viernes, 20 de febrero de 2015

El gran viaje







Si, ya sabemos, amigos aventureros, que viajar mola un montón y cuanto mas lejos y exótico sea nuestro destino, mejor, y si encima se trata de un lugar al que va muy poca gente, o en el colmo de la alegría aún no ha ido nadie, el hecho de viajar  se convierte en el mayor y más completo de los placeres. Vale, pero todo tiene un limite, digo yo; limite que ignoran las casi trescientas mil personas que se apuntaron hace un par de años a un viaje sin retorno a Marte. Esta cifra corresponde solo a los dos primeros meses, por lo que es de suponer que el numero de pirados (pretendidamente) haya aumentado considerablemente, pero vamos, que me da igual, el hecho de que haya más de un par de docenas, ya me resulta chocante.
De esa cifra de voluntarios, 3.722 son españoles, lo que indica claramente hasta qué punto están hartos de Rajoy. Solo por eso, la verdad es que yo también me lo plantearía, pero cuando me entero de que en Marte la temperatura puede alcanzar los -140º centígrados, hay algo dentro de mi que se encoge hasta el dolor impidiendo cualquier consideración en contra de quedarme donde estoy. Como mucho, Alemania, y eso que ahí también cuando hace frío, hace frío.
Todo esto corresponde al proyecto holandés Mars One, que pretender crear una colonia con unas 25 personas en el planeta vecino, que decimos vecino y parece que está al lado de casa, pero se encuentra a 59 millones de kilómetros cuando lo tenemos más cerca. Porque esa es otra, la distancia varía si está en conjunción con la Tierra a si está en oposición, y a su vez es distinta si se encuentra en su afelio o en su perihelio, vamos que si eliges mal el momento de salir, te puedes encontrar con que Marte está a más de 400 millones de kilómetros. Es como decir, me voy a Galapagar a comerme unas chuletas y resulta que te lo han puesto a mil kilómetros de tu casa, que vives en Colmenar Viejo. Una gracia.
La cosa es noticia estos días, porque entre todos los afortunados que han sido preseleccionados para tan ilusionante viaje, se encuentra un español, Juan José Díaz. Enhorabuena al premiado. Según ha dicho se encuentra muy contento y espera pasar a la siguiente fase que aún desconoce en qué consistirá. Vete a saber, pero seguro que los acaban metiendo en una máquina que da vueltas a gran velocidad, con lo que eso marea.
Si supera esta fase  y las siguientes, pues la cosa no ha hecho nada más que empezar, formará parte del primer asentamiento humano en Marte, con la misión de entretener a todos los hogares terráqueos, pues para conseguir financiación pretenden vender los derechos de transmisión de imágenes. Una especie de Gran hermano, sí, vaya bajonazo, pero ya sabemos que lo que más pasta da es el reality show. Empezará a emitirse en la etapa de selección final y con toda seguridad se convertirá en el mayor suceso mediático a escala global de todos los tiempos.


En cualquier caso, Mars One deja claro que viajar no solo es conocer sitios nuevos sino huir de los que ya conocemos.




jueves, 5 de febrero de 2015

Decisión



En esta ocasión, más que el texto, tiene valor la ilustración que lo acompaña. La ha hecho mi amigo Pepe Robles, director de arte de toda la vida en las mejores agencias de publicidad y ahora, además, ilustrador.

Espero que os guste el relato ilustrado, y si no, nos veremos obligados a buscar otro.






LA DECISIÓN











Se le ocurrió. Apareció en su mente sin apenas darse cuenta, como un fantasma tímido y silencioso pero de conspicua presencia. Hasta entonces no lo había considerado pero, ¿por qué no? Cuanto más amplio fuera el abanico de posibilidades, mejor, y no tenía por qué descartar a priori ninguna idea que le viniera a la cabeza por descabellada que pudiera parecer. Matar… bueno, todavía no era una idea lo suficientemente potente como para representar un peligro, pero ahí estaba como una opción más. De momento era solo eso, una posibilidad entre otras tantas. Claro, que según se acercara el momento de la decisión, el número de alternativas se iría reduciendo por eliminación hasta que al final solo quedara una, la ganadora, la que tendría que llevar a cabo.

¿Qué podía hacer? El péndulo del reloj bailaba de un lado a otro como queriendo participar de la duda. Tras largas cavilaciones descartó la idea de la llamada telefónica. ¿A quién? Además era un gesto de debilidad, ¿acaso no era capaz de tomar la decisión por si solo sin tener que consultar con nadie? Siguió pensando durante mucho tiempo, un tiempo que salía del reloj a cada pendulazo, llenando todo de segundos, minutos,… y la decisión final sin llegar.

Volvieron a su mente soluciones descartadas al principio por descabelladas, ahora con más fuerza. Por ejemplo, la idea de… no, mejor no pensar en eso, tenía que haber otras salidas mejores. Al menos, no tan definitivas, se rió.  Recordó un cuento de Giovanni Papini (aún en los momentos en que toda la actividad del cerebro debe estar centrada en encontrar rápidamente una solución, existe la posibilidad de que se pierda en divagaciones) donde el protagonista, incapaz de cometer ningún asesinato, se acaba suicidando para dar sentido a una pistola que había ido a parar a sus manos. Cuando lo leyó, le pareció divertido. Ahora le parecía real. No tenía ninguna pistola, ojala, pero sí tenía que dar sentido a un dilema que le estaba atormentando.

A veces, el alcohol es un estimulante para el cerebro. Acudió al mueble bar y se preparó, es un decir, un vaso de ginebra. Cuando iba a dar el primer sorbo se detuvo, miró fijamente la transparencia del licor y lo apartó bruscamente. Su decisión no podía estar bajo al influencia de la bebida, pues efectivamente, ayuda a tomar una decisión pero siempre suele decantarse por la que entraña mayor valor para ser tomada, es decir, que discrimina las menos arriesgadas y él quería tener todas en cuenta y elegir la más adecuada, no la más peligrosa.

Otra vez el reloj guillotinando el tiempo en finas lonchas en cada vaivén del péndulo. Llevaba dos días dando vueltas a lo mismo, dos largos días de tormento sin encontrar la forma de salir del atolladero. La vida es eso, una encrucijada tras otra donde debes elegir un camino por donde continuarla. Solo vale uno y no tiene marcha atrás. Volvió a pensar en Papini. Y en la ginebra. Dos pensamientos que no deberían aparecer juntos.
Otra madrugada se acercaba anunciando su visita con una brisa fresca y húmeda. Mientras, el péndulo se empeñaba en agotar el tiempo y él seguía sin tomar una decisión.