sábado, 20 de diciembre de 2014

Cuento navideño, como el pavo.










Este año voy a hacer una excepción en los últimos… ¿quince?, y no voy a escribir un cuento de navidad. Son muchas las razones por las que me voy a abstener y me temo que ninguna interesante, así que os ahorro el trance de tener que aguantar alguna.

Eso sí, que yo no escriba un cuento, no significa que no encontréis uno en este blog, pues me consta que muchos lo esperan, lo cual es muy de agradecer, y lo que yo espero es que no les importe que este año el cuento sea mucho mejor de lo que esperaban. Y con tanta espera, la introducción ya es infinitamente más larga que el propio cuento.


El cuento de navidad que os ofrezco es de Juan Villoro y la ilustración, eso sí, es mía.

Como veréis es un cuento super-mega-ultracorto, lo cual demuestra que con muy pocas palabras se puede hacer algo grande.

Y sin más dilaciones, ahí va el cuento navideño:


En una cena de Navidad la familia reza con devoción y pide por los que han sufrido. Dios se conmueve y resucita al pavo.



Espero que os haya gustado. Feliz navidad para todos, amigos.








domingo, 14 de diciembre de 2014

Una ley necesaria, conveniente y oportuna






Dentro de poco va a salir un libro mío de relatos. Se trata de una serie de historias surrealistas y disparatadas que uno de los protagonistas le cuenta a su mejor amigo entre cerveza y cerveza. Son historias inverosímiles pero que el amigo se las cree a pies juntillas. Quizá por efecto de las múltiples cervezas, o quizá porque sea un imbécil.
No se me había ocurrido incluir entre esas historias el posible diálogo que pudieron tener nuestros gobernantes cuando empezaron a pensar en cómo garantizar la seguridad ciudadana. Aún estoy a tiempo y me permito recrear ahora tal como yo me  imagino que sucedió todo.

-Nuestra obligación es proteger la seguridad ciudadana. Es obvio que para que los ciudadanos de este país se sientan más seguros de lo que ya se sentían hasta ahora, tenemos que hacer una nueva ley y una reforma del código penal.
-Muy cierto. La reforma es necesaria, conveniente y oportuna.
-Sobre todo oportuna, ya verás, ya verás todo lo que se me ha ocurrido lo oportuno que es.
-Trabajas demasiado.
-Mira, lo primero que me viene a la cabeza para garantizar la seguridad ciudadana es que a todo el que pillemos haciendo fotos o grabando a la policía, le pongamos una multa … ¿qué te parecen 30.000 eurípides? De 600 a 30.000, que luego nos dice el de justicia que siempre hay que poner un escalado en las sanciones dependiendo de… y yo qué sé.
-Perfect. Cifras redondas,
-Luego, como medida imprescindible, queda totalmente prohibido manifestarse en los alrededores del Congreso, bajo multa de …. Otros 30.000 euritos.
-Eres un genio.
-Lo sé. Luego para evitar que los ciudadanos se sientan amenazados por la chusma, queda terminantemente prohibido obstaculizar los desahucios.
-Genial. ¿Otros 30.000?
-Por supuesto. De 600 a 30.000 eurípides. Y otros tantos por desobediencia a la autoridad.
-¿Aunque sea desobediencia pacífica?
-Sí señor, aunque sea desobediencia pacífica.
-Eres un crack. Oye, ¿no hacemos nada a los que traten de ocupar una sucursal bancaria? Tenemos que garantizar la seguridad de los ciudadanos que van a los bancos a lo que hay que ir, no a protestar.
-Claro que sí. Lo mismo: de 600 a 30.000. Además he pensado que las listas negras serán legítimas y legales y además será obligatorio identificarse cuando a un agente le parezca oportuno, aunque no haya motivo. Hay que recuperar cosas del pasado.
-Muy cierto, muy cierto, nada como los clásicos. Franco, ese sí que sabía mantener la seguridad ciudadana.
-Pues claro, ¿en quién te crees que me he inspirado?
-La luz, es la luz que nos ilumina.
-No lo dudes Mariano, no lo dudes.
-No, si no lo dudo.
-Pues eso, manos a la obra.
-Por cierto, ¿no te parece un poco surrealista que a esto le llamemos ley de protección de la seguridad ciudadana?
-Mmmmm, vale, entonces también incluimos que está prohibido apuntar con un rayo láser a los ojos de los pilotos de los aviones comerciales.

-Lo dicho: eres un crack.





miércoles, 10 de diciembre de 2014

Falsificación





Mi vecino, del que hace mucho tiempo que no hablo, no se conforma con tener figuras hechas en plástico, de chinos mandarines inclinadas hacia un lado, como si estuvieran talladas en la época Ming en el curvo colmillo de un elefante, y cuadros con escenas de caza memorables en la boiserie, además se declara hombre feliz. No hay derecho, es lo que yo le digo. Cómo puedes ser feliz teniendo esos objetos en el salón de tu casa. Hombre, es que si fueran auténticos, sería mucho más feliz, me dice ufano mientras  su mujer, mi vecina, coge con indolencia antes de salir de casa un bolso de plástico en el que pone por todos los lados LV . No entiendo como las mujeres se matan por llevar un bolso con publicidad de su fabricante en los cuatro costados, le digo, ¿acaso Louis Vuitton le paga por pasear su marca? No, claro que no, me responde, cómo iba a pagar si además es una falsificación. Ya claro, otra falsificación. 
Por supuesto el reloj que lleva mi vecino es un trolex que se compró en el Chinatown de Nueva York hace mucho tiempo. Me lo enseña con orgullo sin tratar de engañarme pues confiesa abiertamente que le costó quince dólares. Observo que entre las agujas hay algo que no forma parte del reloj, un objeto minúsculo que no debería estar ahí y que si no fuera porque se apoya en la manecilla de los minutos, estaría descansando en las seis y media. ¿Qué es eso?, le pregunto. Entonces mi vecino me contesta que se trata de una miga de pan. Se ve, me explica, que el chino se estaba comiendo un bocadillo cuando montó el reloj. Al principio también había restos de pastrami, dice, pero supongo que se lo han comido los ácaros. Pongo un poco cara de asco y en ese momento llega Borja, su hijo pequeño, del cole. Trae una expresión de adulta preocupación para demostrar a su progenitor que el día ha sido duro y deja caer su cartera, es un decir porque tiene rueditas, según entra, justo a mi lado. Yo me fijo, que entre otros libros lleva El Quijote, pero no el QuijoteQuijote, sino una versión firmada por Arturo Pérez Reverte. Otra falsificación, me digo yo mismo, ¿Pero es que en casa de mi vecino todo son falsificaciones?

Mi vecino que otra cosa no tendrá, pero observador es un rato, se da cuenta de mi estupor y me explica que se trata de una versión para niños de El Quijote. Mi expresión no mejora gran cosa y me dice, para tranquilizarme, que la edición está sancionada y tutelada por La Real Academia de la Lengua. Ah vale, digo yo, entonces sí. Se me ocurre que la Fundación Amigos Museo del Prado, podía sacar versiones para niños de, por ejemplo, cuadros de Goya. La Carga de los Mamelucos, con ese nombre, seguro que en su edición infantil, sería un exitazo. O la ópera Madame Batterfly, o ya puestos, La Máquina de Follar de Bukowski. Hagamos versiones infantiles de todo, y como seguro que traen dibujos, serán mucho más divertidas que los originales por lo que podremos prescindir de ellos. Podemos vivir todos en un mundo que sea una falsificación del mundo real, es decir, una falsificación de si mismo, seguro que si la falsificación es buena, nos sale más barato y ni nos damos cuenta de la diferencia.






lunes, 1 de diciembre de 2014

Tiempo acuático






Últimamente soy plenamente consciente del carácter acuático (acuático, no cuántico) del tiempo y eso es algo que llevo muy mal. Me molaba más cuando el tiempo era un bloque, para mí era un bloque por decirlo así, inconmensurable, pero a medida que he ido avanzando por esa montaña enorme, se ha ido desmoronando hasta convertirse en arena. En estos momentos, y sé que esto no ha hecho nada más que empezar, si intento atraparlo en mis manos, que es la mejor manera que conozco para atrapar cosas, sobre todo las que más me gustan, se me escapa entre los dedos  como si fuera agua. Ahora todo dura poquísimo. Una semana, por ejemplo, me la liquido en tres o cuatro días como mucho. Antes, si se me daba bien, podía llegar a durar unos diez días y a veces me acercaba a la quincena.
Me acuerdo de que, no hace tanto, las cosas eran bien distintas. Pero vamos a ver, si yo he llegado a aburrirme del verano, incluso he tenido años en que se me ha hecho eterno el invierno. ¿Ahora?, ahora, ni me entero de que hemos pasado el mes de agosto. Dentro de poco, como esto siga así, voy a tener recuerdos de lo que voy a hacer al día siguiente.
Me he leído de nuevo la Historia del Tiempo de Hawking para ver si me daba alguna pista (siempre he mantenido la esperanza de encontrar la solución a mis problemas en lo que se le ha ocurrido a otro) pero lo único que he conseguido es aumentar mi confusión. Yo, por mucho que unifique la gravedad con la mecánica cuántica, con el tiempo me sigue pasando lo mismo. Y mira que lo intento, de verdad.

He llegado a la conclusión de que el tiempo es algo personal, como las corbatas que uno elige o la forma de arreglarse la barba, de modo que no existe un modelo único. Es decir, que el tiempo, como no, también es algo que cada cual tiene el suyo. Esto está muy bien, lo malo, es la forma que tiene de cambiar sin consultar. Volviendo al ejemplo anterior, es como si yo, que tengo barba muy recortada, me despertara un día con unas barbas (en plural  ya no puede ser recortada) que me llegaran hasta el pecho, y además, partida, pongo por caso, como los rabinos. Pues me produciría una sensación igual de incómoda que la que siento ahora con mi tiempo subjetivo. De repente he perdido el control sobre él. Espero que no vaya a más.