domingo, 31 de diciembre de 2023

Con doce meses de garantía





Estamos en el mes dorado del consumo, es cuando más cosas compramos. Pero comprar exige una operación subsidiaria, que consiste en tirar algo a la basura. Las compras vienen a reemplazar lo que ya teníamos (aunque admitámoslo, no nos faltaba de nada), de modo que, por ejemplo, si compramos un jersey significa que por algún lado hay un jersey viejo que sobra. Lo tiramos.
 
Esta mentalidad lo impregna todo, yo por lo menos me veo muy impregnado. Ayer me quedé dormido y tuve un sueño revelador. Aparecía Chronos, el Dios del tiempo, en un anuncio de televisión. El comercial guardaba la típica estructura de anuncio americano de un vendecoches. En lugar de llevar un sombrero tejano o una gorra de beisbol, Chronos llevaba sobre la cabeza un reloj de arena. Ridículo, sí, pero los sueños a veces tienen detalles ridículos. 

En el anuncio, Chronos, me decía que ya era hora de cambiar el viejo año que había estado utilizando hasta este momento, y hacerme con uno completamente nuevo. "Es una oferta especial", seguía Chronos hablando a cámara con una embaucadora sonrisa, "no puede dejar pasar esta ocasión". Resultaba muy persuasivo. "Le ofrecemos un año sin estrenar, con doce meses de garantía". Imposible resistirse, aún así yo pregunté en voz alta "¿y qué pasa si no aprovecho esta oferta especial?" y Chronos, como si me hubiera escuchado, lo cual era imposible porque él estaba al otro lado de la tele, contestó: "si no cambia ahora mismo de año, morirá".

Tengo que confesar que me sobresaltó la determinación con la que me contestó el viejo Chronos. Eso sí era un buen argumento de venta, el mejor jamás utilizado en toda la historia de la publicidad. Me vinieron a la cabeza los tiempos en que yo era director creativo en una importante agencia de publicidad y lamenté no haber caído  entonces en utilizar ese claim tan estupendo. Me imaginé anuncios en los que en lugar de decir, más blanco no se puede, terminaban con un contundente "Si no compra usted detergente Ariel, morirá". A ver quién era la guapa, o el guapo (yo fui el primero en poner a un hombre lavando sus propias camisas) que se resistía a utilizar Ariel.

Me desperté, entre asustado y no sé qué, dispuesto a consumir el nuevo año sin protestar. Por muy malo que sea el que viene, me dije, mejor vamos a cambiar de año. Eso sí, el viejo no pienso tirarlo, lo guardaré en mi memoria con los otros tantos que tengo.

Y aquí estoy, amigos, con un gorrito absurdo en la cabeza y doce uvas esperando a que me traigan el nuevo año. Creo que llega por Amazon.

domingo, 24 de diciembre de 2023

Mis mejores propósitos






Tengo gracia. Lo normal es decir que la gente tiene gracia, y como yo, si me miras de lejos, también soy gente, pues tengo gracia. ¿Por qué? Porque resulta que caigo en los mismos errores que todo el mundo.

Digo que no me gusta ir a Madrid en Navidad, y voy. Digo que no estoy dispuesto a comer marisco en estas fechas, y voy y lo compro pagando el doble que en un mes normal. ¿Que no me gusta formar parte de las celebraciones obligadas y programadas? Entonces no sé por qué acudo a cada reunión que me llaman. 

En estas fechas, mi coherencia se viene abajo. Dejo de moverme por mis principios y me muevo por los principios de los demás. Me miro, y me digo "este no soy yo", alguien me ha cambiado. Pero parece que no me importara porque sigo actuando, con doblegada determinación, movido por los mismos estímulos que el resto del mundo.  Y detesto cada uno de ellos, por si no ha quedado claro.

En Navidad dejo de ser yo, y me convierto en lo que esta sociedad espera que sea. Supongo que en eso consiste la magia de la Navidad, en transformar personas únicas en clones repetidos de un modelo estándar. Es un truco estupendo porque nadie se da cuenta de dónde está la trampa, y de todos modos,  aunque te des cuenta, caes en ella. 

Lo que no hago es poner Belén (para belenes está el momento) ni árbol ni espumillón. Todo el mundo tiene una línea roja, y los adornos es la mía. Pero de todo lo demás participo con entregada determinación.

Como ejemplo, me he hecho un propósito para el nuevo año. Pero no para mí, sino, quizá impregnado de este espíritu navideño, para los demás. Este es mi propósito:

propongo a todo el mundo que sea crítico con las noticias que le llegan, que no se crea todo lo que le mandan por las redes sociales y que opine utilizando la cabeza. Pero la suya, no la de otro. Como dijo Teócrito, los hombres libres tienen ideas y los sumisos tienen ideología. Y sobre todo, no os matéis demasiado.

Pues ya está dicho, más clásico no puedo ser. Si es que esto de las navidades tiene su coña...

jueves, 14 de diciembre de 2023

La vida es un teatro

 Esta tarde he decidido ir al teatro.Se trata de una obra que quiero ver desde hace tiempo y la van a quitar el domingo. Como hoy es el único día que tengo disponible, he tenido que espabilar. 

Hace mucho, cuando te ocurría algo así, sencillamente te acercabas al teatro un cuarto de hora antes de empezar la función, ibas a la taquilla, pedías una entrada y santas pascuas. Ya, pero eso era antes. Ahora tienes que sacar la entrada por Internet si quieres estar seguro de verla. Ahí empieza el lío. 

Internet debería funcionar como una taquilla, llegas (entras), eliges tu entrada, pagas, coges el tiquet y te vas. Tiempo empleado: . Pero resulta que no; para hacer esa operación por Internet, primero te tienes que dar de alta en la plataforma del teatro, decir cómo te llamas, dónde vives, el código postal, tu fecha de nacimiento (opcional), tu teléfono (opcional) que aceptas las condiciones, pero aquí no vale decir que sí, que las aceptas, primero tienes que abrir el documento de las condiciones para que parezca que te has leído las veinte páginas que tiene. Además has de acatar su política de cookis (lo llaman así, "política de cookis"), porque si dices que no,  se acabó la operación. Te amenazan con enviarte boletines informativos a tu dirección de email, que por supuesto, has tenido que aportar. Tú dices que no, que no quieres recibir nada, pero da igual, a partir de ese momento recibirás puntualmente todo lo que se les ocurra.

Todo esto para pedir tu entrada de la fila doce asiento 9, ahora tocar pagar. Como no quieres dar los datos de tu tarjeta (a mí ya me han estafado 500€ por darlos alegremente), primero te creas una tarjeta virtual en tu banca móvil. Esta operación se lleva, entre contraseñas, códigos que te envían por SMS  que luego tienes que introducir y demás gaitas, los diez minutos largos. Finamente, cuando está apunto de expirar la página de la plataforma del teatro de su abuela, consigues la entrada. La descargas, te la mandas a ti mismo por whatsapp para tenerla en el teléfono y te das cuenta de que te quedan diez minutos para irte a toda velocidad al teatro.

Dices, qué caramba, diez minutos son diez minutos, y los aprovechas para quejarte de todo esto en tu propio blog. 

Un locura, los tiempos que vivimos son una auténtica locura.


P.S. no he incluido mi dibujito habitual porque si lo dibujo, lo escaneo, lo mando al ordenador, lo paso de pdf a jpg y lo subo al blog, no llego al teatro ni a la hora de salida.


Leoncio López Álvarez