Yo no sé qué me pasa, pero cada vez llevo peor
escuchar de forma repetida y machacona frases que de repente se ponen de moda.
Ahora no hay comentarista deportivo (o político) que no emplee varias veces el
uso de “hay que remar” para
indicar lo necesario de esforzarse para conseguir algo. “Estar muy sólido” ha
dejado de referirse a un estado de la materia para expresar constancia y
seguridad. Si lo que se quiere es resaltar la velocidad de lo que se mueve, se
dice “ir enchufado”, y “en clave de”, se utiliza prácticamente para cualquier
cosa. El otro día escuché en la radio que la última versión de Madame
Butterfly, “en clave de ópera” era genial. Los “a nivel de” se encuentran en
claro declive, mientras que “sumar esfuerzos” sigue escalando posiciones y “poner
en valor” se mantiene sin variaciones significativas. Lo mismo que “el relato de” y “como no podía ser de otra manera”. “En modo de” también está
subiendo en popularidad, mientras que “este es el tema” está prácticamente olvidado.
Pero lo curioso es que el uso abusivo de estas
expresiones, que pudieron estar bien empleadas las primeras trescientas veces, solo
me afecta cuando las dicen los periodistas, políticos y locutores de radio y
televisión. Creo que los profesionales de comunicar lo que sea, deberían ser
más cuidadosos con su forma de hacerlo, y lo digo también por su propia imagen:
en general, el uso de expresiones prefabricadas es habitual en personas de
léxico limitado, lo que evidencia su falta de costumbre de leer antes de
dormirse.
Pero tampoco quiero parecer implacable y me veo en la
obligación de mostrar cierto grado de indulgencia. A veces estas frases se
utilizan de forma automática, precisamente por haberlas escuchado cientos de
veces, y salen descontroladamente. Qué le vamos a hacer, quién esté libre de
pecado que tire la primera piedra,
Por otro lado, además de las expresiones que se ponen
de moda y que son condenables, existen otras repeticiones cuyo uso forma parte
de nuestra forma habitual de hablar, por lo que tampoco debemos ponernos
exquisitos. Por ejemplo, repetir cuando se esta hablando como inicio de frase
“..,esto” , o como final “¿vale?”, o “¿verdad?”, o decir, “o sea”, siempre que
no se abuse, es algo con lo que se puede vivir. Estas expresiones tienen una
finalidad diferente y son muy útiles, nos sirven para ocupar un vacío en la
conversación mientras nuestro cerebro busca la palabra adecuada. Son las
llamadas muletillas, también
conocidas como bordones, estribillos, o coletillas, que existen en todos los idiomas del mundo y son
empleadas tanto por gente de parla fluida como por otros de pobreza
lingüística manifiesta.
Hay diferentes tipos de muletillas, a saber: empuñaduras,
timos y latiguillos.
La empuñadura, a mi modo de ver, es irreemplazable. Es la fórmula necesaria en determinados formatos. A
este grupo pertenecen el “se hace saber” de los antiguos
pregoneros, o el fantástico “érase una
vez” que nos preparaba para disfrutar de lo lindo con lo que venía a
continuación cuando éramos pequeños.
Los timos son un tipo de muletillas chuscas y recogidas de la
calle que también tienen su utilidad. Por ejemplo “tela marinera” o “vaya tela”.
Los hay muy expresivos y otros muy expresivos al tiempo que poco elegantes, como el “te cagas”,
imprescindible cuando existe cierto nivel de confianza.
Por último están los latiguillos que son el tipo de muletillas que no aportan nada ni
sirven para nada salvo para dejar ver cierta flojera en la forma de expresarse.
Son las frases que se repiten por moda, de cuya variedad de ejemplos ya he dado
cuenta al inicio del presente artiblog, y por si no ha quedado claro, me
parecen detestables.
Para terminar diré que es mucho peor, si las leemos
que si las escuchamos, porque quien escribe tiene la obligación, o al menos la
oportunidad, de darse cuenta de
que está usando un latiguillo y aún puede evitarlo, mientras que hablando, nadie
está exento de que involuntariamente se le escape alguno, como una ventosidad
lingüística.
O sea, lo que quiero decir es que no es lo mismo
hablar que escribir, ¿no? Esto, pues eso.
Vale, o sea que, de alguna forma, tenemos que empoderar a la gente que no diga "bonito, precioso, bello y hermoso" (o sus femeninos) a todo lo que le cae en facebook... ¡Compro!
ResponderEliminargracias por comprar (dita sea, se me olvidó incluir "empoderamiento")
ResponderEliminarHas estado muy sólido.
ResponderEliminary salido ;-))
ResponderEliminarEs que lo del periodismo en este país es para echarse a llorar. Y ya no te cuento si es el deportivo. El otro día, por ejemplo, me dio por ver un rato el canal GolTV. Allí estaba Manolo Lama con un par de colaboradores para opinar sobre la actualidad futbolística. El día anterior se había jugado la final de la Copa Confederaciones. Como no tuve la oportunidad de ver el partido, sentí curiosidad por saber cómo se había desarrollado. El análisis completo fue “ha ganado Alemania porque le han puesto más huevos”, y luego profundizó en su criterio, por si no había quedado del todo claro, diciendo “sí, sí, que le echaron más cojones”. Y ya está. Luego pasaron a otra cosa; eso sí, conservando el mismo rigor periodístico.
ResponderEliminarConclusión: ojalá lo del periodismo fuera sólo pereza lingüística.
Tienes toda la razón Mazcota. Ese es otro punto que contribuye a que la falta de profesionalidad de los comentaristas deportivos resulte escandalosa: hablan como si estuvieran en la taberna con sus amigos. Un periodista que está utilizando la tribuna de una radio o televisión debe ser correcto en su forma de hablar, porque habrá gente que no les importen los tacos y otros que sí, de modo que deberían abstenerse. Encima creen que esa forma de hablar los hace incluso más cercanos y su audiencia aumentará, debido a la "frescura" del lenguaje. Resultado: vulgaridad extrema. No sé si es ese periodista, Manolo Lamas , pero hay uno que incluso habla con el "ejque". A esto le sumamos un tono gritón y chabacano..., en fin que no tienen desperdicio.
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