sábado, 31 de diciembre de 2016

A ver ese siete qué hace





Se ha agotado el tiempo para el número seis, barrigón y con aspecto de berzotas, un número sin ninguna gracia y escasa personalidad. En cambio el siete… el siete es todo un número. Tiene fama de listillo y con razón.

El siete es el número mágico desde la época de hipócrates que hablaba de él maravillas, incluso de tiempos anteriores. Es la suma del número 3, que representa lo terrenal y el 4, que simboliza el cielo; vamos que lo tiene todo.
El siete es un número sagrado en muchas religiones y por supuesto también está muy bien considerado en la Biblia.

Siete brazos tiene el menorá, el candelabro de los ritos más antiguos de la cultura isrraelita; siete vidas tiene el gato, siete colores el arco iris, siete días la semana, siete pecados capitales y menos la envidia, todos muy divertidos; siete son los planetas de nuestro sistema solar (Sí, ya sé que son ocho, pero plutón está muy blejos), siete notas musicales, siete eran los sabios de Grecia, siete son las maravillas del mundo, siete novias para siete hermanos, los siete magníficos, y sobre todo, el número atómico del nitrógeno es siete, y de eso andamos sobrados en Madrid últimamente.
Sí, el siete es un número de la sabiduría, del intelecto, de la espiritualidad, de la divinidad y quizá por todo ello era el número preferido de Pitágoras, que lo consideraba perfecto, y si para Pitágoras era su número preferido, pues para mí también lo es.

Demos la bienvenida al siete por tantas razones, y brindemos por él.

¡Te quiero, siete!

(a veces hacer la pelota da resultados)






miércoles, 28 de diciembre de 2016

Un neandertal en El Corte Inglés





Este tipo de mirada tranquila soy yo





Este verano estuve en Whasington para saldar una vieja deuda que tenía conmigo mismo: visitar el Smithsonian de la Aeronáutica y del Espacio. Claro, que una vez que  has hecho 6.000 Km sería una tontería muy grande no aprovechar el viaje para hacer más cosas, como descubrir nuevas salsas para las hamburguesas, innovadoras instalaciones en los coches para poner batidos, patatas fritas o cualquier cosa que impida morir por desnutrición conduciendo, las últimas aportaciones del ingenio humano a la repostería, y un sinfín largo de imprescindibles y generalmente dulces formas de engordar.
Pero sobre todo, por encima de todo eso están los museos. Solo pertenecientes al Instituto Smithsoniano hay nada menos que 17 museos en la ciudad. En todo el país, son más de 200 los Smithsonian, repartidos a lo largo y ancho de 45 estados. Naturalmente, con los que estaban Whasington DC, yo ya tenía bastante, y en uno de mis favoritos, el de Ciencias Naturales, encontré una máquina que podríamos llamar, la cámara fotogenética. El invento consistía en hacerte una foto, hasta aquí todo normal, pero el resultado que salía era una recreación de cómo serías tú en el caso de haber sido un neandertal. ¿No es fantástico? Naturalmente hay cosas que puedes evitar, pero hacerte una foto con esa cámara, claramente es de las que de ninguna manera se puede pasar por alto.
Arriba, podéis ver mi “yo” neandertal. Lo sé, yo también esperaba una nariz más atractiva (en realidad, esa no nariz pertenece más bien a un australopitecus. En general todo el rostro parece de un australopitecus. A veces, la cámara fotogenética va más lejos de lo que debería).
Todo esto es para decir que mi última novela, el viaje del neandertal, también se vende en El Corte Inglés.

Me enteré ayer, paseando por este estupendo establecimiento y me acordé de mi “yo” neandertal, pero sobre todo me acordé de la próxima fiesta de Reyes. ¿No?


                    pinchando en el siguiente enlace la editorial os lo manda directamente




lunes, 26 de diciembre de 2016

El mejor regalo






Bueno, ya pasó, mejor dicho, ya nos han pasado por encima la Nochebuena y la Navidad, dos momentos de auténtico peligro para el hígado y para el páncreas, aunque lo del páncreas no esté tan asumido.

Pero no conviene relajarse, aún nuestras vísceras tienen que sobrevivir a Nochevieja, que se las trae, y …a Reyes, la Epifanía (desde que me enteré del significado de la palabra epifanía, siempre me he preguntado por qué se aplica a la fiesta de Reyes hasta que finalmente ya lo he entendido, pero ahora no es el momento de entrar en este asunto. Quizá el año que viene por estas mismas fechas).

¿Y qué es lo más importante de Reyes?

No quiero decir nada, solo eso.

Por si acaso, yo dejo aquí una pequeña idea…

                                                     (si pinchas en el siguiente enlace descubrirás de qué se trata)














miércoles, 21 de diciembre de 2016

SCROOGE 4.0








                                                                                    VERSIÓN 4.0



Cada vez que llegaban las navidades, y para su desgracia eso sucedía todos los años, Carol Scrooge se transformaba en otra mujer. Normalmente era una persona muy amable dispuesta a echar una mano siempre que veía a alguien en apuros, alegre y con ganas de pasarlo bien, pero en cuanto detectaba los primeros indicios de las fiestas navideñas, se convertía en un ser huraño, déspota, irascible y terriblemente desagradable.
Bastaba con salir de su casa, ver las calles iluminadas, a su juicio de forma paleta y derrochona, olfatear el olor a pino en el ambiente o mirar cualquier escaparate, y a Carol le cambiara hasta el color de la piel. No soportaba los atascos de tráfico típicos en estas fechas, ni encontrarse todos los sitios atestados de muchedumbres eufóricas y atolondradas; fuera a donde fuera estaba lleno y normalmente, lleno de gente gritona y en muchos casos borracha o a punto de estarlo. Le sacaba de sus casillas escuchar la radio, ver la televisión  o entrar en un centro comercial, porque no soportaba los villancicos.  ¿Cómo no se suicidarían los pobres empleados que tenían que pasar toda su jornada laboral con el “chiquirriquitín” y “campanas de Belén” haciendo destrozos irreparables en su cerebro? Tampoco llevaba nada bien la forma que tenía todo el mundo de despedirse, siempre deseándose felices fiestas y preguntándose unos a otros por parientes de los que nunca se habían acordado. O esa mirada de perro pachón para decir que ojalá el próximo año hubiera paz en el mundo y majaderías por el estilo. Paz, paz, ¿por qué de repente esa preocupación por algo que un mes antes le resultaba más o menos indiferente? Probablemente los que de forma bobalicona se lamentaban de las guerras, eran los mismos que antes de su repentina inquietud sensiblera, hacían comentarios del tipo, “lo que no podemos permitir es que se nos llenen nuestras calles de todos los que huyen, a dónde iríamos a parar”. Ahora, sí, ¿no?, ahora sí podemos dejarlos que pasen unos días fuera del infierno, hasta pasado reyes por ejemplo.
Luego estaban las comilonas, las cestas, la lotería, la noche vieja, la cabalgata, el roscón de las narices, la tontería de hacer colas para comprar un turrón en tal sitio porque es “buenísimo, el de toda la vida”, el chocolate de la tarde de reyes, el cotillón, hombres insensatos cargados de optimismo, los polvorones que jamás le habían gustado ni conocía a nadie que le gustaran y sin embargo estaban por todas partes, los mazapanes que hacían bola en la garganta amenazando una muerte certera por asfixia, los guasaps con repetidos mensajes que se cruzaban para recordarte que estabas en esa época del año en que el ingenio desaparece, al menos de las redes sociales. Miles de cerebros pensando en hacer un guasap original para felicitar las navidades y ninguno capaz de conseguirlo, ni siquiera de acercarse a algo medianamente gracioso. ¡Patético!

… Nada, no había absolutamente nada que le gustara de las navidades, ni siquiera recibía de buen agrado los regalos que alguien le hacía porque eran regalos trampa, regalos contra reembolso, por decirlo así. Eran regalos que carecían de aquello que hace del regalo algo deseable: la sorpresa y la generosidad, pues eran predecibles y quien lo regalaba, según lo entregaba con una mano extendía la otra para recibir el que esperaba como correspondencia. Menuda tontería.


Pero de todas las cosas malas que tenía que aguantar de la navidad había una en particular que soportaba aún menos que las demás, era algo tan profundamente irritante que no entendía como era capaz de resistir la tentación de asesinar a alguien, exactamente al responsable. Resulta que un amigo suyo, que siempre se había comportado como una persona normal sin demasiadas taras, de repente adoptó la costumbre de mandarle todos los años un cuento de navidad que él mismo escribía. Ya había recibido unos cuantos y con eso tenía más que suficiente, la idea de recibir el siguiente le revolvía el estómago. Encima el muy imbécil, pasados unos días la llamaba para preguntarle si le había gustado su ridículo cuento. Era justo lo que le faltaba al cuadro: tener que leer un cuento de navidad obligatoriamente. Manda huevos.
Claro que todo tenía un límite y este año decidió que ya lo había alcanzado.

Cogió un billete de avión y se marchó lejos a un país musulmán, a un emirato árabe dispuesta a disfrutar de su intransigencia coránica, una delicia. Nada más llegar al hotel cogió su teléfono móvil y le quitó la batería para que no llegara nada que oliera a navidades. Justo antes de coger el vuelo, estando ya en el aeropuerto y faltando escasos minutos para embarcar, recibió un email y un guasap de su amigo, bajo el amenazante título: “Este año tampoco podrás librarte de mi cuento de navidad”. Se rió para sus adentros, pues inmediatamente apagó el teléfono, subió al avión y a partir de ese momento tuvo la certeza de que este año realmente sí se libraría del cuento de su amigo y de todo lo que tuviera que ver con las navidades. Por eso quitó la batería de su teléfono nada más llegar. En el fondo sintió un poco de lástima por el pesado de su amigo escritor, pero la tenía harta y este año por fin, lo conseguiría.

Satisfecha, ufana y todo lo feliz que se puede estar a 45 º de temperatura exterior, fue a la piscina, solo para mujeres, del hotel. Se bañó, comió algo de fruta en el bar, lamentó no poder tomarse una cerveza o un cocktail y subió a la habitación dispuesta a aburrirse como una mona en un país que no ofrecía nada interesante para una mujer joven y con ganas de divertirse. Miró su teléfono móvil sobre la cama con algo parecido a nostalgia y de repente zumbó. Zumbó y brincó como nunca lo había hecho antes. Incrédula miró la batería que estaba a escasos centímetros. No era posible, pero era real: estaba entrando un guasap. Lo cogió y observó que era de su amigo el escritor de cuentos tocapelotas. Ponía simplemente: “Este año tampoco podrás librarte de mi cuento de navidad”, con un enlace debajo del texto que seguramente llevaría a una site donde estaría alojado el maldito cuento. Posiblemente un ridículo blog.
Era el segundo guasap que le llegaba de su amigo y en los dos decía lo mismo. No era posible. Comprobó que efectivamente el teléfono no tenía batería. Entonces se dirigió al cuarto de baño, llenó el lavabo de agua y sumergió el teléfono en su interior. Inmediatamente brotaron unas burbujas al tiempo que en la pantalla aparecía el aviso de que estaba entrando un guasap. “Este año tampoco podrás librarte de mi cuento de navidad”. Carol Scrooge lo leyó aterrorizada, era la tercera vez que lo leía, luego pensó que era una mujer que no se dejaba aterrorizar fácilmente y actuando en consecuencia dejó de estar aterrorizada y pasó a estar realmente enfadada. Miró a su alrededor buscando desesperadamente el arma definitiva y vio al lado de la ventana una mecedora de enea. Una sonrisa macabra se formó en sus labios finos y con determinación fue hacia ella. Puso el teléfono debajo de uno de los balancines y luego se sentó pesadamente dispuesta a dejarse mecer durante unos segundos al ritmo del crujir de plástico y Coltan. Cuando consideró que el estropicio era irreparable bajó de la mecedora y observó, feliz por estar más gorda de lo que deseaba, el resultado de su trabajo. El teléfono estaba literalmente reventado y aunque la carcasa se mantenía de una pieza, agrietada pero entera, por los lados salía un llamativo fluido parecido al aceite. Ya está, pensó, asunto resuelto. Con el dedo índice toqueteó la pantalla que permanecía negra, de un negro mate y apagado sin ningún rastro de vida y se acordó de la película Terminator y también del ordenador HAL de 2001.  Su pequeño teléfono móvil podía pertenecer al mismo grupo de héroes difíciles de eliminar.
Lo cogió como si fuera el cadáver de un pájaro que se hubiera encontrado en la terraza y lo llevó entre las dos manos hacia la papelera cuando repentinamente se sacudió convulsivamente saltando al abismo. Cayó sobre la alfombra y el impacto hizo que nuevas piezas salieran de su interior al tiempo que se activaba el sistema de voz:
    - Este año tampoco podrás librarte de mi cuento de navidad.
El tono fácilmente reconocible de Siri repitió esta frase como una salmodia una y otra vez, hasta que Carol Scrooge resignada, aceptó leer el cuento de navidad que había escrito su amigo pulsando el enlace que aparecía en el guasap.

Cuando terminó de leerlo se sentó de nuevo en la mecedora, derrotada pero con una sensación desconocida en su interior. Se encontraba rara, con unas ganas incontenibles de salir a la calle y acariciar niños, de ir a ver belenes y cantar villancicos, incluso le hubiera gustado comprar un pino, claro que donde estaba lo tenía muy difícil.
Notaba una sensación completamente nueva que la obligó a hacer algo que jamás hubiera sospechado que sería capaz: buscó en su teléfono móvil, que milagrosamente aún estaba operativo a pesar de los destrozos, un villancico en Internet. Encontró uno perfecto, interpretado por tres gatitos encantadores y lo envió a todos sus contactos con el mensaje “Te deseo una feliz navidad para ti y para los tuyos”.

Después contestó a su amigo diciéndole que, como todos los años, le había hecho muchísima ilusión su esperado cuento de navidad y que le deseaba unas felices fiestas y próspero año nuevo. Luego incluyó unos emoticonos con gorritos de fiesta, serpentinas y copas de champán chocando.


martes, 20 de diciembre de 2016

Ya está aquíííí...




este año...

...tampoco podrás librarte de mi cuento de navidad.

ja ja ja ja ja ja  (risas escalofriantes)






... lo recibirás dentro de muy poco, en menos tiempo del que te gustaría.


Jo jo jo jo jo jo jo   (más risas terroríficas, éstas en un tono más grave)











miércoles, 14 de diciembre de 2016

El viaje del neandertal










Ya está a la venta mi última novela El viaje del neandertal. Está o estará en casi todas las librerías grandes, al menos en La Casa del Libro, aunque puede ocurrir que no esté en todas las sucursales, bien porque se haya agotado el ejemplar, o bien porque aún no se haya distribuido por esa zona, en cuyo caso, se puede encargar ya que la alternativa sería darse por vencido y renunciar a tenerlo, lo cual clarísimamente es una catástrofe.


Y por supuesto se puede comprar directamente a la editorial y en la página web de La Casa del Libro y de todas las librerías donde estará.


Enlaces que facilito:



Cualquier esfuerzo por allanar el camino de la lectura está bien empleado y si es de la lectura de un libro mío, ni te cuento.

De todas formas, seguiremos hablando sobre este asunto.




miércoles, 7 de diciembre de 2016

Patriotas







No voy a dar nombres ni insinuar casos ni voy a referirme a nadie, porque las mentes ejercitadas pueden prescindir de los ejemplos para entender perfectamente lo que otra mente, ejercitada o no, quiere expresar.

Recuerdo que nada más llegar yo a la mili nos metieron a todos los capturados en la redada a la que yo pertenecía, en un aula enorme, que hasta parecía de verdad, para hacernos unas pruebas de inteligencia y conocimientos. De todas las preguntas que aparecían en las hojas que teníamos que rellenar solo recuerdo dos: ¿por qué funciona un motor de explosión? y la más incómoda de todas, ¿qué es el patriotismo? Recuerdo estas dos preguntas porque estoy convencido de que en ambos casos mi respuesta dejó sumido en un estado de inesperada perplejidad a quien tuviera la misión de corregir el test (en la mili, cualquier cosa es una misión). Lo del motor de explosión no viene a cuento, pero la otra da una importante pista de lo que yo pensaba sobre el patriotismo  y que jamás entendí cómo no me fusilaron al día siguiente. Mi respuesta fue: “patriotismo es el sentimiento de orgullo  que proporciona la circunstancia más aleatoria de cuantas nos rodean, que es el lugar donde hemos ido a nacer”.

Ahora, como el tiempo me ha hecho más irónico y menos textual diría que el patriotismo, es la estúpida satisfacción de haber nacido en algún sitio.
Esto así, de primeras, pero si me pidieran profundizar añadiría sobre lo dicho un par de observaciones:
Creo que el patriotismo tiene dos aspectos, uno de ámbito individual y otro que debemos contemplar como parte del colectivo al que de forma fortuita pertenecemos. En el primer campo de aplicación del patriotismo, el individual, no hay nada que opinar pues es un sentimiento y los sentimientos cada cual tiene los suyos y nadie tiene que decirle a otro si son buenos o malos, o si le gustan o le disgustan o si está de acuerdo o hará todo lo posible por hundirle por ser sentimientos diferentes a los suyos.
Por tanto ahí me callo y creo que todo el mundo debería hacer lo mismo. Pero… pero el otro campo de aplicación del patriotismo, el que de verdad importa, el que se refiere a su relación con sus otros “compatriotas”, en ese nadie debe callarse pues todos, cada uno de los que formamos parte de ese gran colectivo que algunos llaman patria, tenemos una responsabilidad y unas obligaciones que debemos cumplir. Son obligaciones que un buen patriota cumple a rajatabla, de forma casi religiosa, con orgullo y satisfecho de atenderlas, mientras que un mal patriota se desentiende de su cumplimiento y busca mil trucos para no hacerlas ni caso. 
Por ejemplo, un buen patriota paga sus impuestos sin intentar escaquearse y un mal patriota los evade, saca el dinero fuera del país, o paga a un abogado listillo que está al tanto de todas las trampas legales, para pagar lo menos posible incluso a veces consigue que le devuelvan dinero. Con los buenos patriotas construimos carreteras que benefician a todo el colectivo, y universidades donde se formarán nuevos patriotas, y hospitales donde puedan acudir los patriotas que caen enfermos y residencias para que los patriotas que ya no pueden más con sus mortales cuerpos puedan ir a despedirse de este mundo… con los malos patriotas sencillamente no hacemos nada, lo que se dice nada.


Los malos patriotas son un asco de gente.







jueves, 1 de diciembre de 2016

Cerebro contra corazón






La razón no me ha enseñado nada, todo lo que yo sé, me ha sido dado por el corazón.  Esta bonita frase es de Tolstoi, y es bonita porque él era escritor y los escritores saben cómo decir las cosas de forma que de gusto leerlas. Pero sin haber escrito Ana Karenina, millones de personas han expresado esa misma idea con otras palabras:

La razón se hace adulta y vieja, el corazón siempre permanece niño.

Cuando la razón entra por una puerta por la otra sale el corazón (y viceversa, añado yo, ¿no?).

La razón me dice una cosa y el corazón me obliga a la contraria (tengo que hacer el mismo comentario que anteriormente) .

Podía estar años repitiendo frases que han sido escritas sobre el eterno enfrentamiento entre los dictados del corazón y lo que nos dice la razón. Cualquier libro de citas tiene un capítulo entero dedicado a esta batalla entre vísceras. La razón contra el corazón y viceversa.
Y es verdad. Todos hemos podido comprobar en nuestros propios corazones y cerebros, es decir en nuestras propias carnes, hasta qué punto esto es cierto. Hemos sido testigos de duros enfrentamientos entre ellos en los que a veces alguno ha salido muy malparado. Cuando el que cobra es el corazón, lo sentimos más porque es mucho más sensible y nos da no sé qué verlo magullado; cuando pierde el cerebro, dada su naturaleza calculadora, ni nos enteramos, él solito procura que no se note su derrota. Es orgulloso, no le gusta que nos demos cuenta de sus fallos y siempre procura taparlos. El corazón sin embargo no tiene esa elegante discreción, todo lo contrario, le gusta hacer aspavientos y montar un melodrama que a veces resulta hasta obsceno y patético
.
También se habla muchísimo de la inteligencia emocional, a mi modo de ver, mezclando las churras con las merinas, precisamente en un intento de que haya paz orgánica y podamos conciliar inteligencia y sentimientos. Me parece loable la intentona, pero no sé yo si va a ser posible, tienen intereses que a veces resulta demasiado complicado conciliar.

Yo no me había dado cuenta de hasta qué punto existen diferencias entre el corazón y el cerebro hasta que me he enterado de qué se alimenta cada uno de ellos. Resulta que lo que es bueno para uno es fatal para el otro y viceversa, lo que demuestra una vez más que son totalmente irreconciliables.
Al corazón le gustan los alimentos ricos en fibra, las galletitas integrales y los danacoles, mientras que las grasas lo matan. Si seguimos estrictamente esa dieta viviremos más tiempo pero no seremos demasiado listos y tendremos elevadísimos riesgos de padecer Alzheimer, pues el cerebro que en su mayor parte es grasa (el 70%), le sucede lo contrario: le nutre todo lo que tenga colesterol, como la chistorra, la carne roja, y el tuétano, y le embrutece la dieta vegana. Según el neurólogo David Perlmutter los cereales integrales pueden causar demencia, trastorno por déficit de atención, ansiedad, dolor de cabeza crónico y depresión, entre otras dolencias.

A mí con lo del dolor de cabeza ya me sobra, así que le voy a dar al torrezno hasta caer fulminado por un ataque al corazón.