miércoles, 23 de diciembre de 2015

Todo empezó una noche





                                                                 ilustración de mi amigo Jaime Gamboa







La noche era fría, desacostumbradamente fría, hasta el punto de que había caído una nevada, tan copiosa como inusitada, que cubría todo el valle. Debajo de la nieve había un desierto sorprendido. El cielo lleno de estrellas anunciaba que la borrasca ya había pasado, y un silencio ominoso anunciaba que ya era muy tarde para andar por la calle, más con un recién nacido. La madre lo llevaba amorosamente entre sus brazos, a lomos de un precioso borrico cuyas bridas conducía de muy mal humor un señor con barba y cayado que se seguía haciendo un montón de preguntas sobre los últimos acontecimientos.
Según bajaban al interior del valle, la nieve iba desapareciendo y el paisaje cobraba vida. El señor barbado con cara de mal humor levantó la mano en la entrada de una aldea y el borrico se detuvo, aliviado de tener un momento de descanso.
    -Yo creo que aquí encontraremos una pensión, o algún sitio donde podamos alojarnos, que ya estoy hasta las narices de la caminata.
    -No, Pepe, en una casa, no –la mujer hablaba con un tono melodioso y una voz muy agradable aunque un poco aflautada-. Podrían encontrarnos. Ya sabes… lo del sueño.
    -Cago en mi calavera con lo del sueño, ¿entonces qué hacemos?
    -Mira –la mujer señaló hacia una cuadra a escasa distancia- ese puede ser un buen lugar para descansar, ahí nadie mirará.
    -¿Una cuadra? ¿Y si los animales que hay dentro se comen a nuestro hijo?
    -No seas negativo, seguro que son muy amigables, incluso nos pueden dar un poco de calor.
    -También podían darnos un poco de sopa, porque tengo una gusa…
Lentamente se dirigieron hacia la cuadra que había señalado la madre del niño, una judía de muy buena familia, nada menos que descendiente del Rey David, que tuvo que casarse a toda prisa para no dar qué hablar en su círculo social. Su marido era un carpintero sin demasiada relevancia que aceptó el matrimonio con la heredera de la dinastía real, a pesar de lo precipitado de toda la operación y de no haber tenido un noviazgo en condiciones. Lo que no se esperaba el pobre es que a los pocos días de estar casados le anunciara que estaba embarazada. ¿Cómo que embarazada? Le preguntó él sorprendido, pero si no hemos hecho absolutamente nada… ya, ya, decía ella, esto ha sido un milagro, obra de… de el espíritu santo, se le ocurrió decir. José no estaba muy convencido, sobre todo porque hasta entonces él no había oído hablar nunca de la existencia del espíritu santo, pero aceptó a regañadientes la explicación, a pesar de la sonrisa que puso su rabino cuando se lo contó. Es importante señalar que el rabino tampoco tenía noticias de ningún espíritu santo.
Entraron en la cuadra agotados por el viaje y se dispusieron a pasar la noche allí lo más tranquilamente posible. Junto al pesebre había una mula, un cerdo y un buey. José se llevó al cerdo fuera por miedo a que se comiera al niño y dejó a los otros dos animales, aunque no les quitaba el ojo de encima por si acaso. Luego desensilló al borrico, le acercó al pesebre para que comiera y dispuso una cuna improvisada para el niño, que inmediatamente adoptó una postura inverosímil, con una regordeta pierna suspendida en el aire y una sonrisa encantadora que se perdía más allá de las paredes de la cuadra. José le contempló moviendo la cabeza de un lado a otro, se agachó para darle un beso como hacía todas las noches antes de irse a dormir, y preparó una cama para él y su mujer acumulando una buena pila de paja, que allí había de sobra.
Justo cuando ya estaban a punto de quedarse dormidos, de repente la cuadra se llenó de gente. Lo primero fue un fogonazo luminiscente que poco a poco fue perdiendo intensidad hasta mantener una iluminación blanca y brillante que llenaba la cuadra sin estar muy claro de donde salía tanta luz. Luego entraron dos pastorcillos que llevaban sendos corderos a los hombros como regalo.
    -¿Más animales? –gritó José- No, si al final, alguno acaba devorando al niño, verás.
Pero eso no fue más que el principio. Luego vinieron otros dos pastores más, también con corderos, y luego una lavandera que traía un pato, y un molinero, y el herrero con dos gallinas que llevaba colgando boca abajo asidas por la patas y que metían un jaleo terrible, y más pastores, ¿pero había tantos pastores en la comarca?… de repente parecía que el pueblo entero, y los de los alrededores, hubieran decidido congregarse allí para llevar todo tipo de bichos imaginables y otros regalos; incluso había un pastorcillo que llevó un tambor, ya ves tú qué clase de regalo es ese para un recién nacido. Todo esto con el agravante de que eran unas horas en las que todo el mundo debería estar durmiendo.
    --¿Pero puede saberse a qué viene todo este jaleo? –gritaba el pobre José elevando las manos al cielo totalmente desbordado- se supone que tenemos que pasar desapercibidos. Estamos huyendo, ¿entendéis? Ahora todo el mundo se va a enterar de que estamos aquí.
    -Venimos a adorar al niño.
    -¿Y no tenéis otro?
    -La verdad es que no.
    -Yo sí tenía uno, pero Herodes lo ha matado, no tengo ni idea de por qué. Parecía buen tipo y ya ves.
    -¿Buen tipo, dices? Para empezar es un pelele en manos de los romanos y además está loco. También ha matado a mi hijo, ¿te lo puedes creer? ¡lo ha degollado! ¿cómo se puede degollar a una criatura de dos semanas? Es repugnante
    -Al mío también le ha rebanado el pescuezo.
    -De hecho se han cargado a todos los niños, yo creo que éste es el único que queda vivo en la comarca, ¿no es como para adorarlo?
José no estaba para admitir nada por lo que seguía de muy mal humor pese a que su esposa trataba de apaciguarlo con palabras amables.
    -Vamos José, no seas así, es gente buena que lo único que quieren es adorar a tu hijo.
    -Mi hijo, ¿no? –José miraba a su esposa con los brazos en jarras y cara circunspecta.
    -Ay, Pepe, no vuelvas otra vez, creí que ya había quedado todo aclarado.
    -No, claro, si para ti todo es muy fácil pero es que… la historia se las trae.
    -Mira que eres pesado; cuando te da por un tema….
En ese momento una nueva algarabía anunciaba más visitantes. Todos los allí presentes se apartaron hacia un lado para dejar entrar a los recién llegados, que parecían gente principal. Precedidos de unos jóvenes pajes, con un aspecto bastante rarito, llegaron tres personajes vestidos con todo tipo de lujos. Dos de ellos portaban mantos de armiño y el tercero, una capa que era como unas cortinas imperiales, y un descomunal turbante. Hasta los camellos que montaban lucían gualdrapas enjoyadas. Todo el lujo oriental, en contraste con la miseria del medio oriente. Lentamente los tres nobles bajaron de sus monturas y ceremoniosamente depositaron unos regalos a los pies del niño que seguía en la misma postura inverosímil que adoptó nada más llegar a la cuadra.
    -Venimos del lejano oriente para adorar al niño dios –dijeron según depositaban los cofres con los presentes.
    -¿Niño dios?, ¿de qué están hablando los tres mosqueteros? –José con los hombros encogidos parecía no entender nada. Como siempre su esposa tuvo que salir al paso para explicarle algunos detalles que todavía no le había contado.
    -Sí, verás, es que tu hijo es dios.
    -¿Mi hijo es dios? ¿pero qué barbaridades se te ocurren? ¿Qué dirá el rabino?
    -Que siiiii… anda, ya te lo contaré luego, de momento coge los regalos.
    -Si ni siquiera son pollos, ¿qué clase de regalos son esos?
    -Oro.
   -Incienso.
    -Mirra.
    -¿Cuál es el del oro? -Preguntó José avanzando hacia los tres cofres.
A continuación, un estruendo de trompetas llenó el establo y todos salieron al exterior para ver de donde venía el prodigio. Arriba, a unos tres metros por encima del tejado, unos ángeles descomunales hacían sonar sus trompetas mientras sujetaban con la otra mano una pancarta.
    -¿Qué pone ahí? –preguntó alguien señalando la pancarta.
    -No se ve muy bien, espera a ver…
El comentario llegó a oídos de los ángeles y con un batir de alas, descendieron un poco para que todo el mundo pudiera leer sin problema el mensaje que traían.
    -Ah, ya, mira pone…. Paz entre los hombres de buena voluntad.
    -¿Y que quiere decir eso?
    -Ni idea. Bueno yo me voy que mañana madrugo.
Poco a poco todo el mundo se fue marchando, hasta que solo quedaron los tres personajes ataviados con ropas de lujo que aseguraban ser reyes sin que ninguno de los presentes acabara con una idea certera de qué país. Después de una conversación disparatada en que nadie entendía a nadie, pues lo que sí estaba claro es que venían de muy lejos, los tres monarcas y sus séquitos se despidieron y volvieron grupas hacía algún lugar incierto. Por lo visto habían conseguido llegar hasta allí porque una estrella mágica los había guiado, pero ya no había ni rastro del cometa, por lo que lo más probable es que se perdieran en el desierto tratando de volver a sus casas.
Por fin, la familia, agotada por la caminata que se habían dado desde que salieron huyendo de su casa y por todo el ajetreo final, pudo descansar sin que nadie les molestara. Tan solo hubo un momento de tensión cuando el cerdo trató de entrar de nuevo en la cuadra, aunque para alivio de José, no pudo pasar pues  ya no quedaba sitio para él, de tantos corderos, pavos, patos, gallinas y distintas mercancías que habían llevado.

     -Vaya noche buena –fue todo lo que dijo José antes de dormirse.





sábado, 12 de diciembre de 2015

XI Premio Onuba de Novela



                                                                   Con los ganadores, Pilar y Federico



Ayer se presentó en Madrid el XI Premio Onuba de Novela y tuve el placer de conocer a los ganadores, Pilar Gutiérrez Garzón y Federico Gómez de las Eras.  Los ganadores, sí, porque escribieron la novela a pachas. En la presentación explicaron cómo se puede hacer algo así, y desde luego que funciona su método, pues he de decir que ya me he leído la mitad (francamente entretenida) y no hay nada que delate la dualidad.

Pilar trabaja en dos ONG, por si hacerlo en una fuera poco, y José Luis es químico; ha trabajado en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el Instituto de Química Médica.  Ese debe ser el truco, saben cómo hacer buena química.


¡Felicidades!

                                        Con Manuel Ortega, el editor, y José Luis, amigo de los ganadores

martes, 8 de diciembre de 2015

El mejor regalo






El mejor regalo que se puede hacer no es un libro, sino varios, cuantos más mejor. Y a todo el mundo, da igual la edad, la inclinación sexual, o el grado de amistad que nos una con la persona que va a recibir el regalo. Cervantes decía que en el peor libro se puede encontrar algo bueno, y esto es algo que no se  puede decir de todas las cosas que nos da por regalar. ¿Acaso en la corbata más fea, por recurrir al ejemplo típico, podemos encontrar algo que nos impida arrojarla a la basura, o en el perfume más irritante una razón para no dejarlo abierto con la esperanza de que se evapore rápidamente sin contaminar el ambiente? ¿La camisa, que probablemente ni siquiera es de nuestra talla y que nos hace girar la cabeza buscando su parte bonita, tiene alguna posibilidad de éxito como regalo? Sabemos que no, todos esos regalos, estadísticamente, son un fracaso y son un fracaso porque son objetos demasiado personales y es imposible acertar al cien por cien, por mucho que conozcamos a la persona que va a recibir el obsequio. Solamente hay que observar la cara de la novia o del novio, cuando abre el paquete con su regalo y descubre un jersey “que seguro que le va a encantar”, con la cabeza de un ciervo tejida en vivos colores. Dirá que es precioso, sonreirá bobaliconamente y en de menos de un año, esa pareja estará rota. Luego, él o ella, o ambos, seguirán regalando jerseys y destruyendo sus opciones de ser felices con nadie.
Sin embargo, con un libro el acierto es seguro (solo hay que recordar lo que opinaba Cervantes sobre el asunto), y con la ventaja añadida de que lo guardaremos para siempre, en nuestra librería. ¿Alguien hace eso con sus camisas, sus aguas de colonia o lo que sea por mucho que le haya gustado? Obviamente no, de modo que acabamos de demostrar que el libro es el regalo, eterno recuerdo de quién nos lo obsequió, más acertado de cuantos existen.
Ahora, llegados a este momento, dejadme que os recomiende dos libros que podéis tener en cuenta.

Os pongo los enlaces para ahorraros la molestia de ir a la tienda, basta con pinchar en el título:


El segundo libro también está disponible en formato digital en Amazón y en La casa del Libro.  (basta con pinchar en los mencionados establecimientos)


Sí, efectivamente son dos viejos conocidos, pero me consta que no todos los habitantes del país  lo han leído, y muchos esperan que su regalo de navidad no sea ni una camisa, ni una corbata ni una colonia.


¡Felices regalos y que acertéis, sean los que sean!




sábado, 5 de diciembre de 2015

Premio Onuba de novela




La editorial Onuba, cuyo premio de novela de hace 2 años gané yo con El Ladrón de Nubes, presenta el próximo jueves El Sabor de las Cerezas, la novela ganadora del presente año, en el café Manuela de Madrid.

Enhorabuena a los ganadores a los que felicitaré en persona, y a mi amigo Manuel Ortega que sigue aportando su granito de arena para el fomento de la literatura.




martes, 1 de diciembre de 2015

Cach 22




Cach 22 es una novela de Joseph Heller, estupenda novela, que me hizo pasar unos momentos fantásticos  cuando la leí, hace ya más de tresmil años. Aún recuerdo a Yossarian, el protagonista, desesperado por su suerte y la gracia que me hacía. Yossarian es un  joven piloto de la segunda guerra mundial que se quiere librar de ir a combatir con su avión alegando que está mal de la cabeza, a lo que su coronel le dice que eso no es excusa, pues precisamente hay que estar completamente loco para meterse en un bombardero con un montón de gente abajo dispuesta a derribarlo, por lo que él es perfectamente apto para realizar las misiones más peligrosas.
Cach 22 es una expresión inglesa que viene a significar, así en versión libre, la pescadilla que se muerde la cola, es decir, una trampa de la que es imposible salir hagas lo que hagas. Un círculo cerrado que te lleva una y otra vez al mismo sitio. Así me he sentido yo esta mañana tratando de obtener el certificado digital de la Seguridad Social por Internet. Resulta que llegado un punto aparece un alarmante mensaje en la pantalla del ordenador advirtiéndome de que la conexión no es segura y que me pueden atacar los piratas informáticos, incluso gente aún más malvada, por lo que más vale que me retire. Yo, que llegado el caso soy capaz incluso de hazañas más audaces, decido sin vacilar asumir los riesgos y seguir adelante, pero mi gesto heroico no me vale de nada, pues el ordenador no me da la opción de demostrar los redaños que estoy dispuesto a echarle al asunto, y no me permite continuar con el proceso. Lo intento varias veces, pues el certificado digital es imprescindible para realizar un montón de asuntos burocráticos que me exige la Seguridad Social, pero siempre acabo en el mismo lugar, imposible pasar a la siguiente fase. Una trampa mortal sin escapatoria. En el fondo debería estar agradecido pues no hay duda de que hay alguien realmente decidido a protegerme del ansia de los hackers, sin embargo la cólera hace presa en mí, a pesar de que estoy siguiendo un curso de meditación que tendría que mantenerme alejado de los ataques de ira. Decido que lo mejor es el viejo y olvidado sistema de hablar con un funcionario y aunque reconozco que es mucho más cómodo no tener que salir de casa, voy personalmente a una oficia de la SS . Lo primero que pienso preguntar es por qué, si están tan seguros de que es una temeridad meterse en esa página, existe esa página, en caso de que exista, claro, pues dado que no te permiten acceder a ella, sería una estupidez muy grande tomarse la molestia de crearla. Cuando llego a las oficinas de la seguridad social, me dicen que para cualquier consulta necesito cita previa, lo cual no me importa en absoluto hasta que me explican que la única manera de conseguirla es a través de Internet. ¡Cielos! ¡Pero si ya estoy ahí!
Vuelvo a mi casa, entro en otra dirección de la Seguridad Social (hay muchas) para sacar cita previa y cuando he superado varias pantallas, como en los juegos de los marcianitos, llego de nuevo a la que me avisa de que estoy en serio peligro de que mi identidad sea suplantada y no me deja continuar. Game over, se acabó. Llamo a un número de teléfono que consigo en otra dirección, también de la Seguridad Social, y me atiende una máquina que después de tenerme varios minutos desplegando un menú de opciones que no vienen al caso, por fin aparece la de solicitar cita previa. Me dice que tengo que ir a una dirección de Internet que me deletrea: uve doble, uve doble, uve doble, ese, ge, e,  guión, punto es. ¿Guión bajo o guión alto? pregunto estúpidamente pues la maquina no es capaz de captar mi angustia. Pruebo primero con guión bajo y aparezco en una página en la que me avisan de que ese dominio está libre y que si me interesa, puedo comprarlo. La oferta es tentadora pero llevo ya demasiado tiempo con este asunto así que pruebo con guión alto y me lleva a la misma página en la que estuve hace diez horas, al principio de todo. ¡Ya está!, me digo yo chasqueando los dedos, lo que pasa es que no estoy utilizando el navegador apropiado, a veces pasa, así que bajo Firefox. Luego Safari, luego Google Chrome, luego Explorer, Browser… creo que tengo todos los navegadores posibles en mi ordenador, pero nada.
Ahora son las diez de la noche, y acabo de llamar a un amigo mío que nunca se desespera  (también viene al curso de meditación conmigo, pero lleva más tiempo), y me ha dicho que posiblemente todo lo que me está pasando se debe a que yo utilizo un Mac y el sistema de la Seguridad Social solo admite Windows. Ya es tarde, pero mañana mismo lo primero que voy a hacer es comprarme un PC, además aún estamos con el Black Friday de las narices.

A ver qué pasa.