sábado, 27 de mayo de 2023

Jornada de reflexión





Me encantan las ostras, así que el otro día fui a comprar una docena o dos para zampármelas en el aperitivo. Parecen muchas, pero mi voracidad ostril puede con todo. Sin embargo, no pudo ser.  El hombre propone y el mercado dispone: no tenían, se habían agotado. 

Afronté la situación con entereza y volví a mi casa resignado con mi triste destino.

Lo curioso es que a media tarde empecé a encontrarme fatal, como si algo me hubiera sentado mal en el estómago. Al poco rato ya no quedaba ninguna duda, tenía los típicos retortijones que produce un par de docenas de ostras devoradas con ansia, y debido también, a las condiciones mejorables de alguna de ellas.

Por la noche me encontraba de pena, no voy a detallar los síntomas, pero claramente estaba intoxicado. Este hecho me hizo reflexionar: de la misma forma que se puede pecar de pensamiento, ¿se puede uno intoxicar con unas ostras que no ha llegado a comerse? ¿Es posible el envenenamiento por pensamiento o deseo? 

Seguí reflexionando sobre este suceso, que todo el mundo reconocerá, da para mucho, y me encontré ante un nuevo concepto de posibilidades filosóficas infinitas. 

Si se puede pecar de pensamiento, mentir sin decir nada, intoxicarte con unas ostras que ni has visto... también se puede votar defendiendo unos privilegios que jamás has tenido ni tendrás. Puedes sentir afinidades políticas en base a una gran empresa que no posees, un patrimonio que ni sueñas y un capital que ya te gustaría, ya. Puritito deseo.

Entonces me acordé de un viejo lema, que por justo y acertado, merece sacar a relucir de vez en cuando: no ataques a quién defiende tus intereses; más bien, apóyalo.

Así sea, y si así fuera, todos los partidos políticos tratarían de enamorarnos con lo que piensan hacer para mejorar nuestras vidas, y dejar los conceptos grandiosos para las poesías épicas, los romances y la literatura histórica. Vamos a lo mollar, majo, que dicen en mi pueblo. 

Como curiosidad sociológica, en Estados Unidos la mayoría de los votantes republicanos que votaron contra Obama (y el Obamacare, por tanto), no disponían de fondos para pagarse un hospital o un médico. 

Por otro lado, aunque te sobre la pasta para comprarte un hospital para ti solo, ¿tan mal te sienta la solidaridad? ¿Es demasiado esfuerzo pagar impuestos para que los que están en peores circunstancias puedan afrontar una apendicitis sin tener que vender la casa? Si patriotismo es sentir orgullo por pertenecer al colectivo donde has nacido, yo me siento mucho más orgulloso de la sociedad en que vivo, cuando mis conciudadanos se muestran solidarios que cuando sólo van a lo suyo.

En otras palabras: las ostras invitan a la reflexión. Y hoy toca.


Leoncio López Álvarez




viernes, 19 de mayo de 2023

El meeticom


 


El año pasado, más o menos por estas fechas, mi amigo Javier Pioz estaba representando con Marisa Cruzado, la obra Yo me bajo en la próxima ¿y usted?, de Adolfo Marsillach. Yo fui a verlos al teatro Amaya (han estado en media España con esa función), lo hicieron muy bien, y todo hubiera quedado ahí, si no fuera porque Javier, el muy insensato, me preguntó, si yo me animaba a escribir una comedia para ellos dos.

Mi osadía me hizo contestar, sin dudarlo, que sí. La insensatez de Javier junto con mi osadía ha dado como resultado El meeticom, una comedia, que ya, irremediablemente, se va a estrenar el próximo mes. El estreno va a ser a lo grande, nada menos que en el teatro Amaya, el día 28 de junio. Luego también girará por otros puntos de España. En el teatro Zorrilla de Valladolid, para empezar. La monda, vamos.

Hace un año, yo ni me podía imaginar que esto fuera a ocurrir, pero resulta que sí, que ha ocurrido. Ahora entiendo la frase "estar cagado de miedo" que sienten los domadores de tigres, los que practican el salto base, y los que, ya en el colmo de malgastar adrenalina, se dedican al teatro.

Si la cosa sale bien, se repondrá en septiembre. Todo depende de vosotros, del público que asista, pues es la única forma que tiene una función para mantenerse con vida. Si no me queréis ver muerto, comprad todas las localidades que seáis capaces. Hay exactamente 610 butacas, incluyendo las que están detrás de las columnas, mucho más baratas. 

Ya sabemos que la buena temporada de teatro acaba justo cuando se va a estrenar El meeticom, pero ¿quién dijo miedo? Quién, a parte de mí, claro, que como ya he dicho, estoy cagado.

Sea como sea, antes de que la inopinada destrucción del planeta llegue a finales de junio, quiero agradecer a Javier y Marisa, la confianza que han puesto en mi obra. Tienen mucho valor, además de una memoria prodigiosa, porque el texto se las trae. 

Por cierto, sin ser una comedia musical, que no lo es, en escena van a estar cuatro músicos, y tanto Javier como Marisa, cantarán a su manera. Literalmente, ya los escucharéis.

Espero que a los afortunados que vayáis os guste, y sobre todo, espero que los desafortunados que no hayan podido ir ahora, puedan hacerlo en septiembre.




Leoncio López Álvarez