lunes, 31 de diciembre de 2012

Primos, tíos, demás parentela y feliz 2013.



2013 es un año de primos. Cada uno de sus dígitos es un número primo y me temo que la mayoría de los que lo vamos a vivir también. Porque hay que ser primo, no me digas. No, no voy a enumerar la lista que avala mi conclusión matemática, no tengo cuerpo. Es lo que tienen los excesos navideños, que te dejan sin cuerpo. En mi caso, no es por exceso, sino por defecto. No tengo cuerpo porque sencillamente me falta, y ya está. Por eso estoy dentro del grupo de los primos: no puedo dividirme nada más que por mi mismo, que doy la unidad, o por la unidad, que doy a mi mismo. Todo un primo, vamos, sin cuerpo que se pueda despiezar, que bien mirado, con los tiempos que corren es una ventaja. Aunque como decía Jardiel Poncela, cuando alguien proclama, me has dejado de una pieza, lo normal, es que en ese momento esté hecho trizas.
También vale, pero volviendo con los parentescos, los primos por lo general son buenos tíos, mientras que los malos tíos, no suelen ser primos. ¿Por qué será? No tengo ni idea, pero ¿es mejor ser primo o mal tío? Los malos tíos lo tienen clarísimo, ni se lo piensan, en cambio los primos dudamos, que es la mejor forma de demostrar que efectivamente somos unos primos. En cualquier caso, yo creo que no es algo que podamos elegir, más bien, venimos de fábrica de una determinada manera y no podemos cambiar según nos apetezca. Algunos lo han conseguido en cierto modo y se han quedado en un terreno que comparte características de ambas formas de ser. Son primos que en cuanto pueden, se convierten en malos tíos. Suelen acabar siendo malísimos tíos. Si no hubiera primos, los malos tíos lo tendrían más difícil, pero la suerte que tienen es que cada vez abundan más.
En fin, espero y deseo que el próximo año solo tenga de primos a los números que lo componen, y que entre todos nos quitemos de encima a los malos tíos.
Ojala.

¡Ah, y feliz 2013 para todos, salvo para los malos tíos, claro!




domingo, 23 de diciembre de 2012

Pavos negros

Un año más os voy a dar la lata con mi cuento navideño. Os deseo a todos un futuro lleno de felicidad y prosperidad y el mejor momento para empezar es ahora, en Navidad.



PAVOS NEGROS

En mi casa, cuando llegaban las navidades nos reuníamos todos alrededor de un pavo inmenso que traía mi abuela y nos pasábamos horas mirándolo. Un rito que repetíamos año tras año fascinados por el porte del animal, tan digno y soberbio a pesar de su cara de gárgola, o quizá por eso. Éramos cinco hermanos y dos primos, los siete bajo la tutela de mi abuela, que aunque no venga al caso se llamaba Dora. Se sigue llamando Dora, pues con sus 103 años está más viva que nunca. No como mis padres que murieron, según dice mi abuela, sin ninguna justificación.
La abuela Dora es una de esas personas que uno nunca sabe cuando va a sacar un hacha y se va a liar a destrozar todo. También da la sensación de que en su composición interviene como material fundamental la madera. Su cara parece esculpida en un tronco de roble, sus manos parecen raíces de olivo y el resto del cuerpo a saber, pues siempre va oculto en un vestido negro que la cubre en casi su totalidad. Las piernas permanecen embutidas en unas medias gruesas de lana, también de color negro, y todos suponemos que son leñosas y con muchos nudos. Mi primo dice que una vez vio que le salía una ramita de ébano por el tobillo, pero se la debió de podar enseguida porque yo nunca se la vi. Da igual que sea verano o invierno, siempre va así, de negro. Como el pavo, que también tiene los muslos de madera.
Mañana ya no habrá pavo y de los cinco hermanos y dos primos, el único que queda soy yo. Mirar el pavo solo, sin la compañía de los demás, no es lo mismo, pero por seguir la tradición, aquí estoy; mejor dicho, aquí estamos, niño y pavo,  uno enfrente del otro, contemplándonos sin recato. Os contaré qué fue de mi familia.

Las últimas siete navidades han sido las siete navidades más tristes de la historia, siendo cada cual peor que la anterior. Primero fue Carlota, la pequeña de mis hermanas pero sin ninguna duda la más gorda. Desapareció de forma misteriosa el día anterior a noche buena. Es decir, un día como hoy, 23 de diciembre. Estábamos los siete contemplando el pavo y en un momento de descuido ya no estaba ni el pavo ni Carlota. El pavo apareció al día siguiente en la cena de Navidad, asado y relleno de castañas hechas de madera, pero de mi hermana nunca más se supo. Nos comimos el pavo y por cierto no sobró absolutamente nada, tal como había venido sucediendo siempre. 
Después de mi hermana la gorda, en la siguiente navidad, desapareció de la misma forma, Darío, mi primo mayor que no era gordo pero era alto y fuerte como un oso. Conviene que aclare que donde todos nosotros vivíamos, y aún sigo viviendo yo, los osos no son osos normales, esos temibles animales que hay en otras partes del mundo donde hay osos, no. Nuestros osos jamás pasan de los 80 kilos de peso y aunque son muy fuertes no resultan peligrosos. A veces, incluso, entran en las casas buscando un poco de calor y un vaso de leche, pues les encanta la leche. En cierta ocasión, cuando éramos pequeños casi todos (mi primo mayor nunca fue pequeño, no sé por qué), entraron en casa dos osos de aspecto inofensivo, más bien con cara de lechuzos y justo cuando les íbamos a dar un cuartillo de leche con unas galletas, llegó la abuela Dora quien los puso en espantada a escobazos. Este suceso sirvió para que mi abuela dijera que a Darío, igual que a mi hermana la gorda, se los había llevado un oso.
Al año siguiente de desparecer Darío, el oso se llevó a Carmelo, mi hermano gemelo que se parecía a mí como un huevo a una castaña. Nos comimos el pavo igualmente, sin que nada sobrara.
Luego siguieron la misma suerte, Adela, Pablo y el primo de pega, que lo llamábamos así porque en realidad no era primo nuestro, sino un vecino que cuando éramos todos muy pequeños lo trajo su madre a mi casa para que jugáramos todos juntos, y jamás volvió a recogerlo. Total, que nos lo quedamos. El primo de pega y yo éramos los más esmirriadillos, él un poco menos que yo y precisamente el último en desaparecer.
Hoy es el día anterior a navidad y estoy yo solo mirando el pavo. Se que de un momento a otro vendrá la abuela Dora y se lo llevará. Lo cocinará para la cena de mañana con castañas hechas de madera y no sobrará nada.
Echo de menos los momentos en que estábamos todos en este mismo lugar contemplando maravillados al pavo.
No se por qué pero tengo miedo.


lunes, 17 de diciembre de 2012

35.137




Los niños de San Ildefonso son, como se dice ahora, una marca. Probablemente sea la marca que más decepciones ha producido a sus usuarios y sin embargo, todos siguen confiando en ella. Hay que ser rarito. Es una marca, que a pesar de que siempre falla, cuanta con una imagen estupenda. Inexplicable. A lo mejor es por culpa de mi abuela. Yo, cuando era pequeño, recuerdo que mi abuela me decía que los niños de San Ildefonso eran muy buenos, los más estudiosos y los más inteligentes, y precisamente por ser tan buenos tenían el privilegio de cantar la lotería el día de Navidad. Yo lo del privilegio no lo veía por ninguna parte, más bien me parecía una pesadez insoportable, pero eso de que estuviera reservado para los más listos acuciaba mi incipiente espíritu competitivo. Por cierto, nuca pasó de ahí. El caso es que lleno de envidia por un lado y de curiosidad por otro, un año me fui directito al salón de sorteos de Loterías y Apuestas del Estado y me hice pasar por un niño de san Ildefonso. Todo resultó mucho más fácil de lo que yo pensaba y enseguida me vi delante de un bombo extrayendo bolas y cantando como podía el número que aparecía en cada una. He de decir que a pesar de que mi voz siempre ha sido un espanto, y desde luego, nada atiplada, no lo hice nada mal. Después de un buen rato de sacar solo pedreas y más pedreas, que ya me tenían aburrido, apareció entre mis infantiles dedos, justo cuando estaba a punto de irme a mi casa, la bola con el premio gordo. La visión me dejó paralizado, mudo, sin respiración y preso de un ataque de nervios. No podía apartar los ojos de aquella bola, a pesar de lo cual pude ver perfectamente a todo el mundo que había en la sala. Estaban unánimemente congelados, nadie movía ni un músculo y todos me miraban entre perplejos y expectantes. Mi reacción no tardó en llegar. Hice algo inesperado, incluso para mí. Me tragué la bola. Sí, ya se que no fue un comportamiento adecuado, pero qué quieres, me faltaba el entrenamiento que todos los niños de San Ildefonso sí habían tenido (estoy convencido de que el entrenamiento que reciben es para evitar que se traguen las bolas).
Aquella vez no hubo gordo de navidad, claro, lo que no impidió que al siguiente año las ventas de décimos volvieran a disparase. Lo dicho, cuentan con un público entregado y da igual lo que le hagas.
Por cierto, como consecuencia de aquel episodio jamás me ha tocado ni siquiera el reintegro. De la misma forma que si te tomas una aspirina se te pasa el dolor de cabeza, si te tragas una bola de lotería con el premio gordo, quedas inmunizado de por vida contra todo tipo de premios. Soy una especie de Obelix de los juegos de azar. Pese a todo, he comprado tres billetes completos del número que aparece arriba. Anda que como salga, vaya risa. 


lunes, 10 de diciembre de 2012

Un vecino singular





Ya he hablado anteriormente de mi vecino, aquel tipo con el que solía jugar al pádel hasta que decidió cambiar el pádel por extrañas reuniones en las que teníamos que buscar hitos, y que me caía todo lo bien que puede llegar a caerme un vecino. Es fácil recordar, lo mencioné la semana pasada. Lo que no mencioné es que además de la manía que le entró por buscar hitos, tiene otras peculiaridades dignas de contar. También le gusta charlar sobre la teoría de la relatividad. En cierta ocasión me comentó que la primera vez que se había emocionado en su vida fue cuando formuló, sin apenas darse cuenta, las ecuaciones diferenciales que muestran que los campos magnéticos se difunden en forma de ondas polarizadas y a la velocidad de la luz. Yo le entendí perfectamente pues a pocas personas en el mundo se les ha concedido una experiencia semejante, pero le corregí que se refería a ondas electromagnéticas, no magnéticas a secas. Acuérdate de Maxwell, le dije. Me preguntó sorprendido si yo estaba interesado en los estudios relativistas y cuando le confesé afirmativamente (con cautela, no me gusta revelar mis pasiones ocultas), se le iluminó el gesto con una sonrisa. Entonces me cogió de la mano, y como un chiquillo en el recreo hizo que le siguiera hasta llegar a la escalera que había en una esquina del salón.
    -Te voy a descubrir algo que no le he enseñado ni a mi mujer ni a mis hijos ni a nadie. Tú eres el primero.
Esta declaración hizo que me sintiera un tanto turbado, pero aguanté expectante a lo que pudiera venir.
    -vamos a subir al piso de arriba y lo comprenderás inmediatamente sin más explicaciones –llegamos a la planta superior y mi vecino me soltó la mano entusiasmado.
    -¿Qué día es hoy? –preguntó. Martes respondí- No, mira el calendario:¡estamos a miércoles!, martes era en la planta de abajo.
    -¿Quieres decir…?
    -¡Exacto! Quiero decir que si subimos una planta más estaremos a jueves, y si bajamos tres plantas estaremos en lunes. ¿No es fascinante? Te preguntarás cómo funciona pero a poca imaginación que le eches te darás cuenta enseguida de que no es tan complicado. Ven, sígueme.
Mi vecino empezó a subir sin parar, pisos y más pisos, en una enloquecida carrera que me estaba dejando sin respiración. Yo le seguía pisándome los pulmones y cuando ya apenas podía dar un paso más se detuvo en la planta doce de enero de 2013. Yo estaba exhausto. Y tendiendo en cuenta que tanto mi vecino como yo vivimos en “pareados” de dos plantas,  además de exhausto estaba confundido, aún así aproveché para llamar por teléfono a mi madre y felicitarla por su cumpleaños que precisamente es el doce de enero.
    -Felicidades mamá –le dije-, espero que estés bien. Este año no me ha dado tiempo a comprarte un regalo pero en cuanto baje las escaleras te busco uno.
Dejé a mi madre con la misma opinión que siempre ha tenido sobre mi salud mental y pregunté a mi vecino:
    -¿Cómo pudiste aplicar las ecuaciones de Lorentz-FitzGerald en una escalera?
    -¿Bromeas?, eso fue lo más sencillo. Todo ocurrió un día en que estaba desatascando las cañerías y ya ves, empecé a hurgar aquí y allá y una cosa me llevó a otra y al final conseguí construir este bonito punto singular en el universo. ¿Qué te parece?
    -Estupendo. Mucho mejor que lo de los hitos, incluso mejor que el pádel.
    -Sí, la verdad es que no está mal. Además con lo despistado que soy yo, me viene fenomenal. ¿Qué se me olvida hacer algo un día? Pues bajo un piso, lo hago, vuelvo a subir a mi planta, y santas pascuas.
Imaginé esa aplicación y reconocí que yo estaría todo el día en la planta de abajo haciendo las cosas que habitualmente tengo que hacer y nunca hago. Luego mi vecino me miró directamente a los ojos, me cogió las dos manos y con solemnidad me hizo prometer que no revelaría a nadie su secreto. A continuación se despidió de mi, se dirigió a la ventana y sin pensárselo dos veces se arrojó al vacío desde la planta 12 de enero de 2013. Supongo que moriría estrellado contra el momento de su nacimiento, por lo que inmediatamente  volvería a la vida. Quizá no era la primera vez que lo hacía, pensé mientras bajaba las escaleras lentamente.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Hitos




Tengo un vecino con el que solía jugar al pádel como hace todo el mundo con sus vecinos, pero desde hace un tiempo a esta parte hemos dejado el deporte y ahora nos reunimos para celebrar hitos. Este cambio de rumbo en nuestras relaciones es todo un hito, comentó mi vecino en nuestra primera sesión. Pues es verdad, reconocí decepcionado por no poder echar la revancha de la última partida. Luego le pregunté (la idea de los hitos fue suya), para qué valían los hitos. Al principio me miró sin entender cómo podía haber estado tanto tiempo jugando al pádel con alguien tan burro que no sabía para qué servían los hitos, pero luego cambió su expresión de incredulidad por otra de condescendencia que me hizo sentir mejor. Me explicó que los hitos eran necesarios para marcar las partes gordas de lo que hacemos. Imagínate, me dijo, que de repente toda la humanidad desaparece… porque nos disolvemos en ácido sulfúrico. Pues bien, los grumos que quedarían, esas partes duras que se resisten al ácido, serían los hitos.
Me imaginé mi esqueleto flotando en un caldo burbujeante de ácido y con franqueza, no lo vi como un hito, pero mi vecino es así con los ejemplos. Son siempre malísimos, en cambio, cuando jugábamos al pádel, sus boleas eran temibles. No se puede ser bueno en todo, está claro.
Mi vecino me descubrió (yo jamás lo hubiera imaginado), que existen varios tipos de hitos. El descubrimiento de América es un tipo de hito, o mojón que también se llama, que nadie discute, incluso hay gente que saca conclusiones socioeconómicas de tan importante jalón, que es otro nombre para referirse a los hitos, me dijo. Esos están bien pero los hitos a los que nos vamos a dedicar nosotros es a otros de menor importancia aparente, continuó. Nuestra labor va a ser la de sabuesos en busca de hitos que hayan pasado desapercibidos por su escasa difusión en los medios, pero que pueden tenar enorme trascendencia social.
    -Podemos –me atreví a opinar- celebrar la llegada del turista número tres millones en alguna ciudad del mediterráneo.
    -No, eso es una estupidez enorme. Eres tan malo buscando hitos como jugando al pádel.
Creo que desde entonces odio a mi vecino. Y esto es un hito porque antes me caía bien. Se lo diré la próxima vez que quedemos para celebrar hitos.



lunes, 26 de noviembre de 2012

Menos Mas




IMPRESCINDIBLES. Artur Mas dijo hará un par de semanas que las elecciones celebradas ayer en Cataluña eran así, IMPRESCINDIBLES. Lo he puesto en mayúsculas porque Mas lo dijo gritando, que es como hablan los políticos en los mítines, y en general en todos los ámbitos, salvo cuando se quieren hacer los simpáticos en las entrevistas. Unas elecciones que han sido convocadas por el presidente de la Generalitat como plebiscito en torno a la independencia, alentado por la concurrencia a la Diada. Unas elecciones que han sido adelantadas 2 años (porque eran imprescindibles) para plantear soluciones  a problemas que nadie había considerado salvo él mismo, al menos con tanta urgencia.
Se ha hablado mucho, y más últimamente, del papel que a veces representan los políticos y lo mucho que difiere de lo que se espera de ellos. Por un lado va el discurso de estos prohombres y por otro lado van las necesidades reales de la ciudadanía, y cuando la diferencia es tan patente, es malo, muy malo para todos, aunque siempre habrá alguno que le saque partido, y no quería hacer ningún juego de palabras. Ahora, la derecha soberanista tendrá que hacer un pacto con el soberanismo de izquierdas. No está mal, para ser el resultado de unas elecciones adelantadas dos años porque eran imprescindibles.
Lo que más me fastidia de todo esto, es que yo no tenía ninguna intención de hablar sobre las elecciones catalanas, sino del Papa, que también tiene lo suyo. Mira que decirnos que la mula y el buey nunca existieron ¡Pero bueno, si era lo único creíble de todo!. ¿Y ahora qué hacemos con los belenes? Y ahí no acaba la cosa, porque Benedicto XVI también cuestiona la existencia de los pastorcitos. ¡Por Dios, pero que le han hecho a este hombre (santo varón, por supuesto) los pastorcitos! De un plumazo se ha cargado la mitad de las letras de nuestros villancicos, y nos ha dejado a todos sin saber cómo montar un belén. Claro que mientras haya políticos, el belén está garantizado.


martes, 20 de noviembre de 2012

Ni aunque nos pillen confesados




    -Mira, ¿sabes lo que te digo?, que me muero.
Yo intenté disuadirle diciéndole que ahora las cosas estaban muy mal y que no era el momento, que en todo caso lo dejara para más adelante, para cuando pasara la pertinaz crisis. Él no me hizo caso y se murió a pesar de todas mis advertencias. Un grave error, su último gran error.
En virtud, y nunca mejor empleada esta expresión, de su piadosa vida y su fe en el más allá, tras la muerte terrenal fue directito al cielo, dónde se encontraría con su Dios, justo y misericordioso. Pero antes de gozar de la divina presencia tuvo que pasar los trámites aduaneros con S. Pedro, que agitaba su enorme llave mientras le hacía las preguntas de rigor: estado civil, declaración de que no llevaba ningún artefacto explosivo ni líquidos inflamables, nivel de ingresos,… etc.
    -BIEN, BIEN,… ESTOOO, VAMOS A VER…PARA TERMINAR, ¿CUÁL ES SU PROFESIÓN? –la voz de S. Pedro sonaba como un trueno.
    -Soy carpintero, con amplia experiencia demostrable.
   -¿CARPINTERO? MMM, DE ESO NOSOTROS ANDAMOS BASTANTE BIEN, ¿NO SABES HACER NADA MÁS?
    -Bueno, también domino el excel, power point y otras aplicaciones informáticas. Antes de morirme estaba haciendo un curso de community manager.
    -YA. O SEA QUE ESTABAS EN EL PARO, ¿NO?
Mi amigo bajó la cabeza y tuvo que reconocer que sí, que estaba sin empleo en el momento de palmar. S. Pedro torció el gesto con desconfianza mientras golpeaba rítmicamente el formulario de entrada con su enorme llave. Mal asunto cuando quien tiene que franquearte el paso se lo piensa tanto.
    -¿NO TIENES AVALES, ALGUIEN QUE PUEDA RESPONDER POR TI, ALGUNA PROPIEDAD?
    -Me temo que no tengo nada, así como para respaldar lo que vale entrar en el cielo –tras unos segundos de cavilación continuó con renovadas energías-. Pero antes de morirme recibí el viático, me confesé, comulgué y mientras estuve vivo, guardé todos los mandamientos sin faltar a ninguno.
    -YA, YA, FALTARÍA MÁS, PERO ME TEMO QUE AHORA LAS COSAS YA NO FUNCIONAN ASÍ. ESTAMOS ATRAVESANDO UNOS MOMENTOS MUY MALOS, ¿SABES? AHORA TENEMOS QUE ESTAR SEGUROS DE A QUIÉN DEJAMOS ENTRAR. EL JEFE NOS HA DICHO QUE NO QUIERE MÁS DESAHUCIOS, QUE DAN MUY MALA PRENSA, Y CUALQUIER MEDIDA PARA EVITAR ESA SITUACIÓN TAN DESAGRADABLE ES POCA.
    -Ya, pero yo…
    -YA, YA, SI YO TE COMPRENDO, PERO CRÉEME…
    -Eso es precisamente todo lo que he hecho en mi vida, creer.
Ni que decir tiene que mi amigo está ahora en el infierno. Por no hacerme caso.


viernes, 9 de noviembre de 2012

Filosofía pura en el día de la Almudena




 “Nadie da lo que no tiene”. Esta frase parece una perogrullada y sin embargo es un principio filosófico, o al menos, así me lo presentaron cuando estudié filosofía (es mucho mejor que “el clinamen” que también lo estudié y que tenía que ver con los átomos y el libre albedrío). El alcance de “nadie da lo que no tiene” es lo que hace grande a este pensamiento pues a partir de él se puede llegar a conclusiones de gran calado. Pero tiene un fallo imperdonable y es que carece de homólogo contrario, que sería “todos dan lo que tienen”. Si se cumpliera el contrario con la misma inexorabilidad que el original viviríamos en el país de los pitufos, todo el mundo feliz, unos por recibir lo que les falta y otros por dar lo que les sobra, que también es una satisfacción aunque no lo reconozcan quienes tienen de sobra. Ana Botella, por ejemplo, tiene cara, eso no hay quien lo ponga en duda, y sin embargo se niega a darla. Tampoco la da su vicealcalde y me consta que también tiene, porque yo se la he visto. Ambos tienen cara de sobra y ya ves, ninguno la da.
Ni al salir de misa, que parece que uno sale más sensiblón tras recibir bendiciones y escuchar sabias homilías. Me refiero al día de hoy, que es como todos los madrileños sabemos, el día de la Almudena. También sabemos todos los madrileños, incluso todo el mundo, que en la madrugada del día uno (estamos a nueve), se produjo la muerte de varias adolescentes en una macrofiesta celebrada en un recinto que el Ayuntamiento alquiló a una empresa que cuenta con 51 incidencias judiciales y administrativas, tres embargos y un riesgo de impagos del 100% según datos mercantiles confirmados por el propio Ayuntamiento, y que además debe al Estado más de 26.000 euros. Pero eso es casi todo lo que sabemos, y porque lo dicen los periódicos, que si no...nastis monastis, por ponerme castizorro. Nadie del Ayuntamiento dice nada, y quién más tiene que decir, huye de la prensa y echa balones fuera con bastante desacierto.
Esta mañana, como decía, el jefe de prensa del vicealcalde Villanueva, lo arrastra literalmente al salir de la misa que se ha celebrado en la Catedral de la Almudena, fuera del alcance de los periodistas, en una imagen patética y cobarde. Minutos antes, la alcaldesa (que por supuesto no se ha perdido la misa), ha pedido (leyendo) a la patrona de los madrileños en una sentida exhortación, que ayude a los padres de las cuatro fallecidas a “sobrellevar el dolor de su ausencia”.  
Luego también ha pedido a la Virgen, ya puestos, que se restablezca la joven que sigue en el hospital, y ha rezado por todos, por lo que todos podemos estar orgullosos de tener una alcaldesa así de buena.
Para que algunos críticos digan que está ahí porque la ha puesto el ayuntamiento.


lunes, 5 de noviembre de 2012

El túnel



El Túnel de Guadarrama, que en realidad son los tres túneles de Guadarrama, se ha ido adaptando desde que se inauguró (que entonces sí era sólo uno y encima de doble sentido) a las necesidades de los tiempos como una especie biológica en proceso evolutivo. Actualmente, ni su longitud es la misma que cuando se abrió al tráfico.
Pero si sólo fuera eso… el Túnel de Guadarrama (o los tres túneles de Guadarrama) entraña misterios increíbles que van más allá de sus mejoras para evitar embotellamientos. Yo lo he descubierto en el pasado puente de Halloween, antes Día de los Difuntos, o Día de todos los Santos, y precisamente por ahí van los tiros. Yo iba escuchando la radio, y tras los momentos lógicos de interrupción por el hecho de tener una montaña encima, cuando volvió la voz del locutor nada más salir del túnel, noté que algo había cambiado. Y no solo el tiempo (lo típico de que entras con sol y sales en medio de una nevada), bueno sí, sobre todo el tiempo. El locutor hablaba ahora con un tono triste, apesadumbrado y respetuoso, del día Uno de Noviembre (Halloween ya no existía), y nos animaba a todos los escuchantes a visitar los cementerios para llevar flores a nuestros seres queridos que nos habían dejado en este valle de lágrimas. En mi caso, del Guadarrama. Después me adelantó un Dodge Dart color granate. Luego un Dauphine con un señor que conducía con sombrero. Yo, perplejo, claro. Sí, efectivamente, había salido del túnel unos cuantos años antes del momento en el que entré. Con el trabajo que nos había costado llegar al siglo XXI, otra vez para atrás. Inmediatamente di la vuelta en la primera salida, la de San Rafael, con la esperanza de recuperar los años perdidos y aparecer de nuevo en 2012. Pagué seis pesetas de peaje que no se ni de dónde las saqué y deshice lo andado a toda velocidad pues sabía que no me iba a encontrar ningún rádar.
Mi ilusión fue en vano: cuando terminé de atravesar el maldito túnel, seguía en los setenta. Volví a mi casa deprimido, adelantando a montones de “seiscientos” como un poseído y justo al bordear la Puerta de Hierro, fui consciente de que el proceso no se había detenido. Ahora me encontraba en los años sesenta. En 1963 para ser exactos. En sentido contrario pasó velozmente una columna de motoristas rodeando un viejo Rolls de color negro. Un destello perlífero salió reflejado durante una milésima de segundo de su interior, y enseguida se perdió la comitiva entera en dirección hacia La Coruña. En la radio un boletín informativo adelantó lo que sería la gran noticia durante mucho tiempo. La inauguración del túnel de Guadarrama. Yo lo adiviné antes de que el locutor dijera nada.


lunes, 29 de octubre de 2012

Alea iacta est



Cruzó la calle y nada más cruzar pasó un coche a toda velocidad. No lo vio venir, pero sí vio cómo se alejaba pasando por encima del mismo charco que segundos antes él mismo había pisado. Un par de segundos, sólo un par de segundos era la diferencia que había entre estar vivo o no. Después siguió andando por la acera, sacudiéndose el agua y el barro del charco y maldiciendo al conductor por haberle salpicado. Parece que lo único molesto del suceso se pudiera remediar en una tintorería.
Dos segundos y una tintorería es todo lo que necesita la vida para continuar su curso imperturbable. Y el conductor del coche ni eso,  ni siquiera tuvo que pagar  40 euros en limpiar ningún traje para seguir exactamente igual. No se enteró de que estuvo a punto de arruinar una vida, la suya, y mucho peor, acabar con otra. Dos segundos es cuestión de suerte y el azar es así, discreto, desapercibido, silencioso y extremadamente cruel.
El ejemplo que he puesto del coche y el charco me lo he inventado, pero podía contar el caso real de una prima mía muy lejana, tan lejana que vivía en Búfalo, que según iba a su trabajo le cayó un avión del ejército encima. Ni que decir tiene, que la muerte fue instantánea. ¿Qué le pasaría a mi prima de Búfalo por la cabeza, avión aparte, en el momento del impacto? Nada, absolutamente nada. A mí eso me da mucha envidia. No digo que lo desee para ahora mismo, pero sí como sistema para cuando sea necesario aplicar un sistema. Y es que la muerte instantánea como idea está pero que muy bien. Sin embargo quedarte a medias de forma permanente está muy mal. 
Llevo tiempo dando vueltas a un relato que algún día escribiré en el que el protagonista se pone en contacto con un asesino a sueldo, el mejor del mundo, para hacerle un encargo. Le da las señas del tipo al que tiene que apiolar, su descripción exacta y todos los detalles necesarios para que lo pueda identificar sin problema. Luego le manda el dinero pactado y espera a que cumpla su trabajo que ha de ser, según sus órdenes, cualquier día del siguiente año. La víctima era él mismo, claro, que se enteró de que le quedaba eso, un año de vida como mucho, según su médico, que naturalmente se equivocó en el diagnóstico y, qué risa, cuando le da la buena noticia, el prota se da cuenta de que ha perdido el teléfono del mejor asesino a sueldo que había en el mundo. Eso es mala suerte, y mira que el hombre hizo todo lo que estaba a su alcance por arreglar lo que sin duda era una mala  noticia, producto de la mala suerte. Una enfermedad también es cuestión de suerte.
Yo, esta mañana he ido a cortar un poco de chorizo para el aperitivo pero lo había gastado en las lentejas, entonces he visto una tarrina de foie gras y cuando la tenía en la mano me he acordado de que lo tengo boicoteado y la he dejado. Al final he cogido una lata de mejillones que era lo único que me quedaba,  y claro, me he cortado un dedo a lo bestia instantáneamente, intentando abrirla. Que cada cual saque sus conclusiones. Eso sí, cuando he vuelto de urgencias me he comido mis mejillones que estaban más rojos que de costumbre.


lunes, 22 de octubre de 2012

Pesadillas (sin Geezenstacks)




 Las pesadillas son terraplenes por los que la imaginación se despeña sin voluntad. Terraplén de por sí, ya es algo que da cosa; un terraplén siempre entraña el riesgo, como poco, de romperte una pierna. Además, transmite la sensación de abandono por parte de la naturaleza, como si se tratara de algo que lo hubiera hecho a patadas o con desgana, sin poner ningún interés en lo que estaba haciendo. Eso no pasa con un valle o una colina, que parece que se ha mirado hasta el último detalle, y si queda bien poner una vaca, pues se pone una vaca, o un potrillo amamantando de mamá yegua (de quién si no va a amantar, claro). Por eso, uno tiene bonitos sueños en los valles o correteando por colinas, y pesadillas cayéndose por los terraplenes. Aún peor son los barrancos. Un barranco es un terraplén en el que te puedes encontrar cosas desagradables, como un cadáver o algo así. Una pesadilla normal, te lanza por un terraplén; una realmente mala, lo hace por un barranco.
Todo esto es para decir que últimamente no paro de tener pesadillas (por eso se tanto de ellas). No se cómo quitármelas de encima. He cambiado la orientación de mi cama 360 veces, es decir, he explorado todas las posibilidades que ofrece la rosa de los vientos y como si nada. He puesto una pirámide pequeñita debajo de la cabecera, y ahí ha estado hasta que la descubrió mi gato. Ahora cada día está en un lugar distinto de la casa pero yo sigo teniendo pesadillas. He probado a cenar menos, a cenar muy poco, a no cenar nada y el resultado ha sido eso, nada de nada. He ido a que un chino me agujeree con la acupuntura, me he comprado una pulsera con dos bolitas en los extremos, me he santiguado con agua bendita, llevo colgada mi piedra astral, que por cierto es simplemente cuarzo, vaya decepción, y tomo regularmente jalea real. Ya no sé a qué poderosa fuerza de la naturaleza o sobrenatural invocar ni a qué remedio acudir, parece que estoy condenado a tener una vida normaducha despierto y terriblemente intensa dormido. Hago más cosas en sueños que en vigilia y pongo más veces en peligro mi vida estando dormido.
En un intento desesperado por resolver mi problema me he comprado un colchón especial que para poder pagarlo he tenido que vender mi coche y el resultado ha sido terrible. De hecho empecé a tener mi acostumbrada pesadilla antes de quedarme dormido. Al principio todo iba bien pero de repente noté que los bordes del colchón estaban por encima del nivel en el que yo me encontraba, lo que significaba que me estaba hundiendo. Después fui devorado literalmente por el colchón que me engulló con la misma facilidad que una ameba captura una partícula alimenticia. Tras angustiosos momentos de lucha conseguí salir por una vacuola sin necesidad de romper la membrana celular, pero sé que algo hice al Aparato de Golgi pues mi colchón al día siguiente dejó de dar señales de vida. Aún tengo restos de citoplasma en mi pijama. Ahora ya no se cuando estoy dormido y cuando despierto y no encuentro ninguna pista que me permita distinguir los dos mundos.
Sueño que no puedo dormir y ese sueño se me ha hecho realidad. Mientras, un moscardón de abdomen metalizado revolotea en el fondo del terraplén. O del barranco.


lunes, 15 de octubre de 2012

Como un libro






Ayer, buscando recuerdos con los que torturarme encontré una fotografía en la que aparecía yo en la calle, joven  y melenudo en compañía de otro joven y melenudo, pero eso no es lo importante. Lo importante es la calle. Era la misma calle por la que había pasado antes de ser un joven melenudo, cuando era un simple adolescente escrofuloso y la misma por la que también había pasado mucho antes, siendo un colegial escuchimizado, y aún en épocas muy anteriores,  dentro de un cochecito de bebé, en mi etapa de eso, de bebé. Una calle limpia, amplia, con árboles y bien pavimentada, pero sobre todo limpia. Había comercios con sus cierres metálicos flanqueados por placas de mármol, que era lo que se llevaba. Posiblemente había permanecido así durante miles de años, pero ahora, y llego ya al meollo del asunto, esa misma calle está vilmente pintarrajeada. Lo llaman grafiti y el nombre parece que da importancia a lo que no deja de ser una gamberrada. Arte urbano, también he llegado a escuchar. Incluso he oído en la radio a algunos autores del pintarrajeo hablando con solemnidad de su “obra”, teorizando sobre las necesidades de expresión de la sociedad moderna y miles de pamplinas vacuas que parecían encandilar al entrevistador que no paraba de darle la razón. Al entrevistador le gusta ver las puertas de los bancos de su calle rubricadas por el rastro de un aerosol de pintura fosforescente, y también los bancos donde sentarse, las farolas, los cierres de las tiendas, las paredes de los edificios, sus portales, las paradas de autobús, las entradas al metro, los kioscos de prensa, las farmacias, los chirimbolos publicitarios… todo tiene una huella de arte urbano, algún signo de expresión social, no se si necesaria, pero sí imperecedera. Ahí sigue durante años, lustros, desde que el artista tuvo la inspiración, acumulándose pintada sobre pintada pues el genio artístico se renueva y cada vez aparecen nuevos adscritos a este movimiento de modernidad aceptada.
A mi nunca me ha gustado ver las páginas de los libros garabateadas (supongo que a nadie, excepto al entrevistador de antes, al que me lo puedo imaginar, incluso recortándolas) y ahora que veo así mi barrio natal, más bien la ciudad entera, me revuelve el estómago porque una ciudad es como un libro donde sus calles son las páginas. Todos habitamos en un libro, lo queramos o no. Un libro nunca real y siempre verdadero. Cuantas veces hemos utilizado la expresión, lo que tienes que hacer ahora es pasar página y olvidarte de Luisa. Pasar página, Pedrito es como un libro abierto, Don Matías está ya en el epílogo, su hazaña es un capítulo aparte en la historia del deporte, su descubrimiento está escrito con letras de molde,… es tan obvio que nuestras vidas se desarrollan dentro de los libros que no entiendo como puede haber alguien que no se haya dado cuenta. Entonces, si todos somos conscientes, hasta los analfabetos, por qué a nadie le importa que se llene de garabatos las páginas donde vivimos. Somos personajes, y los habrá que sean estupendos personajes, condenados a interpretar nuestro papel sobre un fondo sucio y hortera.
Un libro así está condenado a que se lo coma una cabra, y luego la pobre, se volverá tarumba, más de lo que su asumida condición de cabra puede llegar a imaginar. Las vacas no comen libros porque ya tienen uno en su estómago, pero sobre todo porque nos conocen y saben todo lo que podemos llegar a hacerles para que resulten indigestos.


N.del A. Es cierto que hay murales fantasiosos y magníficos en sitios ad hoc que se incluyen en este fenómeno de pintura al aire libre, pero obviamente no es a lo que me refiero y todos sabemos a lo que me refiero. Incluso el entrevistador de la radio descrito con tanto cariño anteriormente, sabía a lo que yo me refiero mucho antes de que llegara a escribirlo. Si será listo el muy imbécil.




lunes, 8 de octubre de 2012

Un país lejano




Yo no se qué pensaran los finlandeses del resto del mundo, pero para nosotros son desconocidos y extraños, como los australianos. Los australianos nos resultan así de raros porque tienen bichos completamente diferentes a los que uno está acostumbrado (probablemente sean de otro planeta) y los finlandeses porque han conseguido ser uno de los países más prósperos del mundo simplemente invirtiendo en educación. Tanto Australia como Finlandia están en nuestras antípodas, Finlandia más aún que Australia.
Lon finlandeses hablan el finés (o finlandés) que es una de las pocas lenguas de la UE que no desciende de la familia indoeuropea, pero eso no es lo más raro. A mi me llama mucho más la atención que apenas exista corrupción (quizá como consecuencia de su sistema educativo), con la cantidad de simpatizantes y adeptos que tiene por el mundo, precisamente con nosotros en lugar destacado. Una de las profesiones más respetadas y con prestigio es profesor de primaria o secundaria, para cuyo ejercicio es imprescindible tener un título superior y un master en magisterio (a mi esto me impresiona mucho, pero es porque mis profesores fueron simplemente curas, menos el de Formación del Espíritu Nacional, que era falangista). Además, lo habitual entre los estudiantes universitarios es compaginar sus estudios con un trabajo a tiempo parcial, pues viven emancipados de sus padres desde que empiezan los estudios superiores. Una delicia, me imagino mientras también me imagino a unos hijos imaginarios apoltronados en mi sofá real y cabal.
Un país así es que dan ganas de ir a allí a perderse, porque además, como son tan eficientes, tienes la seguridad de que te van a encontrar. Y si eres finlandés, hasta te puedes encontrar tú mismo. Precisamente eso le pasó a una señora que se bajó del autobús en el que viajaba camino de  Jyväskylä y que se despistó momentáneamente, apenas cinco minutos tomando un segundo café. El caso es que fue tiempo suficiente para activar la alarma. El conductor del autocar al ver que faltaba una pasajera, llamó a la policía que enseguida puso en marcha el sistema de búsqueda que empieza por emisiones en la radio y TV anunciando la desaparición de la persona y reclamando la cooperación ciudadana. Allí no hay problema con la cooperación ciudadana, pues todo el mundo está dispuesto a cooperar, tanto es así que hasta la propia desaparecida, sin saber que se referían a ella, aprovechando que casualmente se encontraba en la zona donde se había producido la desaparición, empezó a buscar a alguien que respondiera al perfil. Al cabo de media hora de entregada búsqueda por todos los rincones imaginables, se dio cuenta de las asombrosas coincidencias que había entre ella misma y la persona descrita por la radio, por lo que decidió personarse en el lugar indicado en los mensajes. Al llegar, todo el mundo celebró su aparición, y si serán raros, que tampoco les chocó que fuera ella misma la que se había encontrado. Después de los abrazos y otras manifestaciones sinceras de alegría, la señora perdida y encontrada, volvió a subir al autobús que prosiguió su viaje con todos los pasajeros contentos y, probablemente, cantando alguna canción típica lapona.
Si no fuera por el frío, ¿verdad?



lunes, 1 de octubre de 2012

Impedancia



Estaba yo escuchando las noticias, oyendo los Presupuestos para el 2013,  atendiendo los avisos del apocalipsis y el resonar de sus trompetas, y sin darme cuenta mi cuerpo sufrió una increible mutación. Repentinamente empecé a crecer de forma incontrolada. Crecía y crecía y según iba creciendo, mi espesor, por decirlo así, disminuía. Es decir, aumentaba mi altura, pero solo eso; mi masa corporal seguía siendo la misma. El resultado es que me estaba alargando como una barra de plastelina sobre la que hacemos pasar un rodillo. Cada vez más. Mientras, en la TV salían imágenes en blanco y negro, más negro que blanco. Y yo, poniéndome largo y fino, tanto que ya me resultaba imposible mantenerme en pie. Me había convertido en una especie de espaguetti larguísimo, y nadie ha visto un espaguetti de cinco metros de altura capaz de conservar una posición erguida. Claro, si no podía estar de pie, tendría que buscar otra posición, pero el caso es que el fenómeno, lejos de detenerse, continuaba a un ritmo cada vez mayor, de modo que ahora era aún más fino que antes y por supuesto más largo. Ya ni sentado ni tumbado podía estar, en vista de lo cual hice lo único que podía hacer en esas circunstancias: enrollarme. Me enrollé como pude, que he de decir que me pude enrollar muy bien, tan bien que estaba disfrutando con lo que me pasaba. Empecé a girar sobre mi mismo como si fuera una bobina de hilo y al cabo de diez minutos, más o menos, se detuvo el proceso. En ese momento, calculo yo que mi longitud total podía estar cerca de los cientocincuenta metros, aunque al estar tan divinamente enrollado apenas ocupaba veinticinco centímetros.
La TV seguía con su constante cantinela pero había dejado de prestarle atención, apenas me producía ningún efecto.
Entonces entendí que me había transformado en una resistencia. Llevaba tiempo intentando que no me afectara la intensidad de los acontecimientos,  pero no había manera, enseguida me entraba la depresión, una profunda depresión. Ahora, sin apenas darme cuenta, tan solo con un embobinado pertinente sobre mi mismo, había alcanzado el ansiado estado. Por fin volvería a dormir tranquilo, feliz, si acaso un lligero calambrillo antes de cerrar los ojos.
Felices sueños.




lunes, 24 de septiembre de 2012

Mensajes







La mente humana, simbólica y todo eso, se anticipa a la realidad y representa por su cuenta escenas que luego pueden ser así o no. En este proceso, no es necesario decirlo, la imaginación tiene un papel protagonista. Esta mañana he leído el siguiente titular:

UN MENSAJE EN UNA BOTELLA… DE HACE 98 AÑOS.

Tienes que ser de otro planeta para no lanzarte en picado sobre la noticia y descubrir qué ponía en el mensaje. Pero, y aquí está lo más interesante,  antes de hacerlo tu mente ya se ha imaginado uno por su cuenta. Uno o varios. En mi caso, antes de leer la primera línea yo ya había supuesto tres posibles escenarios: 

1.- Que se trataba (lo obvio) de un náufrago que desesperadamente lanza la botella con su mensaje de auxilio indicando su situación, probablemente una pequeña isla rodeada de tiburones. 
2.- Un individuo secuestrado a bordo de un barco pirata rumbo a la Conchinchina. 
3.- Una carta de amor imposible, arrojada desde lo alto de un acantilado segundos antes de hacerlo el propio amante cuyo corazón dejó de latir antes de escribir su legajo.

Un mensaje de hace 98 años puede incluso revelar secretos históricos, confesiones de asesinos que nunca fueron descubiertos, proyectos de alguna invasión (alemana) que no llegó a producirse,… mil cosas diferentes y sugestivas,  pero la realidad, una vez más, decepciona.

La botella de hace 98 años, encontrada por un pescador escocés, después de estar casi un siglo a la deriva recorriendo los mares (la botella, no el pescador), resulta que forma parte de un lote de otras dos mil botellas diseñadas para hacer un estudio de las corrientes marinas. ¿Dónde está el romanticismo en intentar averiguar si el flujo de agua alrededor de una isla escocesa gira así, o lo hace asao? Y el mensaje que aparecía en el interior de la botella no podía tener menos encanto: por favor, indique dónde y cuándo encontró esta carta y llévela a la oficina de correos más cercana. Luego los agradecimientos de la Escuela Escocesa de Navegación y ahí se acabó todo el misterio y la magia. Pues vaya. Y para quitarle todo el valor que pudiera quedarle, la botella estaba numerada.

Pero ahí no ha acabado todo. A continuación puse en la tele el canal Al Jazeera buscando noticias remotas (dentro de lo que cabe, pues con la globalización todos hablamos de lo mismo), y me encuentro con Artur Mas españoleando (muy a su pesar) desde los confines de Catar. ¿Por qué una emisora de Oriente Medio, tan lejos, incluye entre sus noticias a este señor exponiendo sus razones independentistas y la serie innumerable de problemas que ha planteado, principalmente a los propios catalanes?

Pues eso, otra vez la realidad decepcionando. La segunda vez en el día. Si lo se ni me levanto.