Hay cosas que dentro de su apariencia normal ocultan terribles realidades muy diferentes a lo que nosotros suponemos que son. Tienen la capacidad de camuflarse en la rutina, de esconder su verdadera forma a los ojos más perspicaces y aparecer como un conjunto de diminutas subcosas que visto sin prestar demasiada atención y a cierta distancia resultan uniformes hasta en el tacto. Una vez descubrí en la portería de una casa, un gato de formidable aspecto, pero que su piel estaba formada por un número infinito de ratoncitos. Lo descubrí cuando fui a acariciarlo, y note que una multitud de pequeñas colas se agitaban según acercaba mi mano. Además, sus ojos eran un conglomerado de bolitas de cristal que giraban sin orden establecido, con lo que parecía que brillaban de una forma extraña. Supongo que si cogiera a uno de los pequeños ratones que estaban tapizando la piel del gato y lo analizara con un microscopio, descubriría que a su vez, estaba compuesto por miles de puercoespines dispuestos de forma ordenada y con las púas peinadas dócilmente hacia atrás. Esta puede ser la razón por la que no se debe acariciar a un gato a contrapelo.
En otra ocasión me di cuenta de que una de mis uñas estaba formada por una cantidad increíble de conchitas de mar. Desde aquel día introduzco de vez en cuando la mano en un barreño con agua y sal, para que se sienta feliz en un ambiente que en algún momento le fue familiar.
Esto es solo lo que yo he conseguido desentrañar, pero estoy seguro de que si nos fijamos en profundidad nos daremos cuenta de que este fenómeno afecta a todas las cosas que nos rodean y de las que solo percibimos su apariencia más exterior. Seguro que debajo de nosotros, de cada una de las personas que conocemos, hay algo que nos sorprenderá.
Me imagino por ejemplo a un vecino que tengo pesadísimo, hecho de diminutas barbacoas, por eso siempre que pasa a mi lado deja un inconfundible olor a chorizo criollo a la brasa. Su mujer, en cambio, debe estar compuesta de colas de lagartija pues es la persona más nerviosa que conozco, nunca se queda quieta y siempre la ves corriendo de un lado para otro, arrastrano algún niño formado por diminutos ositos de peluche.
¿De qué están hechos nuestros amigos más cercanos? ¿O ya puestos, qué guardan en su interior Rajoy, Esperanza Aguirre, Rubalcaba, el mismo rey que parece que nunca ha roto un plato…? Yo no quiero ni pensarlo pero mi recomendación es que nos fijemos muy bien. Pueden ocultar una realidad muy distinta que somos incapaces de ver.
Pa mí que lo que hincha mi tripa son montones de lechones bien apiñados, como sardinas en latas, al menos el cerdo es el bendito animal que adorna mi escudo de armas, en mi familia siempre fuimos muy partidarios de un bicho tan utilitario
ResponderEliminarestá visto que es más fácil publicar comentarios en tu blog que en el mío..., pero no te mal acostumbres
ResponderEliminarSí, tu blog es complicadito. Por eso debes seguir entrando en éste que es más llevadero, y no tiene excusas. Nos "veremos" en los dos, pero no olvides que yo paso lista.
ResponderEliminarMe imagino de qué está hecha Halle Berry...
ResponderEliminartener imaginación nos lleva a lugares fantásticos, estupendos, formidables, cálidos, frutales, ¿frutales?, suaves, ignotos que a pesar del nombre seguro que está bien, suculentos ¿por qué no?, y ya puestos macizos. Sí César, yo también.
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