domingo, 16 de septiembre de 2018

El peligroso mundo micro










Se habla mucho de comportamientos machistas de baja intensidad y nos referimos a ellos como “micromachismo”. Estas manifestaciones de discriminación débiles a veces imperceptibles, no matan, pero las condenamos igualmente por el potencial que esconden. El micromachismo es la forma incipiente del abuso ancestral y no hay que permitir que se establezca porque puede crecer y hacerse muy violento. A veces adopta la forma de chiste ingeniosillo, otras de amable proteccionismo, pero es como un gremlin, que se transforma en algo imparable. El hecho de que se hable de micromachismo como una amenaza real es un gran avance pues indica que la sociedad no está dispuesta a tolerar el machismo en ninguna dimensión, por muy minúsculo que pueda parecer. 
Genial.
Pero debemos extender esa intolerancia a otras manifestaciones minúsculas que cuando aparecen en grandes dosis también son muy dañinas. Por ejemplo, el nacionalismo también tiene su versión micro. Los que estamos en contra de los nacionalismos mantenemos nuestra posición con orgullo cuando lo vemos en todo su esplendor, pero no somos conscientes de sus apariciones en estado larvario y hacemos mal. Tenemos que estar más atentos porque de igual manera que ocurre con el machismo, también los nacionalismos  están continuamente apareciendo en expresiones minúsculas, y no tan minúsculas, que nos pasan desapercibidas. Por ejemplo, ¿por qué cuando hay dos tenistas compitiendo aparece junto a su nombre, con letras pequeñitas, el país donde han nacido? (que para mayor inri pocas veces coincide con el país en el que reside). Esta información innecesaria es claramente una manifestación de micronacionalismo. ¿Qué aporta saber que fulanito es kazajo y menganita es ucraniana? El tenis es un deporte, a diferencia del fútbol que apela a una ciudad o a un país dónde el equipo actúa como ejército de juguete,  en el que el origen de los contendientes nos trae sin cuidado a los que disfrutamos viendo un buen partido (salvo la Copa Davis cuyas peculiaridades todos conocemos y que hacen precisamente que sea el torneo que menos me interesa). A mí me gusta Nadal por sus méritos deportivos no porque sea de Manacor y lo admiro tanto como a Federer del que me declaro ferviente fan, tanto como de Nadal, si vamos a eso.
La semana pasada fue la final femenina del US Open y el comentario más repetido que se escuchó era “es la primera vez que una jugadora japonesa gana el torneo”. Bueno, ¿y qué? En ese comentario existe un mensaje oculto de superioridad sobre el pueblo japonés que no ha sido capaz de criar a ningún campeón anteriormente.
Esto es a lo que me refiero con los micronacionalismos, sobre los que hay que estar alerta y saber detectarlos para condenarlos de la misma forma que lo hacemos con el micromachismo. En serio, parece una estupidez pero en general las cosas pequeñas tienen eso, que nos parecen insignificantes, y sin embargo no lo son, ni muchísimo menos. Si estamos en contra de los nacionalismos, seamos consecuentes y estemos en contra siempre, aunque a veces aparezca de forma burda  o disimulada. Así se empieza.











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