miércoles, 28 de agosto de 2013

Cine de verano




Para terminar las vacaciones, cine de verano, y como las vacaciones siempre duran muy poco, la película que os pongo es un corto.





DURACIÓN: 1 MINUTO
PERSONAJES: UN HUEVO

PANTALLA EN NEGRO.

VOZ(OFF): Es cierto eso que dicen, de que en el último minuto se repite toda tu vida en imágenes.

LENTAMENTE ABRE CÁMARA CON UN HUEVO EN UN CAZO CON AGUA HIRVIENDO.

VOZ DEL HUEVO (OFF): Me acuerdo de mis hermanos; los seis éramos gemelos. ¡Menuda media docena de huevos llegamos a ser! ¡Extragordos! Y ya ves, para luego acabar en este infierno.
Claro, que peor fue lo de Emilio, el mediano. Un día, cuando amaneció nos lo encontramos frito. ¡Pobrecillo, terminar así, con lo flamenco que era! Otro murió estrellado...¡Con beicon, qué horror! Entonces pensé: como se lleven a otro, me voy a quedar sólo con un par de huevos, y así fue.
Con lo felices que éramos cuando estábamos juntos, pero no revueltos, claro. Un día oí que decían:¿te hago la tortilla con uno o dos huevos? (PAUSA) Ese día me quedé solo. Y me acordé de mi madre que siempre me decía: “las cosas claras: o empollas mucho de pequeño, o nunca volarás muy lejos”. ¡Qué razón tenía!

Ahora que estoy al final de mi vida, creo que nunca le ha importado a nadie un huevo.

CON LOS PLANOS DEL HUEVO DENTRO DEL CAZO, PODEMOS ALTERNAR FLASH BACK DE LA VIDA DEL HUEVO.
F I N


P.S. La semana que viene empezamos de nuevo el curso bloguero para compartir las habituales cosas inútiles a las que lamentablemente todos nos estamos acostumbrando.

sábado, 17 de agosto de 2013

¡Vaya ejemplo!







A las muchas toneladas de tinta utilizadas en transmitir todo tipo de reacciones ante el evidente caso de corrupción del PP, no voy a añadir ni una pizca más, sin embargo… sin embargo ayer escuché unas declaraciones de tal naturaleza que me llevaron a un estado de perplejidad incompatible con el silencio, y ante el riesgo de que se convierta en una obsesión, prefiero comentarlo. La cosa tiene sus pelendengues.
Ya sabemos que Martínez Pujalte, entre otros ornamentos indiscutibles de su talento político, se encuentra decir lo que piensa sin pensárselo dos veces, con la consecuencia de cabrear bastante al personal (por ejemplo, aquello de “algunos hipotecados quieren la dación en pago para poder comprarse otro piso”), pero nada hay en su biografía que se acerque a las declaraciones que hizo recientemente y que yo escuché ayer en la radio. Estaba desayunando y casi muero con un chococrispi atravesado en la glotis, pues lo que dijo me causó una obturación repentina y desincronizada  de los conductos que  permiten respirar y deglutir al mismo tiempo. El caso es que empezó bien. Dijo: “en el PP queremos que se sepa la verdad y el origen del dinero”. Tranquilizador. Luego, para seguir tranquilizándonos comentó que apoyaba al juez instructor del caso para que haga su trabajo (normal, no va a decir: conmigo que no cuente ese desgraciado). Y cuando más tranquilos estábamos, va y la suelta, justo cuando una cuchara rebosante de chococrispis se acercaba con decisión a su destino. 
Primero comentó que Bárcenas no está en la cárcel por su gestión como tesorero del PP, sino por un delito “personal”, y a continuación, este maestro de la analogía, encontró el ejemplo perfecto para ilustrar lo que quería decir: "Es como si un señor contrata en su hotel a un empleado que aprovecha su puesto de trabajo para vender droga; ha sido mala la elección, pero no tiene nada que ver con la gestión del establecimiento hotelero".
¿PERO A QUÉ HOTELES VA ESTE SEÑOR? ¿Cómo se le ocurrió ese ejemplo? ¿Acaso cuando Martínez Pujalte va a un hotel, por vacaciones con la familia, o por trabajo a dónde le lleven sus obligaciones, algún empleado del establecimiento le ofrece droga? ¿y qué droga es la que más circula en los hoteles según sus observaciones? Esto lo tiene que aclarar y divulgar, pues de la misma forma que te puede solucionar un viaje saber que hay hoteles que admiten gatos o perros, otras personas estarían interesadas en saber en qué hoteles pueden contar con el suministro adecuado y seguro de unos porretes o unos rayujos.
Desde luego, a este señor, a juzgar por sus ejemplos, se le ve muy viajado.



sábado, 10 de agosto de 2013

Digitales hasta la médula







Antes, cuando la mayoría de las cosas eran analógicas y lo digital era un terreno aún por explorar, se nos explicaba que ese revolucionario sistema se basaba en la utilización de códigos binarios. Ceros y unos, se decía poniendo cara de entendido y los más entendidos decían, circuitos abiertos o cerrados. O pasa o no pasa corriente, así de fácil. Es decir, sin término medio, sin matices.

Pues bien, a ese punto hemos llegado, y ahí nos encontramos: o estamos abiertos o estamos cerrados, pues lo que es indiscutible es que ahora somos al cien por cien digitales, no creo que haya nadie que lo ponga en duda. Y esto que debería ser algo confinado exclusivamente al mundo de la tecnología resulta que trasciende a nuestras vidas cotidianas; ya no admitimos escalas entre un extremo y el opuesto. O es cero o es uno. O está abierto o está cerrado, no puede ser medio entornadillo tirando a más abierto que cerrado o viceversa,  de modo que pase una ligera brisa, pero impida que un vendaval se cuele en nuestra casa derribando los muebles y llevándose al gato por la ventana.
Con las palabras pasa lo mismo, ya nadie busca sinónimos, sino que todo el mundo se afana en encontrar los antónimos. Tanto es así que los diccionarios de sinónimos, tan útiles para los que nos hemos acostumbrado a pensar en analógico, ya no tienen salida, según me comentó el otro día un amigo mío que es librero. Ahora los diccionarios que más se venden son los de ideas contrarias, antónimos, términos opuestos,… libros que nos nutran del arsenal necesario para la batalla diaria de llevar la contraria al primer prójimo que se nos ponga a tiro. Ya nadie dice asintiendo: ”estoy de acuerdo contigo, incluso yo incluiría a los delgaduchos verdes orejudos”. En su lugar, se dice de forma acalorada como si por medio hubiera una gran ofensa:”¿pero qué dices?, es evidente que también hay que incluir a los delgaduchos verdes orejudos, hay que ser muy tonto para no darse cuenta”.
Sí, nuestra forma de relacionarnos ha cambiado radicalmente sin apenas darnos cuenta, y en la mayoría de los casos, sin llegar a entender del todo qué diablos es eso de lo digital.
Opiniones contrarias, ideas contrarias, mundos contrarios, extremos contrarios, música contraria, cine contrario, arte contrario (bueno, el arte siempre ha sido contrario a algo, incluso a si mismo), literatura contraria, gastronomía contraria, cante jondo contrario (lo llaman alternativo para no resultar tan borde)… ¿Y qué pasaría si hubiera alguien contrario a llevar la contraria por sistema? ¿cómo se le podría contradecir?, ¿dándole la razón? Yo, por si acaso, no estoy de acuerdo con ninguna de las posibilidades.









viernes, 2 de agosto de 2013

Tal como éramos





La mejor manera de encontrase con uno mismo es encontrase con alguien al que hace mucho tiempo que no ves, y fue muy amigo tuyo. Es como mirarte en un espejo de azogue, y digo de azogue porque la imagen reflejada parece ser de otro tiempo. Te miras ahora y lo que ves es de hace muchos años, a veces, hasta te ves virado a sepia, o incluso en blanco y negro. Esos espejos cuando se rompen, es como si rompieras con tu pasado. Yo tengo una caja, de esas antiguas de Colacao (que eran de lata), llena de trozos de espejos de azogue que he ido rompiendo a medida que me miraba en ellos. No a propósito (bueno, algunas veces he de reconocer que sí), sino porque se me caía de las manos por el susto de verme tal cómo era entonces. Lo malo, es que los espejos siguen siendo espejos aunque estén rotos, y cada uno de esos trozos me devuelve a mi pasado de forma testaruda y cruel.
Como decía al principio, que enseguida se me va el santo al cielo, la otra forma de encontrarte con el que fuiste hace tiempo, es encontrarte con un viejo amigo, y desde luego, el efecto es aún más demoledor que con el espejo de azogue. Se conocen casos de gente que se ha topado con amigos de la infancia y que han sido encontrados al día siguiente balanceando debajo de una viga. Yo no llego  al extremo del ahorcamiento, pues para empezar, llevo desde hace mucho tiempo una cápsula de cianuro (o de arsénico, ya no me acuerdo) en el hueco de una muela para casos desesperados. Espero poder utilizarla algún día antes de perder la chaveta, pues una vez que la pierdes (y sé de qué hablo), te conviertes en un despojo humano que nada tiene que ver con lo que fuiste (otra vez volvemos al principio) y lo único que haces es parar el mundo de los que tienes a tu alrededor. Yo no quiero hacer eso, de querer para algún mundo sería el mío, no el de los demás.
Bueno, el caso es que como decía, hace poco me encontré con un amigo al que no veía desde la universidad (lo que en mi caso abarca un periodo de tiempo exagerado) y tras una conversación que paulatinamente se fue convirtiendo en una declaración de principios vitales, me di cuenta de que el que fue mi gran amigo, en realidad era un tipo vulgar, ramplón, soso hasta la nausea, aburrido, sin sentido del humor y a pesar de todo, un pedante, como si un tipo así tuviera derecho de presumir de algo. El pobre. Entonces me dije: si hubo un momento en que éramos muy amigos significa que éramos iguales, y o mucho ha cambiado él, o mucho he cambiado yo, o bien… y aquí es donde se me heló la sangre: o bien,  yo ahora también soy un tipo vulgar, ramplón, soso hasta la nausea, aburrido, sin sentido del humor, probablemente un pedante, y cosas peores que ya había advertido en mi amigo, por la sencilla razón de que así he sido siempre.
Al despedirnos, mi amigo me pidió el número de mi móvil, riéndose a  mandíbula batiente sin que nadie pudiera detectar algo mínimamente gracioso, y sin parar de darme palmetazos en la espalda. Yo le di un teléfono falso y salí corriendo en dirección contraria a mi casa no fuera a seguirme.