Que nadie diga que en este país la justicia no
funciona y mucho menos poner en duda la profesionalidad y entrega de sus
representantes. Si os parece poco el ejemplo de dedicación que ha dado el
presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo (ahí es nada), capaz de sacrificar
su merecido descanso de fin de semana para atender asuntos propios de su cargo
lejos de su hogar (nada menos que a Puerto Banús se tuvo que ir el pobre
hombre, y 20 veces, que se dice pronto), ahora un nuevo caso pone en evidencia
la eficacia y tino de nuestras instituciones judiciales, o como diablos se
denominen los negociados encargados de repartir justicia. Hoy, por fin, se
sienta en el banquillo Javier Krahe para ser juzgado por un delito (presunto,
de momento presunto delito y mira que es evidente su culpabilidad)
contra los sentimientos religiosos.
Antes de continuar, debo exponer un ligero estupor (que
sin ser grave, chincha lo suyo), que me invade al leer la noticia: el delito se
tipifica como “ofensa contra los sentimientos religiosos”. ¿Ofender
sentimientos es delito? Bueno es saberlo, porque yo me sé de algún sinverguenza
que se puede agarrar a esto para empezar a poner demandas a diestro y
siniestro.
Pues bien, como decía, se trata de un video realizado
en 1978 y que se emitió en 2004 (como imagen de fondo, mientras le hacían una
entrevista, por lo visto), en Canal Plus. En el video se daba una receta para
cocinar un cristo para dos personas, aunque es bien sabido que donde comen dos,
comen tres, por lo que la cosa es aún más grave. Le piden una fianza de 192.000
€, cantidad a todas luces justa, incluso un poquito corta, por atreverse a
blasfemar en público.
El demandante es El Centro de Estudios Jurídicos
Tomás Moro, que no deja pasar una, y me parece bien. Su labor consiste, no en dar
de comer a los pobres, sino en perseguir ateos, blasfemos y criaturas de peor
calaña que supongan una amenaza para lo sagrado. Supongo que incluirán
dibujantes que se atreven a realizar representaciones caricaturizadas de la
divinidad. Esta organización, según proclaman, tiene como fines la defensa de la dignidad de la
persona, de la familia y de los derechos humanos, y en especial la protección
del derecho a la vida del nasciturus y del embrión humano. Pues eso.
Le he comentado la noticia a un amigo mío (que yo no
sabía que fuera así de mala persona) y me ha contestado con insolencia: si no quieres que se rían
de tus creencias, no tengas creencias que dan risa.
Estoy pensando en demandarle porque ha herido mis
sentimientos religiosos.