martes, 10 de septiembre de 2024

El dilema de Haddock o El estudiante de Salamanca.

 


Andaba yo pensando en el dilema de Haddock (dormir con la barba por encima de la sábana o por debajo), cuando me he dado cuenta de lo mucho que ha cambiado mi barba a lo largo del tiempo. Y no solo la barba, me dije. Cuando tengo insomnio me da por pensar en tonterías, qué le voy a hacer.

El caso es que últimamente estoy obsesionado con el viejo y pesaroso problema de identidad, y una cosa me ha llevado a otra. He leído hace poco que los caballos tienen consciencia de la existencia de otros caballos pero no la tienen de la suya propia. Es algo así como la cámara subjetiva en el cine: reconoce todo lo que enfoca, pero nunca enfoca al camarógrafo, de modo que es como si no existiera, o le negara la posibilidad de existir. Me pregunto, ¿seré yo un caballo? ¿Un camarógrafo?

Hace mucho, encontré en la hemeroteca algo que llamó mi atención hasta el punto de que no lo olvidaré mientras viva. Voy a hacer un pequeño paréntesis para explicar que hubo un tiempo en que acudir a la hemeroteca era lo normal para consultar noticias del pasado, no como ahora que lo puedes hacer, como todo, sin moverte de delante de tu ordenador. 

Pues bien, recuerdo que estaba haciendo un trabajo de prospección para mi padrino, y mirando periódicos de hace casi un siglo me encontré en la sección de esquelas con una realmente interesante: la mía. Allí estaba, una conmocionada familia pidiendo una oración para la salvación del alma de Leoncio López Álvarez, que murió a los sesenta años de edad en su domicilio tras recibir los santos sacramentos. Su desconsolada viuda, familiares y amigos más cercanos me recordaban con cariño.

Yo entonces frisaría los cuarenta, de modo que enterarme de que llevaba más de cincuenta años muerto, me causó más risa que preocupación. Luego, según me iba acercando a los sesenta, había más preocupación que risa cuando la visión de aquella necrológica acudía a mi mente. Finalmente, tengo que admitir, que una vez rebasada la fatídica edad de mi fallecimiento, solo siento alivio.

¿A qué viene esto? Pues que una vez descartada la posibilidad de que yo sea un caballo o un camarógrafo, solo queda la opción de que yo sea Leoncio López Álvarez, y que perfectamente puedo ser el que lleva muerto ochenta años.

Ya avisé de que cuando tengo insomnio me da por pensar en tonterías.


Leoncio López Álvarez

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