miércoles, 26 de noviembre de 2025

Soliloquios, no es cosa de loquios

 




Eso de hablar solo está pero que muy bien. Pero ojo, digo hablar, no vale decirse cosas a uno mismo sin pronunciar palabra; eso lo hace cualquiera, se llama pensar, y como ya sabemos, no sirve para nada. 

Para hablar solo, hay que poner buena voz, aunque no se tenga. Lo primero es causar sensación de seguridad a nuestro interlocutor, y si se trata de nosotros mismos, con más razón. Por eso es importante hablarnos luciendo todas nuestras habilidades retóricas, buena pronunciación, tono ajustado, volumen controlado y en una palabra, excelente prosodia. La prosodia es algo que no se cultiva demasiado que digamos, y es una pena. Debería enseñarse en los colegios, como la filosofía, que por lo visto, tampoco se enseña. Al final los niños no van a aprender nada y los suspenderán en todo, con razón.

Dicen que hablando se entiende la gente, pero aquí no se entiende ni Dios. ¿Por qué? Porque no hablan. Y para hablar los unos con los otros, lo mejor es empezar hablando cada cual con uno mismo. Es difícil, muy difícil, que en estas prácticas en solitario, uno falte el respeto a su interlocutor, porque sería tanto como faltarse el respeto a sí mismo, y eso es una idiotez muy grande.

Entonces, una vez que todos hemos aprendido a hablar con nosotros mismos, de forma educada y guardando siempre las formas, ya podemos lanzarnos al mundo exterior y hablar con todo quisqui. Esto es como la magia. Yo es que soy mago, aunque no lo parezca, y siempre siempre practico el juego que más ilusión me hace (en el sentido estricto) cien veces antes de hacerlo ante el público. Es la única forma que conozco de asegurar que me va a salir bien y así evito hacer el ridículo.

Pues eso, hay mucho bocazas que se nota que jamás ha hablado solo, y cuando lo hace con los demás, hace el ridículo. Una lástima.









No hay comentarios:

Publicar un comentario