miércoles, 31 de julio de 2019

Dignidad canina








El escepticismo científico es una postura al alcance de cualquiera, no se precisa ningún título académico. Basta con elevar una ceja en clara señal de duda ante hechos dados por válidos sin que existan pruebas empíricas suficientes que validen su veracidad. Yo soy un gran escéptico, científico y de todo tipo, por eso me encantan las historias que desmitifican viejas creencias. Digamos que hago colección, por eso, mis amigos cuando se enteran de alguna historia que echa por tierra algún mito, inmediatamente me la mandan como prueba de cariño. A veces, cuando la historia es magnífica, se la reservan para el día de mi cumpleaños sabiendo que van a acertar con el regalo. Hoy he recibido una de las buenas sin ser mi cumpleaños ni nada; mi agradecimiento no tiene límites.

Se trata de una de esas historias desmitificadoras que más ilusión me hacen, pues son el contraejemplo de una creencia que resulta humillante para alguien, en este caso para los perros. Resulta que todo el mundo piensa que los perros mantienen una relación con sus amos de excesiva entrega, tanta que hasta llegan a perder la dignidad. Vale que hay casos de animales maltratados que después de lamerse sus heridas vuelven con sus amos, pero la existencia de sucesos aislados no puede servir para generalizar y decir que los perros carecen de amor propio y luego añadir que su sumisión al amo es enfermiza. Por eso, las historias que cuentan lo contrario, que hablan de perros que saben cómo mantener su honor canino con gallardía ejemplar, hay que airearlas para derrumbar el viejo mito sobre el perro tontorrón entregado sin límites a los caprichos de un amo injusto y cruel. Tal es el caso el de la historia que viene a cuento.

Se trata de un golden retriver, uno de los perros más listos que hay, que recorrió la nada desdeñable distancia de 100 kilómetros solo para morder a su dueño que le hizo una perrería. Una molestia que solo te tomas si posees un gran sentido de la dignidad. Resulta, que el dueño del animal, decidió que sus vacaciones en la playa estarían mucho mejor si no tuviera que estar pendiente de su viejo amigo, y cuando iban los dos juntos camino de su destino vacacional, cometió la tropelía: abandonó a su perro en una gasolinera. Qué gran equivocación, y por otro lado qué vulgar. El perro, una vez superado el desconcierto, puso patas sobre el asunto y siguió el rastro hasta llegar a un pequeño pueblo de la costa. La venganza hay que planearla cuidadosamente; una mañana, el golden retriver se presentó en la playa donde el imbécil de su amo se entretenía jugando  a las palas. En cuanto vio a su perro fue corriendo hacia él, esperando que el animal se abalanzara a sus brazos moviendo la cola con el perdón en sus babeos y una sonrisa tonta dibujada en los belfos, pero lo que se encontró no fue precisamente lametazos de amor desmedido. El perro lo esperó con el labio superior fruncido y a continuación le lanzó un certero mordisco, así, ñaca, sin ensañarse, justo un bocado para dejar claro lo que él pensaba sobre los amigos que te dejan abandonado en una gasolinera. Después, el altivo animal se dio media vuelta y desapareció por el mismo camino por el que había venido dejando atrás al capullo del exdueño esperando que llegaran los servicios de socorro para atenderle. La venganza se había cumplido y el honor canino estaba a salvo.

Ese magnifico perro, según cuenta la noticia que me han regalado, no podía evitar poner cara de perro abandonado por lo que fue inmediatamente acogido por una familia que lo encontró caminando por el borde de la carretera.

Esta familia es muy afortunada pero más vale que sepan cuidar de su nuevo miembro o pagarán las consecuencias.

Una historia maravillosa.



                                                                                                             leonciolopezalvarez.eu








viernes, 26 de julio de 2019

El metro








Muchas veces estamos en un sitio, pero en realidad estamos en otro. El lugar habitual al que acudimos cada vez que nos ausentamos es a las Batuecas, aunque también solemos frecuentar Babia, y en casos extremos nos vamos a las nubes o directamente a la Luna, como yo, mi lugar preferido para estar cuando no estoy.
Las Batuecas, por cierto, es un lugar maravilloso, entre Salamanca y Ciudad Rodrigo, apartado y extraño cuyos habitantes tenían fama, bien ganada supongo, de ignorantes. Luego llegó la modernidad y dejaron de serlo pero el sambenito ya no hay quien se lo quite. Hartzembuch escribió en 1843 una comedia en verso y prosa con el título de Las Batuecas en que aparecían sus habitantes “los batuecos” como individuos rústicos, que no tiene nada de malo, y atrasados, que sí lo tiene.
Babia también va por el mismo camino, de hecho no hay que desviarse mucho para llegar a esta comarca apartada de León, que es de una belleza sublime. Sus habitantes, hace mucho, cuando estaban, se dedicaban al pastoreo, pastoreo trashumante,  razón por la que en realidad no estaban. Enseguida se bajaban a Extremadura acompañados de sus enormes mastines y de ahí viene la expresión “estar en Babia”, pues tanto echaban de menos a su tierra natal que aún cuando se encontraban en la otra punta del mundo, es decir Extremadura en aquellos tiempos, seguían en Babia a juzgar por su expresión ausente.
Pero me estoy yendo por los Cerros de Úbeda, lugar que también merecería comentarios, para llegar al metro, que es el motivo inspirador del presente artiblog.
Me he fijado en que la mayor parte de los viajeros del metro están a miles de kilómetros de distancia de donde se encuentran. Eso es porque consideran que el tiempo que pasan en el metro no merece la pena y se ausentan a otros lugares más apetecibles. A Babia, las Batuecas o donde sea. Un porcentaje enorme va escuchando una música malísima como si su cerebro estuviera sorbiendo mierda almacenada en sus móviles a través de los cables de los auriculares. Como si fuera una pajita, sí. El volumen es altísimo, por eso sé qué tipo de música les llega.
Otros, mejor dicho otras, porque hay más mujeres que lo hacen, leen con atención el último libro que alguien les ha regalado. Se nota que es un regalo porque lo han forrado para que nadie sepa que se trata de un bestseller,  y ya sabemos que la gente solo regala bestseller. Nadie se arriesga a comprar una novela escrita por un autor desconocido, razón por la cual, los escritores conocidos cuando llegan a cierto nivel, da igual lo que escriban, lo van a vender igual tanto si es una obra maestra como si es la misma mierda que circula por los auriculares musicales. Dentro de este razonamiento se encuentra perdido el momento en que un escritor desconocido deja de serlo y se convierte en otro conocido, pero eso lo dejo para otro momento; bueno, probablemente no lo trate jamás, no nos engañemos.
El candy crush y otros juegos igual de tontorrones, es también uno de los lugares visitados por los viajeros de metro que se niegan a permanecer en sus sitios.

La conclusión evidente es que a nadie le gusta viajar en metro. Me quedo preocupado porque a mí si me gusta.



                                                                                                                             leonciolopezalvarez.eu











domingo, 21 de julio de 2019

21 de julio







La foto no puede ser más explícita para explicar el título del presente artiblog. Hace exactamente 50 años que dos congéneres nuestros pusieron sus pies en la Luna, y lo hicieron en unas condiciones para echarse a temblar. 

La cosa merece que escriba una nueva entrada sobre este momento, pero como ya lo tengo escrito de otra ocasión, pues os pongo el enlace y santas pascuas. Es lo que tiene, por un lado ser un vago redomado, y por otro, tener memoria de lo que uno va escribiendo.











                                                                                                                                           mi web

lunes, 8 de julio de 2019

Mi web









La tumbona de lona y madera debajo del emparrado en una casa de campo, con una mesa de granito a pocos metros sobre la que hay un plato con tomate que huele a tomate y, sorpresa, sabe a tomate, al lado de un porrón de vino, eso ya no existe. Eso significa que ya no hay manera de estar tranquilo en este mundo. ¿Por qué han dejado de existir esos momentos de paz? (cada cual tiene representado el suyo con una imagen, el mío es el que acabo de describir). La respuesta es porque en su lugar han aparecido las páginas web.

Ya sé que no es fácil encontrar la conexión, pero de verdad que existe, todo lo que tenemos que hacer para darnos cuenta es fijarnos en que continuamente aparece algo de naturaleza digital que anula lo anterior y nos obliga a adaptarnos a la novedad, muchas veces tarde, pero siempre impidiéndonos descansar debajo de la parra. Ante este hecho incuestionable solo podemos hacer dos cosas: añorar nuestros momentos ideales de tranquilidad moqueando en algún rincón o sumarnos al enemigo y hacernos una  pagina web. Yo, tras muchas tardes de profunda nostalgia pensando en mi perdido paraíso, he decidido pasar a la acción y hacerme una web.

El resultado se puede ver en leonciolopezalvarez.eu .  El dominio .eu, lo he preferido a .com por razones obvias, y a .es, porque es más global.

¿Qué ventaja tiene contar con una página web propia? Pues que yo sepa, en mi caso ninguna. ¿Entonces para qué me he tomado la molestia de hacerla? Ésa sí me sé la respuesta: porque ya que estaba sin mi emparrado y mi vieja hamaca, qué más me daba hacerla que no.

Pues hala, aquí la tenéis:

                                                                 MI WEB