lunes, 11 de junio de 2012

Lo que somos


Somos lo que comemos. Esta frase, dicha así, hasta da un poquito de asco, pero es más acertada de lo que parece. Para demostrarlo ahí están esas ranitas de colorines chillones que son extremadamente venenosas, conocidas como ranas de dardo o ranas punta de flecha. Resulta que todos los alcaloides venenosos que acumulan en su piel no los sintetizan ellas, sino que los obtienen de lo que se llevan a la andorga. Se inflan a insectos venenosos y como ellas son inmunes no las pasa nada, pero almacenan todas las toxinas en la piel de la misma forma que una vecina mía, las patatas con chorizo en las caderas. Todos conocemos a alguien que tiene cara de acelga, y visto lo que les pasa a las ranitas y a mi vecina, es fácil suponer que su cara se debe a que comen demasiadas acelgas. En este mismo orden de cosas, tenemos a los flamencos, que tienen ese color rosáceo debido a los carotenoides que hay en su dieta compuesta de crustáceos enanos, diademas, moluscos  y otras porquerías que filtran del agua. Me refiero, por si no ha quedado claro, a los flamencos aves (¿cuál es la diferencia entre aves y pájaros? Ni idea).
Cuando yo era pequeño se decía, de lo que se come se cría, lo cual resulta bastante confuso. Según esto, los criadores de chinchillas, previamente se las tienen que comer. Es mucho más claro decir, somos lo que comemos, y esta es la idea que no se me quita de la cabeza. ¿Por qué? Sencillamente porque me resulta excesivamente obvia, y sin embargo, se la trata como si fuera un descubrimiento genial, hasta se han escrito libros de antropología basándose en algo tan simple. También es cierto que antes, cuando vivíamos en las cavernas, era mucho más evidente, pues la dieta era lo más importante que nos sucedía a lo largo de la vida, sobre todo porque a veces la dieta éramos nosotros.
A mí me parecería mucho más interesante postular, somos lo que come nuestro jefe, y es igual de exacto, incluso mucho más. Si nuestro jefe está satisfecho nos hará la vida menos imposible que si está a dieta. Un jefe con cara de acelga es siempre un jefe peligroso. Si tiene aspecto de lomo embuchado o de jamón 5 jotas, será más condescendiente a la hora de darnos una tarde libre, estoy convencido. Pero aún así, me sigue pareciendo todo muy obvio. Somos lo que comemos (o lo que come nuestro jefe) resulta aburrido y evidente.
Actualmente yo diría que somos lo que leemos. Solo tenemos que fijarnos en lo que le pasó a El Quijote. Ya sé que puede parecer tan obvio como decir somos lo que comemos (la lectura es el alimento del alma y cosas así), pero es mucho más divertido de observar. Por ejemplo, ahora se da mucho el caso de personas a las que les falta algo, una oreja, un brazo, la nariz,… eso les pasa porque solo leen SMS escritos en método abreviado, y aunque sea más rápido, tiene su coste. Son los mismos que en lugar de tener una cara, tienen una kara, y un kulo y son incapaces de dar un beso que dure más de treinta segundos. Enseguida lo acortan y acaban dando bss, que para eso, yo ni me molesto.
También hay gente que va por la vida como si fuera una errata y con toda seguridad es debido a que solo leen la fe de erratas de los libros. Este caso es peor. O los que no consiguen llegar a lo mollar de la discusión y se quedan siempre en lo periférico. Sin duda es porque se tragan enteritos los prólogos de los libros pero luego no acaban ninguno.
Claro, que según esta teoría, los que no leen nada, no serían nadie y sin embargo conozco muchísimos casos de prohombres que lo son sin haber leído un solo libro en su vida. Es decir, que la cosa falla por algún lado, por lo que más nos vale que sigamos con la propuesta de que somos lo que comemos, que eso siempre ha sido así y no admite dudas. O lo que comen los jefes.
Pues eso.


2 comentarios:

  1. M ha dicho l m dico qu n c sito tomar una vitamina, p ro no r cu rdo cuál ra...

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    1. A, B, C, E o D (y no me he comido ni una sola letra)

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