sábado, 31 de enero de 2015

Libros que hay que tener




LIBROS QUE HAY QUE TENER (que los leas es indiferente, pero tenlos)


Este blog nació con una tímida intención literaria y hasta cierto punto se ha mantenido esa idea original, pues la única cosa que se puede hacer aquí es leer. Ciertamente no hay críticas sobre libros, ni información de novedades ni siquiera recomendaciones de lecturas que al administrador de este espacio le hayan parecido, si no imprescindibles, al menos aconsejables por cualquiera de los múltiples motivos que un libro lo puede ser.

Bien, esto ha así ha sido hasta hoy pero en esta ocasión va a ser diferente y os voy a recomendar, no un libro sino dos. Dos libros por el precio de dos.

El primero es El Ladrón de Nubes que salió el año pasado (podéis leer la crítica que hizo César Mallorquí, Premio Nacional de Literatura Juvenil entre otras cosas, aquí), y aún quedan ejemplares (varias toneladas) que se pueden pedir directamente a la editorial, pinchando aquí o en la portada del libro que aparece arriba a la derecha.


El segundo libro que os voy a recomendar es El astrofísico que era poeta y otras cosas peores. Se trata de una colección de relatos bastante surrealistas, donde los dos protagonistas son amigos de toda la vida y se reúnen en un bar único para contarse unas historias que no hay quién se las crea. Salvo uno de ellos que se cree todo.







Supongo que debe de estar bien, porque si no, el editor me lo habría dicho. La presentación del libro, por cierto, es el viernes 27 de febrero en el bar Río Tormes de Madrid, en Zurbano 84, casi esquina con José Abascal, a las 7 de la tarde, pero no os preocupéis porque lo repetiré de nuevo unas cuantas veces. Quizá cien o doscientas.

Estos dos libros tienen en común al autor, que, aunque los más sagaces ya saben de quién se trata, conviene dejarlo claro: soy yo.

Todo esto lo digo con ánimo de lucro, pues quiero lucrarme, y si me puedo lucrar a lo bestia mejor.

Seguiréis teniendo noticias de esta nueva sección de mi blog, que la podemos llamar, libros que hay que tener, en venideras apariciones que os adelanto serán apasionantes.

Por cierto, los dos libros de los que os he hablado hoy, volverán a ser los protagonistas en esta misma sección hasta que se hayan vendido medio millón de ejemplares de cada uno, así que vosotros veréis qué hacemos.











miércoles, 28 de enero de 2015

Homo sapiens





El Homo sapines, es decir, nosotros, es el único ejemplar que queda de humano. Hubo un tiempo en que llegaron a convivir varias especies de humanos, y aquí conviene hacer una aclaración muy necesaria, pues tenemos la convicción de haber sido siempre únicos pero lo cierto es que hace nada más que cien mil años, había al menos seis especies diferentes de humanos sobre la tierra. Homo es el género y sapiens es la especie, de la misma forma que león es una especie dentro del género panthera (los géneros a su vez se agrupan en familias, y en el ejemplo anterior, el león pertenece a la familia de los félidos. Nuestra familia es la de los grandes simios, por si alguien está interesado en escribir a algún pariente). Pues bien, como decía, hubo un tiempo en que convivían varias especies de humanos, pero desaparecieron para siempre; la más conocida es el homo neandertalensis, y la que más tiempo estuvo sobre la tierra antes de extinguirse es el homo erectus, y estuvo tanto tiempo que se pensó que eran antepasados nuestros, cuando la realidad es que constituyen una especie de humanos diferente, como ya he dicho.
El homo erectus habitó la tierra nada menos que durante dos millones de años, y que se sepa, no iban fardando de lo fenomenales que eran, ni lo bien que les sentaba andar erguidos; no como nosotros que no paramos de decir lo inteligentes y simpáticos que somos, cuando la realidad es que a pesar de nuestra gran inteligencia se estima que no duraremos otros mil años más. En cualquier caso estamos muy lejos de alcanzar la permanencia del erectus, y eso que él no consiguió ni pisar la luna ni dividir el átomo en cachitos, ni siquiera escribir “mi mamá me mima”.
Yo tengo mi teoría para explicar el fracaso que se nos avecina inevitablemente. Para mí, después de darle bastantes vueltas al asunto, lo que nos pasa es que vamos a morir de éxito. Los avances tecnológicos se suceden con excesiva rapidez y eso no puede ser bueno, y nos está sucediendo desde hace muy poco tiempo, exactamente desde que se inauguró la etapa digital. Desde entonces, es que no paramos. No se puede estar en un mundo donde tu teléfono móvil queda anticuado en cuestión de meses y esperar que eso no traiga consecuencias fatales. Te compras el último modelo de lo que sea que funcione con coltán, y a las pocas semanas ya estás recibiendo el mensaje de que te descargues la nueva versión del chirifú que lo hace funcionar. Yo estoy tan harto de descargarme cosas (tengo la impresión de que no hago otra cosa en todo el día), que he renunciado a tener la última versión de cada invento, ¿y cuales son las consecuencias de mi decisión, sabia en apariencia y previsible conociendo mi carácter? Pues que la mitad de las “aplicaciones” han dejado de funcionar. Cojonudo. Tengo un teléfono que me costó 600 euros y ya no me sirve para pagar el ticket del aparcamiento, lo cual me parecía una idea estupenda. E-Park, que así se llama la aplicación, solo funciona con la última versión de iOS, que supongo debe andar ya cerca de la número tresmil…, yo qué sé.
Pero eso es un simple ejemplo, tengo más, pero me deprime hablar de lo que supone sin ninguna duda el principio del final de la humanidad, y no olvidemos que con nosotros, desaparecerá no solo una especie, sino un género entero.

Todo por culpa de los sistema operativos.



martes, 20 de enero de 2015

Descubrimientos chorras








La curiosidad del hombre es insaciable, y esa es una virtud que nos salva de otros muchos defectos. Sin curiosidad no hay progreso, esto lo sabe hasta el último de la clase, pero de la misma forma que la curiosidad nos lleva a conocer lugares fantásticos, impredecibles y sorprendentes, también nos puede llevar a otros bastante decepcionantes, o directamente ridículos e inútiles.
Aunque parezca increíble, hay investigaciones en marcha, tomadas muy en serio, sobre el efecto de la ópera en los ratones, pero ojo, no en cualquier ratón, no, solo en los ratones que han sido sometidos a una operación de trasplante de corazón. Angelitos, primero les arrancan el corazón, les colocan en su lugar vete a saber qué, y luego, para terminar, les ponen Madame Butterfly a ver qué pasa.
También hay otros científicos con la curiosidad tan insaciable como malamente dirigida, que se devanan las meninges para encontrar la manera de que las cebollas no hagan llorar. Pero vamos a ver criatura, qué más te da, ¿tan importante es para la humanidad conseguir hacer un sofrito sin que se irriten un poquitín esos lindos ojos? Además, ¿qué hacemos con el ajo? A mi me lloran los ojos con el ajo, ¿es que nadie va a hacer nada en ese sentido?
Estos ejemplos son reales, no me los he inventado, como también es real que por fin, tras años de infructuosos esfuerzos, se ha abierto el camino para demostrar de una vez por todas que los escarabajos peloteros utilizan la vía láctea para guiarse. Importantísimo para entender el carácter ensimismado y romántico del escarabajo, como cualquiera con un poco de sensibilidad puede entender.
Pero hay investigaciones que van mucho más lejos, o al menos lo intentan, como la que han llevado a cabo un grupo de científicos de la Universidad de Milán sobre cómo se puede atravesar un lago corriendo por su superficie sin hundirse. Fundamental, según donde vivas.
Todo esto, dentro de lo que es, resulta inocuo, pero no todas las investigaciones, digamos, chorras, te dejan indiferente. Ayer leí una noticia que me produjo un efecto devastador en el ánimo: según estudios desarrollados en la universidad de Cardiff por el  experto en motivación Cliff Arnal, existe un día en el año que unánimemente es el más triste de los 365, y mira tú, resulta que fue precisamente ayer. Naturalmente, cuando leí la noticia de que estábamos en el Blue Monday, que así se llama el día, me deprimí tanto que aún no he conseguido salir del pozo (es que soy muy influenciable). No me quedan ni ganas de explicar cuales son los parámetros utilizados para determinar el peor día del año; el hecho de pensar en cada uno de ellos me sume de nuevo en la depre, y para empeorar las cosas, resulta que se han archivado las diligencias contra Esperanza Aguirre por su huida de la policía municipal, con atropello de moto, y negación a entregar los papeles. Desobediencia a la autoridad, creo que se llama cuando no se trata de la lideresa.


Si Cliff Arnal hubiera tenido en cuenta esta  desvergüenza estaríamos hablando del Blue Tuesday, en lugar del Blue Monday.





lunes, 12 de enero de 2015

Manifa






Cada vez que sucede algo que conmociona al mundo entero, me escandalizo como cualquier persona decente, pero no me gusta ver que mi indignación la comparten personas de cuyos sentimientos desconfío. Tampoco me gustan las reacciones exageradas, pues la exageración nunca es sincera y siempre es sobreactuación. Pero sobre todo, lo que peor llevo es ver que se utilizan los sentimientos de la mayoría para quedar bien y exhibir una sensibilidad que en ninguna otra circunstancia se ha demostrado tener.


Ayer vimos en París una manifestación impresionante contra el terrorismo yihadista. Perfecto, me sumo, pero no estoy conforme con que la cabeza de la manifestación estuviera formada por todos los líderes políticos apretujados unos contra otros para caber todos en la primera fila. Resultaba patético ver cómo se daban pequeños empujoncitos para salir en la foto, y desde luego, sus esfuerzos por evidenciar su apoyo a la misma causa por la que yo estaría en esa misma manifestación, a mi no me convencieron lo más mínimo.





Especial extrañeza me produjo ver a Rajoy, con lo poco que le gusta que se manifieste la gente, en las calles de París sacando pecho en defensa de la libertad de expresión. Puede engañar a Merkel, a Sarkozy (que no creo) o a cualquiera de sus compañeros de manifa, pero no puede engañar a los españoles que hemos visto como se ha sacado de la manga la ley mordaza, por la que nos pueden caer 30.000 euracos de multa por hacer lo que estaba haciendo él en París. ¿Cómo se puede tener tanta hipocresía y tanta cara dura?

Pero no me quiero centrar solo en Rajoy, que bastante tiene el pobre con Podemos. En general, ¿qué pinta un político encabezando una manifestación? No es lo suyo; me resulta una visión contranatura. No me siento cómodo y no me siento cómodo porque veo fraude, engaño, manipulación y escaqueo. Se supone que las manifestaciones se hacen para protestar. Es la forma de mostrar un malestar unánime debido a que existe  un problema, y precisamente se sale a la calle para exigir soluciones. Soluciones que, mira tú, tienen que aportar los políticos. Entonces, ayer, ¿a quién exigía soluciones la cabecera de la manifestación? ¿A si mismos? ¡Vaya tontería!

Todos esos líderes, en lugar de estar perdiendo el tiempo en la calle demostrando lo cerca que están del pueblo y lo mucho que lo comprenden, deberían reunirse en una cumbre, o como lo quieran llamar, para ponerse de acuerdo en actuaciones conjuntas buscando soluciones eficaces que funcionen, y dejar de hacer el tonto cogidos del brazo bajo el lema “Je suis Charlie”. ¿Pero quién se va a creer que ellos son Charlie?

Otra cuestión, y esto ya es tema aparte, aunque en realidad tiene mucho que ver con la hipocresía, y no solo de los políticos, sino de todos, es por qué no nos indignamos de la misma forma y con la misma intensidad con otras barbaridades que se están cometiendo continuamente. No quiero poner el ejemplo de los palestinos, o la elegante forma que tenemos de ignorar todo lo que sucede en África, pero hay para montar manifestaciones todos los días en París, Roma, Londres… los pobres políticos no darían abasto para acudir a todas.





jueves, 8 de enero de 2015

Imbéciles, sí, y también cabronazos.


Cuando la indignación supera ciertos límites, bloquea los conductos por donde salen las palabras. 
A mí me pasa, al menos.