jueves, 26 de septiembre de 2013

Ana Mata




Los recortes en salud  impuestos por real decreto ley, han traído y seguirá trayendo como consecuencia  que muchísima gente se quede fuera del sistema sanitario. Ana Mato dijo orgullosa que con estas medidas se había conseguido ahorrar no sé cuántos millones. ¿Estamos ahorrando dinero a base de que miles de personas no recuperen la salud, incluso pierdan la vida? ¿Es decente ahorrar dinero de esta forma?

Aquí podéis ver la campaña de sensibilización que hemos hecho para Médicos del Mundo.

NADIE DESECHADO

y la peli también la podéis ver AQUÍ


No os olvidéis de lo que dice del SMS y tal


sábado, 21 de septiembre de 2013

Boquerones en vinagre






Es increíble cómo cambiamos las personas, me dije yo un día según me tomaba unos boquerones en vinagre en el bar que hay debajo de mi casa, observando que no tenían nada que ver con los boquerones que solían poner en ese mismo sitio hace algunos años. Claro, me contesté yo, si los boquerones son capaces de dar este cambiazo tan radical, no vamos a ser menos los humanos, y tanto en el caso de los boquerones como en el de las personas, el cambio es a peor. Más acartonados y secos, sin sabor, con una especie de rigor mortis de modo que al pincharlos con el palillo, los levantas tiesos. Me refiero, naturalmente, a los boquerones, aunque esa pérdida de flexibilidad me temo que es algo que compartimos.
Una vez que te has fijado en los cambios sufridos por un boquerón es muy difícil pararte ahí y continuar como si tal cosa, de modo que seguí dándole vueltas al asunto y me di cuenta de que mi trabajo, que es el mismo que tengo desde hace 29 años, es una mierda. Con lo mucho que me gustaba cuando empecé, madre mía. Ahora es como si me dedicara a algo totalmente diferente a lo que me atrapó e ilusionó hace tres décadas. Entonces, en aquellos lejanos días, se me ocurrió preguntar en la agencia de publicidad en la que acababa de entrar, por qué no había creativos mayores, por qué éramos todos de la misma edad, jóvenes o muy jóvenes. Yo que venía de otro mundo, donde la experiencia se medía por el número de canas, y se premiaba con altos cargos o con posibles retiros en la universidad, no entendía ese despilfarro de saber acumulado a lo largo de los años y mucho menos imaginaba el mecanismo por el que desaparecían los creativos publicitarios a medida que traspasaban la frontera de una determinada edad. Se convierten en vallas, o en carteles, me respondió una voz que salía de la pared, justo detrás de un anuncio de chicles cheiw Junior.  Caramba, pensé para mis adentros sin acabar de creérmelo del todo, supongo que peor sería transformarse en octavillas de las que se ponen en los parabrisas de los coches, así, que dentro de todo no está demasiado mal.
Ahora cuando voy por la calle o en el metro y contemplo las marquesinas y las vallas anunciando galletas, la última chorrada con 60 megas o lo que sea, las miro con un respeto infinito, cómplice de su destino, a sabiendas de que en algún momento estaré yo ahí también, compartiendo GRPs  y OTS con mis colegas de toda la vida.


jueves, 12 de septiembre de 2013

Por Alá






Estoy leyendo la vida de Mahoma, así, por encima, sin profundizar demasiado pero atento a cualquier detalle que me pueda dar la clave del exitazo de su religión. No olvidemos que el islam fue un invento suyo, pues hasta entonces, las religiones que había donde él nació y creció eran el cristianismo, el judaísmo  y otros cultos de escasa importancia dedicados a dioses menores que no llegaron a tener ninguna trascendencia. No cito los nombres para no ponerme pedante, y además no tiene ningún mérito pues lo acabo de leer. El caso, como todo el mundo sabe, es que en poco más de cien años, la religión inventada por Mahoma se extendió como la mala hierba (Alá sepa perdonarme la comparación), llegando por un lado hasta los Pirineos pasando por África y por el otro lado hasta la India pasando por donde proceda. Pero no hay éxito sin trabajo y Mahoma se lo curró de lo lindo, tanto que al principio fue perseguido a muerte. No voy a profundizar en cómo fue la cosa, pues como ya he dicho antes, no me las quiero dar de listillo cuando la verdad es que no solo acabo de leer todos los detalles, sino que además tengo el libro delante. El caso es que se querían cargar al muchacho. ¿Por qué? La respuesta es muy sencilla: porque era una molestia para los poderosos. Mahoma empezó a predicar contra la riqueza (nada original, ya lo sabemos), y su mensaje era contrario a los grupos de poder de La Meca y ponía en entredicho la acumulación de riqueza en unos pocos y la miseria en unos muchos. Ya está, ahí está el secreto de su éxito, lo mismo pasó con el cristianismo, con Guillermo Tell o Robin Hood que siempre los confundo, y con muchos otros casos de apoyo al débil oponiéndose al fuerte a costa incluso de la propia vida del héroe.
Las batallas libradas contra la injusticia siempre son batallas desiguales donde el bando que oprime cuenta con la fuerza de las armas, y el otro con la fuerza que proporciona la indignación. Pocas veces, salvo en las películas, ganan los buenos, y cuando ganan, una vez en el poder, quedan tan fascinados por los encantos de saberse los dueños, que acaban volviéndose malos (a veces, peores que sus predecesores). Ya sabemos que una cosa son los principios y otra muy distinta mantenerlos hasta el final.
Pero lo realmente espantoso, lo peor que puede suceder, es cuando no es necesario que pase nada de tiempo para que los buenos se conviertan en malos. Esto ocurre cuando el bando salvador es ya una amenaza para la libertad de los salvados. En este caso no hay esperanza y a los salvados solo les queda huir del país, despojados de todo, hasta de la ilusión por un futuro mejor que saben que no van a tener, y con sus hijos tan inocentes como ellos mismos pero con más tiempo por delante para sufrir.
Eso está sucediendo en Siria y nadie puede poner remedio. Vaya mierda de mundo.

(el número de refugiados sirios en los países vecinos pasa ya de los DOS millones de personas, y más de la mitad son niños. ¿Cuántos de estos niños irán a la escuela?)





viernes, 6 de septiembre de 2013

Biblioteca Olvido





Tengo un amigo de hace muchos, muchos años, nada menos de cuando íbamos juntos al colegio, que está loco. O eso creía yo (la verdad es que lo sigo creyendo), pero cada vez estoy más convencido de que los locos somos los demás, los que pensamos que hacer cosas tan extravagantes como ayudar a gente de un país remoto, el cuarto más pobre del mundo, es algo que sólo se le puede ocurrir a alguien que ha perdido la razón.  Se llama Félix y es asiduo comentarista de La Tertulia Perezosa, lo que demuestra, ya sin dudas, que está como una cabra. De vez en cuando viene a Madrid, cena con los amigos (siempre cenamos en su casa, eso sí, cada uno lleva algo, que curiosamente todos coincidimos en llevar empanada), ve a su familia, atiende asuntos, se quita el mono de comerse unas ostras y se vuelve a su aldea adoptiva. A veces le hacen una entrevista en la radio (lo que es la casualidad, yo siempre le pillo) y otras veces gestiona el envío de un contenedor lleno de todo lo que aquí sobra y allí falta. Ahora le han hecho una entrevista en La Revista del Pensamiento Crítico, cuyo enlace incluyo AQUÍ por si alguien está interesado en conocer a un loco de verdad.
Los más atrevidos que no temen caer en la tentación de ser generosos, podéis visitar la web de la biblioteca OLVIDO que ha fundado en ese país remoto, pobre y ahora peligroso, al que se ha ido a vivir y que se llama Burkina Faso.
También puede haber algún caso perdido que no pueda resistir la tentación de ver ahora mismo lo que piensa, hace y escribe Felix, y la mejor manera es entrando en su BLOG aunque os advierto que subir comentarios es complicadísimo.

Ojalá su locura fuera contagiosa.






lunes, 2 de septiembre de 2013

La realidad supera a la ficción








Imaginaos la siguiente escena: llega una mujer a su casa y pilla a su marido en la cama con una vecina. El marido, al verse descubierto, se levanta con agilidad, imperturbable, sin que el mínimo gesto de consternación o vergüenza asome a su rostro que permanece inmutable y con expresivos movimientos  de las manos urge a la vecina a que recoja su ropa y se marche. A continuación, con toda la calma del mundo, se viste, primero los calzoncillos, calcetines, luego los pantalones, la camisa… hasta ponerse la corbata y la chaqueta.
La mujer, muda, con la boca abierta hasta el amanecer, apoyada en el dintel de la puerta del dormitorio, asiste a la escena sin llegar a entender del todo qué está pasando. Después, el hombre, con la máxima atención en cada detalle, hace la cama, coloca bien el despertador que había quedado tendido sobre la mesilla de noche como una tortuga con las patas hacia arriba, sacude el polvo (es un decir) de las mangas de su chaqueta, y sale del dormitorio sin mirar siquiera a su mujer que sigue ahí plantada y petrificada. Coge el periódico y se sienta en el salón, en su sillón habitual a leerlo. Entonces la mujer le sigue y le pregunta, entre indignada y atónita, qué está pasando. Él baja el periódico, y con la sonrisa más encantadora del mundo le saluda como si tal cosa:
    -Hola querida, ¿ya has vuelto? ¿Qué tal has tenido el día?
A continuación, la mujer señala horrorizada el dormitorio al tiempo que reclama explicaciones, pero el marido pone cara de no entender de qué le está hablando, ni a qué vecina se refiere ni de qué coito se le acusa. Simplemente niega cada una de las cosas que han sucedido y que la mujer ha visto con toda claridad. El marido continua leyendo el periódico y de vez en cuando comenta alguna noticia en voz alta para compartirla con su mujer.

Esta escena pertenece a Guía Para el Hombre Casado, una película protagonizada por Walter Matthau y que actualmente podemos ver reproducida en casi todos los medios de comunicación. Eso sí, en una versión superada por la calidad artística de la protagonista. La actuación de María Dolores de Cospedal deja a la del bueno de Matthau al nivel de aficionado. Su interpretación ante las nuevas pruebas que evidencian lo que todos tenemos clarísimo, es digna de Oscar.
Qué tía, qué buena es en su papel.