viernes, 4 de julio de 2014

relato de verano 1







Cada día que pasa noto cómo voy perdiendo memoria y aunque esto es algo que todo el mundo puede decir a poco sincero que sea, estoy convencida de que no a todo el mundo le pasa de la misma forma que a mí. El otro día me ocurrió un suceso que aún no sé cómo afrontarlo. Yo trabajo en una compañía aérea como azafata, ya saben, repartiendo sonrisas y cocacolas por igual a gente que en general no se merece ni una cosa ni la otra. Pues bien, estaba yo en plena tarea cuando de repente me di cuenta de que no sabía cuál era el destino del avión. Esto es algo que me sucede bastante a menudo, pues vuelo con demasiada frecuencia y es normal que confunda los sitios a los que voy, pero tarde o temprano, siempre vuelve a mi mente la programación completa sin demasiados problemas. Sin embargo, el otro día por más que me esforzaba, seguía sin saber a qué ciudad nos dirigíamos. De la forma más natural se lo pregunté a mi compañera, según repartíamos naranjada a diestro y siniestro.
    -Oye, Cristina, ¿adonde vamos hoy?
    -¿Estás de broma? vamos a…. ¡coño!, ¿adónde vamos que no me acuerdo?
Mi compañera y yo estuvimos intentando recordar el lugar al que iba el avión sin conseguir ni la más remota pista.
    -Vamos a ver, ¿tú qué has metido en la maleta, bikinis o anoraks? Lo digo para centrar un poco el tiro.
   -Pues, ¿me puedes creer que no sé siquiera si me he traído la maleta?
 Con cierto rubor se lo preguntamos a otros compañeros que después de exclamar  según lo exquisito de su sentido del humor lo taradas que estábamos, se sorprendieron de que tampoco ellos recordaran nada. La pregunta se fue extendiendo y al final ninguno de los quince tripulantes de cabina que íbamos en aquel vuelo tenía la menor idea de nuestro destino. Con muchísimo tiento empezamos a preguntar al pasaje de la forma más disimulada de la que éramos capaces.
    -¿Qué, un poquito más de café? porque al sitio que vamos, lo mismo no es fácil tomarse uno tan bueno como este, ¿verdad?
    -Sí por favor, un poquito más … por cierto le va a extrañar mi pregunta, pero ¿me puede decir a donde vamos?
Sondeamos a la totalidad del pasaje de discretísima forma sin que nadie fuera capaz de decirnos nada. Al final, conseguimos convencer al sobrecargo para que se lo preguntara al comandante. Yo me ofrecí a acompañarle en la misión. Con cautela entramos  en la cabina de los pilotos a los que encontramos inmersos en sus tareas, sumergidos en mapas y hablando entre ellos en tono preocupado. Era evidente que ninguno de los tres sabía ni remotamente adonde iba el avión.
Finalmente aterrizó en una ciudad que creo que es la mía pero no estoy demasiado segura. Llegué a mi casa, o eso es lo que creo, besé amorosamente a mi marido, supongo, y desde entonces vivo con la sensación de que estoy algo perdida.

   




6 comentarios:

  1. esto... pues el jueves o el viernes. Gracias por el interés.

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  2. en otoño tengo cierta tendencia a ponerme otoñal, con todo lo bueno y menos bueno que eso implica, pero... ¿por qué no?

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  3. Es cierto lo que dices. Si alguna vez perdí memoria -porque ahora mismo no recuerdo que haya sucedido- seguro que no fue de la misma forma que esta chica.
    Aunque, ahora que lo pienso, quizá sea un efecto secundario de perderse muy a menudo por las nubes. No, si al final tendré que darle la razón a mi mujer cuando me acusa de ser despistado y de no estar nunca con los pies en el suelo...

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  4. yo no sé que tienen las mujeres en general pero les encanta eso de decir lo de los pies en el suelo. Y ciertamente, en general, tienen razón. ;-))

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