razón. Al entrevistador le gusta ver las puertas de los bancos de su calle rubricadas por el rastro de un aerosol de pintura fosforescente, y también los bancos donde sentarse, las farolas, los cierres de las tiendas, las paredes de los edificios, sus portales, las paradas de autobús, las entradas al metro, los kioscos de prensa, las farmacias, los chirimbolos publicitarios… todo tiene una huella de arte urbano, algún signo de expresión social, no se si necesaria, pero sí imperecedera. Ahí sigue durante años, lustros, desde que el artista tuvo la inspiración, acumulándose pintada sobre pintada pues el genio artístico se renueva y cada vez aparecen nuevos adscritos a este movimiento de modernidad aceptada.
A mi nunca me ha gustado ver las páginas de los libros garabateadas (supongo que a nadie, excepto al entrevistador de antes, al que me lo puedo imaginar, incluso recortándolas) y ahora que veo así mi barrio natal, más bien la ciudad entera, me revuelve el estómago porque una ciudad es como un libro donde sus calles son las páginas. Todos habitamos en un libro, lo queramos o no. Un libro nunca real y siempre verdadero. Cuantas veces hemos utilizado la expresión, lo que tienes que hacer ahora es pasar página y olvidarte de Luisa. Pasar página, Pedrito es como un libro abierto, Don Matías está ya en el epílogo, su hazaña es un capítulo aparte en la historia del deporte, su descubrimiento está escrito con letras de molde,… es tan obvio que nuestras vidas se desarrollan dentro de los libros que no entiendo como puede haber alguien que no se haya dado cuenta. Entonces, si todos somos conscientes, hasta los analfabetos, por qué a nadie le importa que se llene de garabatos las páginas donde vivimos. Somos personajes, y los habrá que sean estupendos personajes, condenados a interpretar nuestro papel sobre un fondo sucio y hortera.
Un libro así está condenado a que se lo coma una cabra, y luego la pobre, se volverá tarumba, más de lo que su asumida condición de cabra puede llegar a imaginar. Las vacas no comen libros porque ya tienen uno en su estómago, pero sobre todo porque nos conocen y saben todo lo que podemos llegar a hacerles para que resulten indigestos.


N.del A. Es cierto que hay murales fantasiosos y magníficos en sitios ad hoc que se incluyen en este fenómeno de pintura al aire libre, pero obviamente no es a lo que me refiero y todos sabemos a lo que me refiero. Incluso el entrevistador de la radio descrito con tanto cariño anteriormente, sabía a lo que yo me refiero mucho antes de que llegara a escribirlo. Si será listo el muy imbécil.




2 comentarios:

  1. Vaya, me faltaba por leer tu nota final y tenía preparada una contundente contestación. Me has jodido la filípica, cabrón. En fin, está claro que gente como Esteve, Craola, Disk, JR, Haring o Bansky son artistas, pinten en su casa o en la calle. También es verdad que muchos de estos artistas han embellecido con su obra lugares muy feos (lo que hico JR con las favelas de Brasil es impresionante).

    Pero tú no hablas de eso, sino de lo otro. Hace muy poco sufrí lo otro, precisamente. El edificio que hay delante de mi casa está rodeado por una valla de ladrillo y hierro pintado de verde. Una valla discreta, sin pretensiones. Hace días, unos descerebrados se dedicaron a pintar en ella sus torpes firmas con spray. Una mierda sin el menor rastro de arte, y ahora desde mi ventana veo una valla sucia donde antes había una valla limpia.

    Supongo que detrás de esos grafiteros de mierda que sólo manchan hay mucho de moda, mucho de gamberrado y mucho de estupidez. Pero también puede haber otra cosa. Si la ciudad, el mundo, la vida, es un libro ¿qué pasa con los personajes que han sido expulsados de la narración, o con aquellos que creen que no les dejan formar parte del texto? Para ellos, ese libro no solo no es su libro, sino que es un libro de mierda donde se puede pintarrajear, aunque sería mejor quemarlo. Detrás de los actos absurdos, a veces se ocultan verdades desagradables.

    Filosofías baratas aparte, hay una forma de graffitis que me parece muy divertida. No consiste en pintar, sino en limpiar. Los grafiteros de esta escuela escogen edificios con fachadas muy sucias y limpian por zonas, de tal manera que forman letras o imágenes. El resultado final es muy parecido al graffiti normal; pero, coño, están limpiando...

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    1. ah perillán, sabía yo que tenía que protegerme de los críticos. Por supuesto, como ya he puesto en mi anexo, que se pueden encontrar cosas hermosas en la calle (muchas veces en lugares cedidos para tal fin). Una de mis camisetas favoritas era con dibujos de Haring. Lloré cuando se me desmenuzó entre los dedos la última vez que intenté ponérmela.
      pero eso no es de lo que me quejo, sino de lo mismo que tú: como la valla que describes hay cientos. La entrada a Madrid, está repleta de las mismas letras pintadas por toda la autopista, sin gracia ni arte ni tino ni discreción. Un preludio de lo que luego encontrarás dentro.
      Mira, eso de los grafiteros limpiadores está requetebién, y aprovecho para rescatar la palabra "requetebien", que está mucho mejor que cualquier otra. Ea.

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